Víctor Manuel Pérez Valera.
Profesor emérito de la Universidad Iberoamericana.
EL FINANCIERO (México), 28 de noviembre de 2015
La Organización Mundial de la Salud define la droga
como “toda substancia que introducida en un organismo vivo, puede modificar una
o varias de sus funciones”. La marihuana está considerada entre las principales
drogas alucinógenas.
Ante este complejo fenómeno han surgido actitudes
opuestas, la liberalización del uso de la marihuana o la represión. A primera
vista la teoría liberalizadora es fascinante y suele estar apoyada por gente de
buena fe. Se supone que su uso disminuiría, al no existir el atractivo de lo
prohibido (“nitimur in vetitum” qué diría Ovidio), no habría dosis “alteradas”,
se acabaría el mercado negro, no habría cárcel para los toxicómanos, se nos
impulsaría a gozar de nuestra libertad, que entre paréntesis, en general, no se
define y podría confundirse con el libertinaje, el capricho y el hacer lo que
se nos antoje. Sin embargo, la realidad no es tan simple. Al grupo SMART le
faltó ponderar los datos de la psiquiatría y de la ética, y adolece de una
reflexión filosófica poco rigurosa.
Denis Sonet formador de educadores en Francia y otros
países está en contacto permanente con miles de jóvenes: conoce sus problemas e
inquietudes. Sonet afirma que la despenalización de la cannabis sativa ha
mostrado que aumenta el consumo y produce un deterioro considerable de la salud
pública. El estudio de Sonet, al señalar el paso a drogas más fuertes, afirma
que el 50% de los toxicómanos y el 60% de los heroinómanos ha empezado por el
hachis.
Respecto a la adicción, la Organización Mundial de la
Salud indica que uno de cada 6 adolescentes que consume marihuana desarrolla la
dependencia a esa droga.
Si se consume la marihuana antes de la edad adulta hay
mayores posibilidades de desarrollar, de forma más temprana, esquizofrenia y
otros trastornos psiquiátricos: depresión, ansiedad y algunos síntomas
psicóticos. A esto hay que añadir algún deterioro del coeficiente intelectual,
en el grado de concentración y en la memoria. En esto coinciden Sonet y el Dr.
Hugo González Cantú coordinador de la Clínica de Trastornos Adictivos del
Instituto Nacional de Psiquiatría (El Universal 23-11-15). Mientras más
temprano se empieza el consumo de la marihuana es más difícil el tratamiento.
El Dr. González Cantú considera que el consumo, antes
de la edad adulta, produce adicción en alrededor del 16%. El consumo a esa edad
ocasiona que el cerebro se acostumbre al consumo y requiera el uso de mayor
cantidad y con mayor frecuencia.
Ahora bien, si consideramos el aspecto jurídico
debemos atender a la admonición de Chesterton de que la ley obedece a su propia
naturaleza y no a la voluntad y buenos deseos de los que las promueven, e
inevitablemente dará los frutos que se hayan sembrado en ella.
En efecto, todo buen jurista sabe que la excepción
tiende a ampliarse. En Derecho, cuando se decide abrir una rendija, existe el
riesgo de que se abra completamente la puerta. Por consiguiente, si se pide
entreabrir una puerta hay que aceptar las consecuencias que eso pueda entrañar.
Este fenómeno, que se ha comprobado en muchas áreas
del Derecho, se suele llamar “la pendiente resbaladiza” (Slippery slope). Así,
la siguiente prohibición a eliminar podría ser la cocaína, la heroína o el
crack.
También es importante considerar el aspecto ético:
aunque la Ética y el Derecho son diversos, el Derecho no puede prescindir de la
Ética. La Ética no puede guiarse por el miedo o la represión, sino por la
auténtica libertad. La Ética no es coercitiva y en muchos casos necesita que el
Derecho, que si lo es, la apoye. John Stuart Mill, el gran paladín de la
libertad, admite que el Derecho debe coartar algunas libertades, e insinúa que
somos libres para ser libres, no libres para ser esclavos.
La solución estaría idealmente en la educación en
valores. El reto es muy grande ya que en nuestro país la educación es más bien
informativa que formativa y valoral.
Habría que apoyar las asociaciones como la de El
Patriarca, fundada por Lucien Engelmajer que acoge a más de 5 mil toxicómanos
de 31 nacionalidades diferentes y tiene más de cien centros de rehabilitación y
prevención en Europa y América. El proceso de cura de esta asociación tiene
bases científicas y se desarrolla en dos fases que culminan con la reinserción
del toxicómano en la sociedad. En México, Oceánica, Centros de Integración
Juvenil, DIF y las instituciones educativas, realizan en esta línea una labor
trascendente.