François Michelin (1926-2015)
Este miércoles falleció a la edad de 88 años François
Michelin que rigió los destinos de la empresa familiar entre 1959 y 1999. De
fuertes convicciones católicas, su horizonte ético era el trazado por las
enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia.
Pues sí,
François Michelin, el titular de una fortuna estimada en 1.300 millones
de euros –según un artículo publicado el pasado otoño por la revista
Challenges– ha muerto con la misma
discreción con la que había vivido, y en una residencia católica. Durante más
de cuatro décadas fue presidente de la marca de neumáticos simbolizada por el
muñeco Bibendum; una marca fundada en 1889 en Clermont-Ferrand por su abuelo
Édouard y su tío abuelo André.
Huérfano de padre y madre desde los 10 años, en 1940
su abuelo, a punto de morir, le designó heredero. Sin embargo, no se comportó
con la arrogancia que su posición y linaje le garantizaban: antes al contrario:
tras completar sus estudios de Matemáticas y de Ciencias Políticas, ingresó en
la empresa familiar no como directivo, sino como simple obrero, y con un
nombre falso.
Cuando tomó las riendas, desempolvó el proyecto de
neumático radial, patentado por su empresa
pero que no había sido utilizado: en efecto, los entonces directivos de
Michelin opinaban que la mayor solidez de este nuevo tipo de neumático podría
impactar de forma negativa en el volumen de negocio, al tener que renovarlos
con menor frecuencia.
Pero François, que pensaba a largo plazo, optó por
generalizar la comercialización masiva del neumático radial. Los hechos le
dieron la razón y el neumático radial permitió a Michelin tomar una importante
ventaja estratégica.
No todo fueron vacas gordas: el choque petrolífero de
finales de los 70 generó, entre otras consecuencias, un desplome de la demanda
en el mercado mundial del neumático; para Michelin supuso los primeros despidos
de su historia.
Y para su presidente, profundamente imbuido de las
enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia, un caso de conciencia. Pero
había que reaccionar: François Michelin supo adaptarse a la globalización y el desarrollo internacional de la empresa
se plasmó en importantes inversiones en Estados Unidos y en otros países.
No tanto en España, donde la marca del muñeco Bibendum
está presente desde 1934. Por cierto, una de las últimas apariciones públicas
de François Michelin tuvo lugar el pasado 29 de octubre en Aranda de Duero, con
motivo de la entrega del diploma que le acreditaba como ciudadano de honor del
municipio burgalés, donde Michelin tiene una planta.
Aceptó el honor emocionado, pero no destacaba por su
apego a los oropeles -solo aceptó la Legión de Honor en 2009 y en el grado más
bajo, el de caballero-; no: su horizonte era una intensa fe católica que
perfeccionaba desde sus años de internado y que le fue de gran ayuda en su
faceta empresarial. “Cuando vi como vivía mi abuelo, entendí que el dinero era
cómodo, pero si nos descuidamos, se puede convertir en una droga. Nunca
olvidaré dos cosas que me decía mi abuelo: la primera, que la verdad y la realidad pueden más que tú; la
segunda, que el dinero tiene que ser un servidor y nunca un amo”.
Hace nueve años, la fe le permitió sobrellevar con
entereza el mazazo más grande de su vida, la muerte en un accidente de pesca en
alta mar de su hijo Édouard, que le había sucedido al frente de Michelin en
1999. «La fe conduce a la noción de vida eterna. No hay desaparición. La vida
cambia, es la vida total. ¿No se dan cuenta de lo que significa? Es algo
extraordinario».
Descanse en paz François Michelin.
Escrito por J.M. Ballester Esquivias (@jmbe12), en
Alfa y Omega