Pese a los livianos discursos de campaña y a la falta de propuestas en la materia, Argentina tiene hoy graves problemas de disputa de soberanía que no se pueden soslayar.
Por Juan Manuel Lozita*
La Voz del Interior, 27-11-15
En el Día de la Soberanía, los argentinos conmemoramos el valor y el coraje de un puñado de patriotas que decidieron enfrentar a las dos grandes potencias mundiales de la época, Inglaterra y Francia, las que buscaban adentrarse en la libre navegación sobre nuestros ríos interiores sin el permiso y pago de impuestos previos a la Confederación Argentina.
Hace 170 años, se iniciaba lo que se denomina la Guerra del Paraná, con el combate de la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845.
Esa guerra concluyó en la batalla de Angostura del Quebracho, el 4 de junio de 1846, con la victoria definitiva de las fuerzas de la Confederación sobre las potencias invasoras.
En el medio, hubo innumerables proezas, batallas y combates dirigidos magistralmente por el general Lucio Norberto Mansilla y el brigadier general Juan Manuel de Rosas.
Pero hoy el concepto de soberanía, en un mundo globalizado, ha cambiado y los conflictos y problemas de ejercicio del poder en los estados poseen una fisonomía distinta.
Indefensos
La Argentina se da el lujo de no tener una geopolítica clara en términos de poder nacional a fin de poseer Fuerzas Armadas y de Seguridad modernas, equipadas y eficaces a fin de proteger a su población de eventuales amenazas externas e internas.
Por falta de ejercicio de la soberanía nacional, hoy la Argentina posee una de las fronteras más vulnerables en el nordeste y noroeste, según informes de Interpol y la Organización de Naciones Unidas.
La porosidad de nuestra frontera norte es tal que Argentina es una enorme autopista de traslado de drogas y estupefacientes de toda América del Sur, dirigidos al consumo europeo.
La complicidad de la narcopolítica, la narcojusticia y ciertos sectores de las fuerzas de seguridad hacen de nuestra frontera un colador cada vez más generoso y ostentoso.
La falta de ejercicio de la soberanía agrava la anterior problemática cuando miles de esos kilos de drogas se quedan en nuestras ciudades y pueblos para aniquilar el presente y el futuro de nuestros hijos.
La dirigencia política no toma nota de esta realidad y en la práctica es un elemento funcional
al engranaje mafioso del narcotráfico.
Pese a los livianos discursos de campaña y a la falta de propuestas en esa materia, Argentina tiene hoy graves problemas de disputa de soberanía que no se pueden soslayar.
La cuestión mapuche es una temática que en algunas provincias argentinas, como Neuquén, Río Negro, Chubut y Mendoza, cada vez cobra más notoriedad. Se registran intimidaciones a propiedades privadas de personas físicas o jurídicas que hacen gala de la figura de la usurpación y quema de bienes sin que el orden público vigente haga algo para contrarrestarlas.
Se sabe, por numerosos investigadores, que la denominada nación mapuche no se corresponde con la categoría de pueblo originario, porque son una variante de la etnia de los araucanos que cruzaron desde Chile hacia nuestra Patagonia argentina a fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX.
Según el antropólogo e historiador Rodolfo Casamiquela, los verdaderos dueños de esas tierras eran los aborígenes huarpes, tehuelches y ranqueles, antes del descubrimiento y conquista española.
Al mismo tiempo, Argentina tiene un problema estructural de demografía política pendiente en nuestra Patagonia, pues, al ser un gran espacio vacío pero pletórico de recursos de todo tipo, es un geoespacio vital cada vez más codiciado por el orden internacional, que ve en la superpoblación de vastas zonas de la humanidad un gran problema y en la Patagonia, una solución.
Es conocido el adagio de que la soberanía no se declama sino que se ejerce, y en este asunto Argentina no tiene una dirigencia política a la altura de las necesidades de la Nación.
Por último, nos queda pendiente el gran tema de soberanía nacional en torno de Malvinas (con potencia invasora y ocupante incluida), mar Argentino y Antártida Argentina.
Estamos hablando de casi dos millones de kilómetros cuadrados de espacios vacíos, con bancos de pesca inigualables en el mundo y que pueden producir alimentos para millones de habitantes, con riquezas en el suelo y subsuelo marino, que son estratégicos por su condición de reservorio.
Pero por algún motivo insólito –ya sea interno o externo– esos espacios vacíos están ausentes de los ejes de campaña y del ejercicio práctico de las políticas de Estado urgentes para lograr un verdadero desarrollo nacional armónico, integral y equilibrado.
Es deseable que la dirigencia en su conjunto entienda que la soberanía no se reduce sólo a una cuestión declarativa o para utilizar fechas sensibles para los argentinos como un 2 de abril, sino que es necesario entenderla como un vocablo que implica ejercer el gobierno o el poder de imperium en su plenitud con el único fin de aportar lo necesario y suficiente para la felicidad y la grandeza del pueblo argentino.
Es de esperar que en esta nueva etapa que inicia la Nación Argentina, luego del 10 de diciembre, aquellos que ocupen las funciones de gobierno tengan presente nuestra historia en general y la memoria viva de los héroes de la Vuelta de Obligado.
*Presidente de la Fundación 20 de Noviembre, politólogo y magíster en gestión política