Por Pablo Esteban Dávila
Alfil, 22-4-15
Es difícil hacer un análisis desapasionado con las
cosas que ocurren en la política de Córdoba. Trece años atrás, el entonces
fiscal anticorrupción Luis Juez denunciaba estruendosamente a la entonces
Secretaria General de la gobernación Olga Riutort por ingresar “ilegalmente”
millones de pesos en bonos LECOR desde Chile. Ahora todo indica que serán
aliados en las próximas elecciones municipales. ¡Cosa e’Mandinga!, dirían en el
campo.
El senador se ha vuelto un experto en el arte de
recoger el barrilete. Después de haber obsequiado con asombrosa prodigalidad
las denuncias más variadas contra buena parte de la clase política, parece
haber recapacitado sobre la sustancia de aquellas fruslerías. En el cénit de su
pasión justiciera, eran pocos los que decían que Juez mentía descaradamente.
Por el contrario, primaba en la opinión pública la sensación que, finalmente,
había llegado un superhéroe que limpiaría la provincia de políticos corruptos.
“Se acabó el choreo” fue la inequívoca consigna que lo llevó a la fama. Buena
parte de la prensa compró con mansedumbre aquél cotillón.
Los resultados judiciales de la supuesta cruzada moral
fueron magros. Prácticamente todas las denuncias juecistas terminaron
rechazadas en Tribunales, aunque ni fiscales ni jueces pudieron devolver la
honra perdida a quienes fueron acusados tan ligeramente. Con el tiempo, la
misma ciudadanía que había alentado a Juez para continuar con sus temerarias
imputaciones comenzó a darle la espalda. De disputarle palmo a palmo la
gobernación a Juan Schiaretti en 2007, pasó a suplicar, ante Mauricio Macri
siete años después, una nueva oportunidad en el Senado.
Bien lo dijo Abraham
Lincoln: “puedes engañar a todo el mundo algún tiempo, pero no puedes engañar a
todo el mundo todo el tiempo”. En una democracia, el engaño se paga con votos.
A medida que desteñía su imagen de justiciero
comenzaban las mudanzas ideológicas. Ya se le ha señalado hasta el hartazgo
esta indecorosa faceta; baste decir simplemente que, luego de transitar por las
diferentes versiones de la izquierda, terminó abrevando en el PRO como si tal
cosa. Debido a que, con anterioridad, había tratado a Macri de “pelotudo” y
“niño rico” (entre otras linduras) y remarcado que no tenía “ninguna
coincidencia personal, ética, ideológica” con él, tuvo que pedir disculpas
públicamente para certificar la sinceridad de su conversión. “Apareció y me
pidió disculpas”, confesó el porteño sorprendido. Vio luz y subió; para Juez no
existe la palabra imposible.
Esta tónica mendicante se repite a tono con su
decadencia política. Marginado por su nuevo líder de la disputa por la
gobernación, se las ve en figurillas para estructurar una oferta electoral propia
en su principal distrito, la ciudad de Córdoba. Es un hecho que, por primera
vez desde 2003, el Juez no tiene candidato a intendente. Otrora mandamás de la
capital, debe ahora rebuscarse aliados para evitar que el Frente Cívico
desaparezca completamente de la escena. En este periplo es imposible pensar en
un acuerdo con Ramón Mestre. Pese a que (al menos nominalmente) son socios en
dentro de la Triple Alianza, cualquier entendimiento es una quimera. El
intendente lo detesta en la misma proporción que él lo hace, un enojo que tuvo
su origen –para variar– en otras de sus tantas acusaciones, luego comprobadas
como falsas. Juez tiene que buscar por otro lado.
Ese “otro lado” se encarna en la figura de Riutort. Al
igual que el modus operandi desplegado ante Macri, el senador ya ha pedido las
disculpas por los agravios infringidos en el pasado y, aparentemente, ella se
las ha aceptado. Para ilustrar sobre esta indulgencia respecto a su antiguo
inquisidor la edil recurrió ayer, ante las cámaras de Canal 10, a un poderoso
dicho popular: “a caballo regalado no se le miran los dientes”. Es claro que la
necesidad tiene cara de hereje y que esta se parece bastante a la del rostro
del senador.
Si Juez termina asociado con Riutort colaborará
indirectamente con Sergio Massa, dado que el diputado tiene a Olga como su
referente en la ciudad. Sería una paradoja digna del psicoanálisis observar a
Macri apoyando a Mestre durante la campaña municipal y a Massa haciendo lo
propio con Riutort y su aliado. ¿Se animaría Juez a aparecer en una foto junto
al hombre de Tigre cuando el líder del PRO lo haga con el radical? La maraña
política se vuelve más espesa a medida que trascurre el tiempo y se profundizan
sus incoherencias.
No sería inverosímil agregar otra potencial
desventura. Debido a que el combo massista incluye a Roberto Lavagna, los
antiguos secretarios de Mestre, Diego Dequino y Sergio Torres, pueden terminar
integrando los equipos de Riutort. Ambos son cercanos al exministro de Néstor
Kirchner y, de hecho, cuando Massa visitó Córdoba a finales del año pasado,
Dequino fue presentado como director de la Escuela de Gobierno del Frente
Renovador. De esta manera, Juez terminaría conformando un espacio político con
miembros pretéritos del gabinete mestristas causantes, según su visión, de la
más terrible corruptela que se haya abatido sobre la ciudad.
En las hipótesis sobre sus futuras disculpas no
debería descartarse que también lo haga con Germán Kammerath. El PRO cordobés
es aliado de la UCEDE por lo que, en términos formales y de no existir un
portazo, el senador bien podría terminar de aliado a liberales que gobernaron
la municipalidad desde 1999 hasta 2003. Si no ofreciera las debidas excusas,
podría deducirse desde la más estricta lógica su consentimiento sobre todo
aquello que defenestró tan violentamente diez años atrás… ¿se animaría a tanto?
En forma previa, tal vez debiera disculparse con la
sociedad. Por estafar a mucha gente que, de buena fe, creyó que el señor Juez
protagonizaría un mani pulite mediterráneo sin reparar en la insolvencia de sus
acusaciones y la vulgaridad de sus modos. Al final, su epopeya quedó reducida a
escombros; el pacto con Macri y con Riutort demuestra que, después de todo, no
deja de ser un político de tantos, bastante más lenguaraz que el promedio pero
con mucho menos escrúpulos.