Rodolfo
Patricio Florido
Informador Público, 17-5-16
El tema viene de muchos años atrás. El Ejército se
muda a la Policía Metropolitana. La caída de los sueldos militares y de su
presupuesto es impresionante y, por otra parte, a nadie le interesa. O sea
están en el peor de los mundos. Cargan con el pasado aunque el presente no
encuentre a nadie de aquel pasado mochila. No hay tensiones fronterizas de
ningún tipo y por ende la urgencia no domina ni la necesidad de recursos ni la
búsqueda de salarios que siquiera los igualen con la Policía. La lucha contra
la inseguridad interior o el narcotráfico no los compromete porque la Ley se
los prohíbe. En resumen, están en el peor de los mundos. Lo único que los
alcanzó de la “década ganada” fue la corrupción. Y, como sucede en estos casos,
los “beneficiados” son los menos, mientras que la mayoría de los suboficiales y
oficiales miran a que nuevos horizontes observar porque el presente se muestra
miserable y el futuro escaso.
Es tal el volumen de deserciones para migrar hacia la
Policía Metropolitana y así duplicar
sus ingresos (pasan de cobrar 15 mil pesos a 30 mil) que; según las
fuentes consultadas, el Jefe de Estado Mayor del Ejército le pidió al Ministro
de Defensa que hable con el Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, Rodríguez Larreta, que de una orden interna para prohibir el ingreso de
militares a la Policía Metropolitana. El problema es que esta presunta orden
-que no consta que se haya dado todavía- es en principio ilegal y Rodríguez
Larreta lo sabe. A nadie se lo puede excluir por decisión política de ingresar
a la Policía Metropolitana por su sola pertenencia a otra Fuerza, sea esta de
Seguridad o de Defensa.
La situación se está tornando delicada, por decir lo
menos. Si esta orden verbal no escrita (por su ilegalidad) se diera y los
suboficiales y oficiales jóvenes dejaran de encontrar un refugio para el
presente e ingrese a sus cerebros que el futuro ya no tiene destino, las
tensiones internas pueden transformarse en matrices de desorden y/o
desobediencias, más por angustia que por motivaciones políticas, aunque algunos
operadores políticos del desorden les podría convenir tácticamente.
Para que se entienda la gravedad de las deserciones
vayan algunos números y situaciones a modo de ejemplo:
Cada dos meses se están yendo el equivalente a la
totalidad del personal de suboficiales que integran un Regimiento. O sea, si
esto continúa y no se encuentran alternativas, soluciones y/o paliativos, en
los próximos 12 meses, 6 Regimientos no tendrán los cuadros de suboficiales
para sus tareas por mínimas que estas sean.
En los últimos meses, 7 suboficiales especialmente
entrenados que integraban la custodia del Jefe de Estado Mayor del Ejército, se
habrían ido a la Metropolitana.
Cinco Suboficiales que habían sido enviados a Francia
para hacer cursos de mantenimiento de nuevos helicópteros, dejaron la Fuerza al
regresar de su preparación porque tenían ofrecimientos de otros ámbitos muy
superiores en su escala salarial.
Las áreas médicas y sanitarias de las unidades
militares se están vaciando de oficiales médicos ya que sus salarios en la
actividad privada e incluso en los hospitales públicos, es muy superior a sus
salarios militares.
En los primeros 4 meses del año en curso, 60 oficiales
se presentaron para obtener funciones en la Policía Metropolitana, obviamente
porque su preparación y estudios son muy superiores. Para egresar como oficial
deben cursar y aprobar 4 años de carrera, mientras que para ser oficial de la
metropolitana se cursa 1 año de carrera.
En resumen, la situación es por demás delicada, no
solo por el vaciamiento de las ya por cierto escasas y poco provistas FFAA, sino
porque si los caminos alternativos se cierran, no pasará demasiado tiempo hasta
que algunas tensiones generen situaciones que impliquen costos políticos en una
etapa difícil para el nuevo Gobierno. Históricamente ha habido migraciones o si
se quiere deserciones del personal militar hacia ámbitos privados, aunque no en
esta escala numérica, pero esto no sucedía hacia ámbitos policiales ya que la
formación de los oficiales y suboficiales militares les cuesta proyectar su
vocación hacia un mundo definido por la lucha contra los delitos comunes en
tanto que el propio mundo se conforma en relación a la Defensa de la Nación y
no de sus enfermedades sociales internas.
Lo único positivo de esta tensión, por lo menos por
ahora, es que los cuadros de suboficiales y oficiales jóvenes no tienen el más
mínimo parecido con otras situaciones de nuestra historia reciente en lo que a
golpismo se refiere. Esto es muy positivo. Ahora bien, si las situaciones de
fondo no se abordan y se sigue la ruta de las deserciones crecientes y masivas,
el potencial de situaciones con aristas de desorden interior, pueden sucederse
o incluso ser eventualmente funcionales a otros poderes políticos internos
afectados por el nuevo Gobierno.