Por Héctor GIULIANO
(28.1.2017)
El Banco Central no defiende el valor del Peso sino el
valor del Dólar; y lo hace para sostener la política de endeudamiento externo
del gobierno Macri.
Existe una
correlación fáctica entre pago de servicios de la deuda externa y retraso
cambiario en la Argentina.
Tanto la anterior
administración Kirchner como la actual Macri – en línea con los antecedentes
clásicos del Proceso bajo la gestión Martínez de Hoz y de la convertibilidad
menemista de la década del ´90 – practicaron y practican la política de atraso
del tipo de cambio como garantía de pago de servicios de la deuda vigente y de los
servicios adicionales a pagar por la nueva ola de endeudamiento externo en
curso.
Este procedimiento
deriva del hecho fundamental que el Estado recauda sus tributos básicamente en
pesos pero tiene que convertir esos pesos a dólares u otras monedas extranjeras
para cubrir los servicios financieros de la deuda externa del país, por lo que
le conviene y necesita mantener dicho retraso cambiario para poder comprar más
dólares con la misma cantidad de pesos recaudados.
Caso contrario – si
el gobierno produjese una devaluación significativa de la moneda nacional – no
sólo tendría que afrontar una mayor carga de intereses, medidos en pesos, sino
que además vería frustrada la posibilidad de seguir ofreciendo colocaciones de
deuda en divisas.
La Argentina – como
lo hemos señalado infinidad de veces – no paga un centavo de capital por
amortización de su deuda pública sino que renueva o refinancia la totalidad de
sus vencimientos de principal o capital y además toma deuda adicional, esto es,
paga deuda con deuda y agrega más
obligaciones en forma permanente.
Tal procedimiento se
inscribe institucionalmente en un sistema
de deuda perpetua ya que las obligaciones que le caen al Estado tienen que
ser inexorablemente refinanciadas por falta de capacidad de repago.
Lo que sí se paga – y
en ello reside el gran negocio de los bancos y/o inversores financieros
prestamistas – son los intereses de la deuda, que están creciendo a un ritmo
superior al del stock de capital de la deuda.
Este año – como ya lo
hemos explicado en varios trabajos anteriores – según el Presupuesto 2017 (Ley
27.341) los vencimientos de capital suman 58.200 MD[1]
y se prevé la colocación de nueva deuda por 96.400 MD, es decir, que se
autoriza el aumento de la deuda del Estado Central en 38.200 MD durante el
ejercicio.
El total de este endeudamiento
del año por 1.727.200 M$ (≡ 96.400 MD), equivale así en la práctica al 73 % del
Gasto Público, que es de 2.363.600 M$ (≡ 131.900 MD).
Y tal proceso es
institucional y perpetuo para la Argentina porque la deuda constituye hoy la
principal fuente de financiamiento del Estado utilizada para cubrir el Déficit
Fiscal que a su vez deriva de un Gasto Público que está determinado en gran
medida por los servicios de dicha deuda.
El principal destino
de esta política de endeudamiento público es la refinanciación de deuda – vía
novaciones sistemáticas de las obligaciones con el mismo acreedor y/o con
terceros – y la asunción de nueva deuda para sostener las reservas
internacionales del Banco Central (BCRA) y, consecuentemente, el tipo de cambio
al que se valúan dichas reservas.
La paridad cambiaria
contra otras monedas – esencialmente, el dólar – es la variable clave de este
mecanismo de endeudamiento fiscal porque en la medida que la devaluación del
peso sea mayor que la inflación interna la garantía de pago de los servicios de
intereses – que es, repetimos, lo único que se paga en efectivo – será superior
en materia de deuda externa.
El cumplimiento de
esta regla deviene indispensable a la administración Macri para sostener su
política de gobernar con deuda; y así
se dio durante el año 2016, en que la devaluación del peso fue de un 22 %
(21.9 = 15.89 al 31.12.16 / 13.04 $/US$
al 31.12.15) mientras que la inflación del ejercicio fue casi el doble: 40.8 %.[2]
Es importante
observar que para sostener esta política de retraso cambiario - como garantía
de pago de los servicios de la deuda externa – el BCRA, bajo la dirección de
Federico Sturzenegger, mantiene una política de altas tasas de interés que
hasta la fecha ha tenido como consecuencia desatar un proceso de estanflación
en la Argentina (estancamiento con inflación):
a) Con
el argumento de la lucha anti-inflacionaria el BCRA sostiene tasas elevadas de
interés soslayando que la tasa de interés también es un factor de inflación,
que se traslada al sistema de precios a través del costo financiero de las
empresas.
b) Esta
política, empero – como se ve a través
de los indicadores del primer año de gestión del gobierno Macri – no ha dado
resultados prácticos en materia de inflación. [3]
c) Sí
ha provocado, en cambio, caída de los salarios/jubilaciones reales – castigados
económica y financieramente por la inflación – recesión y desempleo, así como
aumento adicional de la Pobreza/Indigencia existente en el país.
d) Por
el contrario, la combinación de altas tasas de interés domésticas con atraso
cambiario ha favorecido y estimulado el negocio financiero de capitales
especulativos o golondrina, agravado con la eliminación de los plazos de salida
de dichos capitales.
e) La
altísima rentabilidad comparativa por arbitraje entre estas elevadas tasas de
interés locales y la estabilidad del dólar con atraso cambiario (una suerte de
retraso vía neo-convertibilidad por banda
cambiaria) se convirtió así paralelamente en un des-estímulo a las
inversiones.
Paradójicamente, el
presidente Macri pide inversiones productivas al empresariado, y
particularmente Inversiones Extranjeras Directas (IED), mientras su política
financiera crea las condiciones inversas para ese tipo de inversiones.
Y tal proceso es, a
su vez, una resultante de su política de
gobernar con deuda, que requiere poder pagar escrupulosamente los servicios
de intereses de la deuda en moneda extranjera ofreciendo como garantía de pago
el mantenimiento de un atraso cambiario.
Se da así el hecho
notable que, en la práctica, el BCRA no defiende el valor del peso – carcomido
por la inflación interna – sino el valor del dólar (como garantía de
posibilidad de pago de los intereses); y ello, como requisito fáctico para
poder sostener su política de mayor endeudamiento externo.[4]
[1] Las siglas MD/M$ indican
Millones de Dólares/Pesos respectivamente y las cifras se expresan siempre con
redondeo, de modo que pueden existir mínimas diferencias entre totales y
sumatoria de términos. Los importes se consignan además, en la mayoría de los
casos, por totales con equivalencia monetaria (pesos/dólares).
[2] Todas las cifras del presente trabajo
están tomadas de datos oficiales provenientes del BCRA y del Ministerio de la Deuda Pública
(denominado oficialmente Ministerio de Finanzas) y/o de los informes internos –
también basados en los números oficiales - de la Fundación Buenos Aires XXI
(que dirige el Dr. Juan Carlos Vacarezza): Informe Monetario/Análisis del
Estado Patrimonial del BCRA (a cargo del Dr. Carlos Ragonesi) e Informe de Inflación (a cargo del Dr. Jorge
Putica).
[3] Estrictamente hablando y a la luz de los
hechos la política anti-inflacionaria del BCRA ha fracasado hasta la fecha,
pudiéndose argumentar en su descargo sólo expectativas de baja y una muy
reciente desaceleración del aumento de los precios, desaceleración que deviene
relativa porque parte de la base de porcentajes elevados producidos bajo la
propia administración Macri.
[4] Las reservas internacionales del BCRA se encuentran
actualmente en niveles artificialmente elevados: eran de 25.600 MD a fin de
2015 y aumentaron unos 13.200 MD durante el año, llegando a 38.800 MD al
31.12.2016; y alcanzando hoy el nivel de 46.600 MD (al 27.1.2016)
Pero decimos que se trata de reservas artificialmente altas porque no son
reservas propias sino sostenidas por deuda cuasi-fiscal del BCRA: 15.500 MD de
encajes bancarios en moneda extranjera y 11.900 MD de Otros Pasivos (subtotal
27.400 MD), a lo que debe agregarse el extraordinario stock de Lebac por
700.000 M$ (698.400 ≡ 44.100 MD), que el Banco mantiene pagando elevadas tasas
de interés para evitar que esos fondos vayan al dólar y terminen mermando las
reservas y aumentando así el tipo de cambio.
Más aún, gran parte de las divisas que
constituyen las reservas del BCRA provienen no solamente de deudas propias sino
también de deudas por préstamos externos no utilizados recibidos por el Tesoro
Nacional (e incluso por las provincias y empresas del Estado, como YPF), que
fueron otorgados por bancos comerciales y organismos financieros
internacionales, así como de las fuertes colocaciones de bonos en moneda
extranjera que se han venido produciendo.