Por Francisco Jueguen
| LA NACION, 14-6-15
Julián Domínguez tomaba mate y asentía. Era 2011 y
junto al entonces ministro de Agricultura estaba sentado un desconocido José
Graziano da Silva, flamante director de la Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Sus primeras palabras en el país
fueron de profundo agradecimiento: especialmente se refirió al respaldo que la
presidenta Cristina Kirchner le había ofrecido a su candidatura para acceder a
su nueva oficina en la ONU.
Los precios internacionales volaban y los problemas no
se notaban. Pero manteniendo el libreto de la FAO y ante la presión
periodística, el directivo envió también una señal a los productores. "Las
exportaciones de alimentos no deberían tener restricciones en ningún país,
porque eso ayuda a agravar la ya existente restricción de la oferta
alimentaria", criticó frente a las distorsiones oficiales. Ya con valores
planchados, el mismo fantasma seguía recorriendo Europa en febrero de 2014.
"Depender mucho de las importaciones es problemático cuando países como la
Argentina sorpresivamente restringen sus exportaciones si los precios
aumentan", escribió The Economist.
El lunes se cerró ese círculo abierto cuatro años
atrás. Graziano da Silva devolvió gentilezas y premió a Cristina "por
reducir el hambre".
La Presidenta aprovechó y publicitó: dijo que la
pobreza en la Argentina es de menos del 5% de la población. "El país tiene
la capacidad de alimentar a 400 millones de personas; en cinco años más esta
capacidad va a aumentar a 600 millones", arengó en una tribuna
internacional dedicada a luchar contra el hambre.
Pero el kirchnerismo no tuvo políticas activas para la
producción. Una investigación presentada en estos días por la Sociedad Rural
Argentina (SRA) afirma que desde 2007 -cuando asumió la Presidenta- la
actividad agrícola se estancó. Si entre 1991/92 se creció a una tasa de 5,6%
anual, desde esos años hasta la fecha la expansión fue de 0,8 por ciento. Y es
más: sin las medidas del Gobierno, en 2015 el campo ya hubiera alcanzado los
objetivos que están planteados para 2020.
El hambre, por otra parte, está lejos de extinguirse
en la Argentina: según la encuesta de la Deuda Social de la Universidad
Católica Argentina (UCA), en 2012 el 20,2 % de los niños y adolescentes se
encontraban en situación de inseguridad alimentaria, un estado que define a
quien ha tenido episodios de hambre, por causas económicas, en los 12 meses
previos a la encuesta. Unas 5,5 millones de personas sufren de algún grado de
inseguridad alimentaria en el país, la mitad de ellas con carácter severo
(frecuentes situaciones en que no se satisfacen la necesidad básica). La
pobreza, según la Universidad, está cerca del 30%.
"Solo el 10 % de la población del mundo vive en
países con excedentes de alimentos. Uno es la Argentina. Sin embargo, 5,5
millones de argentinos sufren algún grado de desnutrición", señaló
Fernando Vilella, director del departamento Bioeconomía, Políticas Públicas y
Prospectiva de la Facultad de Agronomía de la UBA. "Vemos grandes déficits
en el acceso, y consumo de frutas y verduras. Sólo para equilibrar la dieta de
los argentinos deberíamos duplicar la producción de las mismas." En los
últimos años cayó en el país la producción de peras, manzanas, naranjas,
limones y mandarinas debido a diversos factores locales e internacionales.
"También hay una brecha significativa en lácteos.
Esto se combina con fuertes excedentes en el consumo de carnes bovinas y
panificados, protegidos por políticas públicas. Si se ajustaran estos consumos
no sólo se tendría una población mejor nutrida, sino que se podría aumentar
hasta seis veces la actual exportación de carne y se podrían vender dos
millones de toneladas más de trigo", dijo Vilella, que presentará en un
mes el trabajo Comer saludable y exportar seguridad alimentaria al mundo en
conjunto con Sergio Britos (Universidad Austral) y Roberto Feeney (UBA).
Según la FAO, la producción mundial de alimentos
deberá incrementarse en más de 40% para 2030 y 70% para 2050. A contramano, el
cristinismo -para citar un dato simbólico- no fue un gran amigo del pan: por
ejemplo, en el ciclo 2009/10 la producción de trigo cayó a sólo 2.980.000 hectáreas,
la menor superficie en los últimos 111 años. Distorsiones de precios mediante
trabas al comercio fueron las medidas cortoplacistas impuestas por el
oficialismo. Los resultados: caída de la producción, menos dólares de
exportación y alzas en las góndolas.
Pero la Argentina continúa siendo un granero a nivel
global. Es el país que más granos produce por habitante en el planeta: 2,4
toneladas por persona. En las últimas dos décadas, la superficie sembrada total
aumentó 66% (de 19,6 millones de hectáreas a 32,9 millones), mientras que la
producción de granos pasó de 42 millones a 102 millones de toneladas. Un
crecimiento del 153%.
Sin embargo, debido las políticas adoptadas desde
2006, el país se perdió de producir y exportar productos del campo por US$
150.000 millones, según un informe elaborado por el economista Juan José Llach
para la Fundación Producir Conservando. "Los últimos diez años fueron una
oportunidad perdida", agrega Ernesto Ambrosetti, economista de la SRA.
"No aprovechamos la enorme competitividad y por eso no se invirtió en
tecnología ni infraestructura."
Todos los productos del campo retrocedieron, excepto
"el yuyo", como la Presidenta llama a su exitosa soja. Del total del
área sembrada en el país, esta oleaginosa representa el 62%, número que el
Gobierno impulsó sobre todo cuando el precio tocó su pico en 2008 (US$ 651, la
tonelada). Las retenciones al 35% fueron entonces el gran motor de la
recaudación. China es el gran importador: mueve el 73% del comercio mundial (un
245% más que hace 12 años). Hoy la soja está a US$ 360 la tonelada. Un informe
de la SRA de 2014 afirma que de una producción de 31,5 millones de toneladas en
2003/2004, se llegó el año pasado a 54 millones y para 2015 se esperan 60
millones.
No obstante, un informe de Confederaciones Rurales
Argentina (CRA) sostiene que, pese al boom del complejo sojero, el incremento
de producción quedó atrás frente a los porcentajes de suba que lograron otros
países desde 2007. En la Argentina fue de 7%, mientras que Brasil creció 39%,
Paraguay un 49% y Estados Unidos, un 24%, siempre en comparación con la última
cosecha.
La Argentina pasó del 5° puesto entre los exportadores
mundiales de trigo en 2001, al 13° en 2013. Mientras tanto, el precio del pan
se multiplicó por siete. Subió de $ 3,40 el kilo en enero de 2008 a más de $ 20
en diciembre de 2014. De los 5.829.333 hectáreas sembradas en las campañas
2003/2004 a 2005/2006, se pasó en 2013 a 3,6 millones. Entre 2007 y 2014,
EE.UU. aumentó un 18% su producción, Paraguay un 63% y Uruguay un 183%. Aquí,
en tanto, el área disminuyó un 44%, según CRA.
Por las distorsiones oficiales en el sector, el precio
del trigo al productor fue -por ejemplo en diciembre del año pasado- de US$ 132
la tonelada, 71 por debajo del llamado FAS teórico o precio interno, que estaba
en US$ 203. Se perdieron US$ 200 por hectárea. En esa época, por caso, el
productor uruguayo recibió US$ 93 más por tonelada que el argentino. Según la
SRA, en la última década el productor de trigo dejó de recibir US$ 8680
millones (US$ 3573 fueron al Estado y US$ 5107 a exportadores, molinos
harineros e industria farinácea).
Hoy Ucrania exporta más maíz que la Argentina. Durante
muchos años, el país fue el segundo vendedor mundial detrás de EE.UU. Pero
ahora fue superado por Brasil y Ucrania. Desde 2007, según CRA, la producción
creció 7% -el Gobierno informó cifras mayores al incluir el uso ganadero-,
frente al 41% de Brasil, 32% de EE.UU. y 243% de Ucrania. En la última década,
los productores maiceros dejaron de percibir, según la SRA, US$ 16.420 millones
(US$ 5583 millones fueron al Estado y el resto se repartió entre exportadores,
producción avícola, porcina, feedlots, etc.).
MENOS SIEMBRA
"El área sembrada con girasol en la campaña 2014/15
se estima en 1,3 millones de hectáreas, un 12% menos que en el ciclo anterior y
un 68% por debajo del área récord que hubo en 1998/99 estima la SRA. En cuanto
a la producción se proyecta en 2.560.000 de toneladas, un 10% mayor a la
precedente pero la tercera parte del récord de 6,8 millones de toneladas de
1998/99."
Entre 2005 y 2010, unos 27.000 productores abandonaron
la producción de novillos, según datos del Senasa. Al día de hoy se cerraron
135 frigoríficos. Esto dejó sin trabajo a unos 18.000 trabajadores de esa
industria. Las intervenciones oficiales en el mercado interno de la mano del ex
secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, desincentivó la producción
de novillos, que cayó 46% (2,1 millones de cabezas). En 2005 se produjeron 3,13
millones de toneladas mientras que 2013 cerró con 2,84 millones. Según CRA, en
el período los brasileños elevaron su producción un 12% y los estadounidenses,
un 4 por ciento.
Las exportaciones de carne se desplomaron un 53% (de
429.000 a 203.000 toneladas entre 2008 y 2014). Son los peores números en 40
años sin contar el brote de aftosa de 2001. La Argentina pasó de ser el tercer
exportador mundial a ser el duodécimo en el ranking y se ubica detrás, por
ejemplo, de Brasil, Uruguay y Paraguay. "Ahora nos pasó Bielorrusia",
confirmó Ambrosetti. Entre 2008 y 2014 el consumo de carne vacuna pasó de 68 a
60 kilos por habitante por año, mientras que el precio promedio de la carne al
consumidor aumentó un 523 por ciento.
La lechería también sufrió. En los últimos años la
tasa de expansión del sector fue de 2,3%. Pero en los últimos 15, fue diez
veces menor: se creció al 0,23% o sea un 4% de punta a punta, entre otras cosas
debido a la administración del comercio exterior (los llamados ROEL). La
producción de leche -según CRA- tuvo un importante desfase frente a otros
países. Entre 2006 y 2013, la Argentina incrementó su producción 8% (de 10.200
a 11.000 millones de litros). En el mismo período, Brasil creció un 28%;
Uruguay, un 36% y Nueva Zelanda, un 29%.
Un dólar más caro, valores internacionales que ya no
serán récord y obstáculos internos serán desafíos ante una demanda de alimentos
en crecimiento. La Argentina deberá revisar sus políticas si aspira a erradicar
el hambre y alimentar también a los ciudadanos del mundo, entre ellos a los
pobres alemanes..