Alberto Buela (*)
Antes que nada hay
que aclarar, que el peronismo se ha convertido en un universalismo más, como la
latinidad o la humanidad, que a santo de tantas definiciones dispares lo dejaron
vacío de contenido. Además, sus actuaciones lo confirman. Así, en setenta años
de existencia pasó por las más variadas tendencias: de liberal con Menem a
demócrata progresista con Kirchner y de
nacionalista con el primer Perón a socialcristiano con Duhalde.
Hoy a finales del
2016 y luego de un año de gobierno social liberal no podemos saber donde está
parado. Al gobierno de Macri lo definimos como social liberal porque ha
distribuido más subsidios del Estado que los Kirchner y aumentó el gasto
público, de ahí que algunos analistas lo denominen “kirchnerismo de buenos
modales”.
Lo cierto es que
durante este año, los factores de poder de la sociedad perdieron todos, salvo los piqueteros y las
organizaciones sociales que recibieron $ 30.000 millones de pesos y
administración de obras sociales. El resto: las CGTs, la CTA, las Pimes, las grandes
empresas, la Iglesia, la Universidad, los lobbies comunitarios, los mass media,
los partidos políticos, etc. se mostraron en retroceso. Hay mil datos que
prueban esto.
La dirigencia
peronista o mejor aun, sedicente peronista, los que se dicen de sí mismo
peronistas, luego de la regencia kirchnerista, está saltando de rama en rama.
Así, ora van con Macri, luego con Massa, los menos con Cristina, nadie con
Scioli, algunos con Urtubey y todos dentro del partido peronista que es un
sello de goma comandado por el ex gobernador de San Juan, Gioja, “gerente del
cáncer en Argentina” con su triste record mundial en la sufrida Jachal.
Parece ser que una tenue luz asoma en el horizonte del
estos sedicentes peronistas y es la figura de Vidal, la gobernadora de la
provincia de Buenos Aires. La orden, como un reguero del pólvora, corrió entre
todos los fragoteadores y mentideros políticos: “hay que ir en auxilio de
Vidal”, que es una variante del viejo apotegma: “siempre prestos en auxilio al
vencedor”.
La sedicente dirigencia peronista para seguir existiendo
no solo tiene que acercarse raudamente a Vidal sino que tiene que asumir y
difundir un discurso antiglobalista, no
conformista, de defensa de los bienes del Estado. En una palabra: soberanista.
Con un discurso opuesto al que produjo estos últimos treinta años desde la
restauración democrática del 83 hasta ahora.
En un último
esfuerzo por conservar el poder, Macri introdujo, con Dujovne como ministro de
hacienda, al lobby hebreo en le manejo directo de la economía nacional. El tema
es que la carnalidad del lobby y su afán de riquezas es más fuerte que la
austeridad que pueda proponer un ministro.
Todo parece indicar
que los sedicentes peronistas están más cerca de la guitarra, mientras Macri lo
está del arpa.