Gustavo
Druetta
Clarín,
1-12-15
Hemos
fracasado” confesó un expositor en una reunión reciente de académicos y
funcionarios en la UCA, que desde el 2003 circularon por cargos, aulas y think
tanks oferentes de armas y equipos, redactaron propuestas para los ministros
Garré, Puricelli y Rossi y los secundaron en altos cargos y asesorías en el
MINIDEF. Así aquella ex ministra, diputada electa del FPV, presentó el año
pasado en la Escuela de Defensa Nacional, junto a profesores de la UTDT, el
segundo “Libro Blanco de la Defensa” en línea con el modelo nacional y popular.
A
saber: reeducación de los militares en una epopeya de DD.HH. que oculta media
historia de los ´70, traspaso de áreas científico tecnológicas militares a
agencias civiles produciendo discontinuidad y desabastecimiento de pertrechos,
minimización de la capacidad de alistamiento, adiestramiento y aptitud de
combate, negación de ascensos a oficiales egresados ya avanzada la recuperación
democrática portadores de apellidos de mandos de la dictadura, reglamentación
de la ley de Defensa que impide a las FF.AA. intervenir contra agresiones
terroristas.
El
mismo ponente destacaba, no sin ironía, que a su comunidad de expertos le había
ido económica y profesionalmente de maravillas, combinando cátedra, función
pública y lobbismo, a pesar del estrepitoso fracaso en llevar sus teorizaciones
a la concreción de una política de defensa digna de llamarse tal. Considerando
la desazón de muchos cuadros de oficiales y suboficiales que sostienen sobre
sus hombros lo que queda de las fuerzas de tierra, aire y mar, esta verdadera
confesión de partes-relevo de pruebas significa un inconfesable “éxito” en la
destrucción de las instituciones castrenses.
Funcionarios
del MINIDEF con sueldos de $70.000 son un insulto a las magras expectativas de
progreso económico social de profesionales militares con crecientes exigencias
de formación y responsabilidades extraordinarias, entre ellas las de matar, o
morir, en combate.
Una
indagación sociológica podría hallar que el ingreso a la carrera de las armas
es hoy una modesta opción laboral más que una pasión vocacional y/o una tradición
familiar. La crítica relación entre función militar vs. retribución lo fomenta.
Un Soldado Voluntario responsable de su equipo personal y armamento portátil
gana un salario de $8/10.000. Un jefe de unidad -Tte. Coronel, Capitán de
Fragata o Vicecomodoro- con más de 20 años de ejercicio de la profesión cobra
en mano $22.000, poco más del doble que su tropa, pero responde por cientos de
millones de material y logística del regimiento, navío o escuadrilla. Oficiales
de esa jerarquía, hoy al comando de una cincuentena de unidades terrestres semi
provistas, escasos buques casi siempre anclados y raquíticos medios aéreos,
manifiestan con tozudez: “el espíritu todavía está”.
Recuperar
esa convicción en peligro de extinción en lugar de tratar a los militares como
seres de otro planeta, exige honrarlos como ciudadanos de uniforme que velan
las armas de una Nación, hoy indefensa, con destino de justa, democrática y
republicana.
Gustavo
Druetta
Sociólogo,
especialista en temas de defensa