Por Fernando
Colautti
La Voz del Interior, 22-4-15
No hay modo preciso de determinar cuánto le costará a
los cordobeses reconstruir lo que el agua se llevó con las crecientes e
inundaciones de febrero y marzo pasados. En ámbitos oficiales y privados,
admiten que cualquier cálculo será apenas una estimación.
Hasta ahora, se ponen números a lo que costará
recuperar lo destruido: casas, rutas, calles, puentes, cauces de ríos, espacios
urbanos públicos, redes de servicios, asistencia social a los damnificados.
Mucho más difícil de medir es la pérdida económica por caída de actividad en
tantos pueblos y ciudades o en campos anegados, o el costo por el deterioro de
suelos y ambientes. Los demás daños –los más relevantes– no tienen precio: el
dolor por las vidas que la correntada llevó o la angustia sufrida y que rebrota
como vertiente ante cada lluvia intensa.
Lo urgente era atender la emergencia: asistir a los más
perjudicados, recuperar los servicios, reparar los destrozos. A más de dos
meses, esa emergencia subsiste por las obras de reconstrucción que restan. Pero
pocos hablan de las acciones y políticas de Estado necesarias para evitar
nuevas inundaciones.
Más importante que el gasto para reconstruir es la
inversión necesaria para que no vuelva a ocurrir. O para que, si se dan lluvias
extraordinarias, el efecto sea al menos mitigado. ¿Cuál es el costo de las
medidas para prevenir y mitigar? En algunos casos, requieren obras y
presupuestos; en otros dependen, sobre todo, de decisiones y voluntad política,
en la Provincia y en los municipios.
Decisiones, por ejemplo, que eviten urbanizar las
costaneras que alguna vez pueden inundarse, o para definir desarrollos urbanos
con base en planificaciones sustentables. Decisiones que, de una vez, impidan
los desmontes sin control y generen planes masivos y serios de reforestación en
sierras y en llanos. También, que aseguren canales rurales no tapados ni
desviados, o que se tiendan donde faltan, para que los campos no deriven sus
excesos hídricos hacia donde quieran o puedan. O que se avance con los
minidiques o lagunas de retención de los que se habla hace décadas para retener
el agua y no sólo verla pasar en campos y entrar a ciudades. O que se cuente
con sistemas de alertas tempranas de crecidas en todos los ríos de riesgo.
Mientras, la reconstrucción coincidirá ya con las
campañas electorales, nacional, provincial y municipales. ¿Será iluso reclamar
que no se cuele como la humedad? ¿Será mucho pedir que no se note tanto el
marketing estatal o la capitalización electoral de la desgracia?