por Carlos Pissolito
Informador Público, • 22/12/2015
Un poco de historia:
Siempre he creído que quien quiera entrever el futuro,
debe primero entender la historia. Y la del islam es una verdaderamente
impresionante.
¿Pueden las teorías revolucionarias de Lenin servir de
inspiración a Daesh? Muchos logros podrían mencionarse en su nombre. Baste con
unos pocos para ilustrar este punto. Para empezar, hay que reconocer que
Mahoma, a diferencias de otros profetas religiosos, era uno armado. A su muerte
ya había conquistado la totalidad de la Península Arábiga. Luego, sus seguidores, fieles a este espíritu,
permanecieron por 800 años en España. Y en dos oportunidades golpearon las
puertas de Viena.
Sus logros culturales no se quedaron a la saga de sus
conquistas guerreras. Entre ellos, baste mencionar la invención del Álgebra
(con el número 0 incluido, lo que permite el código binario que es el lenguaje
de la computación moderna), las primeras universidades y la posibilidad de que
Occidente conociera a Aristóteles, la brújula, la pólvora y la carabela. Todos
elementos que le permitieron a España, una vez reconquistada, descubriera y
colonizara un Nuevo Mundo.
Despreciar al islam por la impresión que hoy nos
causan algunos de los lugares que ocupa en el mundo. A la par de un error,
sería suicida. Dadas las presentes circunstancias.
Un poco de ideología
En el pasado, como rápidamente hemos enumerado, el
islam conquistó buena parte del mundo conocido bajo la forma de invasiones
tradicionales. Obviamente que eso hoy no podría ser repetido. Simplemente,
porque carece de la masa crítica de poder para hacerlo.
El problema es que ahora no lo necesita. Esas fuerzas
ya están desplegadas e instaladas. Son las grandes minorías musulmanas que
viven en Europa desde hace tres generaciones. Y que hoy están recibiendo un
importante refuerzo por parte de los cientos de miles de refugiados que
ingresan a Europa desde el Levante.
Ante este marco de situación los movimientos
fundamentalista como Daesh sólo deberían proceder en forma análoga a la que
propusiera V. I. Lenin para las vanguardias de su partido. Básicamente, acelerar las contradicciones del
sistema para conducir a las masas, en este caso los musulmanes moderados, por
el camino de la Revolución. Léase, la
conquista religiosa.
Si este esquema tuviera cierto viso de realidad, las
reacciones occidentales, las que hasta el momento se han limitado a la
represión física de este movimiento en Siria y en Irak; podríamos anticipar que
el camino a esta conquista religiosa estaría casi asegurado.
Esto es así porque todo conflicto implica el combate
en tres planos superpuestos. El físico, el psicológico y el moral. El primero
se verifica con el choque de las armas en el campo de batalla; el segundo,
tiene lugar en las mentes y en los corazones, tanto de los que luchan como los
de los que los apoyan y el tercero, se libra en la etérea esfera de lo que está
bien y de lo que no lo está.
El moral, es por lejos el más importante de esta
trilogía, le sigue psicológico y termina con el físico. Un error común es no
advertir que uno muy bien puede demoler físicamente a su adversario y terminar
derrotado moralmente. Que es lo que en definitiva cuenta.
Esta premisa ha quedado patentemente demostrada con
los recientes atentados del 13N en París y con su correspondiente set de
represalias francesas.
Mientras que los terroristas se han movido en el plano
psicológico; ya que han buscado sembrar el terror, el que opera en ese plano.
También, a la par, han proclamado una victoria moral. Dicen tener la razón.
Nada menos porque su propio Dios se lo ha comunicado.
Por su parte, los occidentales han transitado en el
mero plano físico de las represalias aéreas con sus bombardeos de precisión.
Puestas así las cosas no es muy difícil intuir quien
de los bandos en pugna tiene en sus manos las cartas ganadoras.
Los propulsores de las soluciones físicas seguramente
argumentarán que con sus medios pueden erradicar al Terrorismo de la faz de la
tierra como a una mala hierba. Lamentablemente, las evidencias históricas y
recientes demuestran todo lo contrario.
Un principio de solución
Si este esquema pudiera ser correcto. Es obvio que una
estrategia confinada a la aniquilación física no es suficiente para vencer
moralmente a los grupos fundamentalistas. Todo lo contrario; ya que producirán
el efecto inverso. Como ya lo demostraron las invasiones a Irak y a Afganistán
en el pasado reciente.
Esto no implica que el Terrorismo no deba ni pueda ser
castigado. Pero debe serlo en forma inteligente. Lo que implica no alinear, en
el proceso, la buena voluntad de la mayoría de los musulmanes. A quienes
asumimos como personas de paz, pero -a la vez- potenciales simpatizantes de los
fundamentalistas.
Por ejemplo, no sería insensato, para empezar, controlar y neutralizar sus fuentes de
financiamiento del Terrorismo. Por otra parte, bien conocidas y rastreables. Y,
para seguir, terminar con el mito del multiculturalismo que cree que confinar
minorías en guetos es la mejor forma de respetar sus identidades.
Tampoco, sería una mala idea que las represalias
físicas contra los grupos terroristas quedaran en manos de su propia gente. Por
ejemplo, una tarea militar que es responsabilidad de una coalición conformada
por países de la región. Pues sería una forma de comprometerlos con la solución
del conflicto, a la par de no alinearlos con los fundamentalistas.
Para terminar y para que este ejercicio nos sirva para
algo. Como argentinos no podemos ni debemos sentirnos al margen de este
conflicto global. Nuestra propia historia nos alerta sobre el hecho de que ya
sufrimos dos atentados vinculados con los problemas del Levante. Y nuestro
reciente cambio de alianzas internacionales a favor de Irán no mejoran esta
situación. Todo lo contrario.
En el futuro, temas como éste deberán integrar
nuestras políticas de estado y sobrepasar los gustos personales de nuestros
circunstanciales administradores. La seriedad de la situación y sus graves
consecuencias así lo exigen.