Alberto Buela (*)
Luego de un año de
gobierno y llegando a los días finales del 2016 el gobierno argentino tiene
formalmente el poder pero no logra la obediencia de casi nadie. En términos
clásicos podemos decir que tiene el poder pero carece de imperio. Esto hace que
cada medida política que toma, cuando toma alguna, tiene siempre que reverla o
revisarla porque va para atrás.
Esta carencia de
imperio ha hecho que en un año surjan en la comunidad política incontables
grupos de oposición que lentamente, pero en forma inexorable le van recortando
el poder. Así, CGT, CTA, movimientos sociales, movimientos, puramente,
piqueteros, grupos de diferentes iglesias, lobbies de minorías (gays,
lesbianas, indigenistas, etc.), grupos mediáticos (Clarín, los de los kirchneristas:
C5N, Canal 23, Tiempo Argentino, Página 12, etc.). Ni que decir de los grupos
concentrados de la economía, que se están haciendo su agosto con este gobierno.
En una palabra, el
gobierno nacional sin aparato político, salvo la estructura del radicalismo, se
encuentra en la disyuntiva de tener formalmente el poder pero no logra la
obediencia de sus súbditos ni por la fuerza ni por la persuasión.
La vida en la
ciudad de Buenos Aires se ha tornado invivible por cortes de calles, piquetes,
huelgas sorpresivas. Los medios de locomoción (trenes, metros, buses, aviones)
dejan de a pie a millones de trabajadores por cualquier medida arbitraria. En
definitiva, este gobierno nos está llevando a vivir en una sociedad sin
sanción, sin normas, anómica, que es la mejor manera de no-vivir.
La comunidad
nacional se maneja en una especie de “fuerza de las cosas” que la diluye
política, económica, social y culturalmente.
Hay un principio filosófico que dice: nadie puede dar lo
que no tiene. Y este gobierno no tiene imperio, carece de la facultad de
hacerse obedecer, no soluciona los conflictos sino que, simplemente, los
administra.
Borges tenía razón
cuando afirmaba que Buenos Aires no es una ciudad sino un país, y lo que suceda
en este paisito, afecta a todo el país. Y sucede que como en París donde hace
muchos años que no hay parisinos, tampoco aquí hay porteños. Si hasta los
locutores pajueranos hablan de “la Pampa y la Rioja”, cuando las calles son
Pampa o Rioja.
Las grandes
ciudades de los países emergentes, periféricos, ayer llamados del tercer mundo,
se van transformando en una verdadera bazofia humana. La suciedad, la
inseguridad, la falta de decoro, de gentileza, de buen gusto, de elegancia,
pulula por doquier. La violencia, el grito soez, la amenaza, el hedor, la
basura, son sus actuales dueños.
Los dirigentes
peronistas, o mejor pseudos peronistas, cuya mayor virtud es correr siempre en
auxilio del triunfador, lentamente se van corriendo de lado porque ven que el
gobierno de Macri es un Holzwege, un
camino que no va a ninguna parte. Y si los dirigentes peronistas se corren de
la huella es porque no le ven mucho hilo en el carretel.
Todo ello plantea
una disyuntiva de acero para el 2017: o el gobierno se alía con los peronistas
o vegetamos hasta el 2019. Esta falta de expectativas políticas hace que la
Argentina no sea ni un mercado apetecible por los poderes indirectos
internacionales (los dólares no lloverán)
sino que quedará reducida a la explotación y saqueo de los grupos ya
instalados acá. Nihil novo sub sole.
Hoy los más lúcidos
pensadores de España, de Italia, de Portugal o de Francia ( Pérez Reverte,
Esparza, Veneziani, Gambescia, Duarte, Gonçalves, de Benoist, Micéa, nombro dos
por país, sabiendo que hay centenares) le están diciendo a sus gobiernos que el
proyecto moderno está agotado, que el multiculturalismo es un error garrafal,
que el igualitarismo es una falsa bandera, que la globalización pierde a los
pueblos, que los derechos humanos son un engaña pichanga, que la democracia
liberal hambrea a los pueblos, que el progresismo socialdemócrata es un
simulacro para explotar a los pueblos, que la dirigencia política internacional
es un cuerpo altamente rentado por el imperialismo internacional del dinero y
los lobbies mediáticos, que le fabrican sus discursos.
No obstante, parece
ser que el mundo se dirige a una concentración desorbitante de la riqueza y a
una extensión desmesurada de la pobreza y falta de trabajo
No se puede salir de una situación de dependencia y
extrañamiento con los mismos mecanismo que nos llevaron a ella. Tenemos que
inventar nuevas formas para gobernarnos. En el mientras tanto, para seguir
vivos, debemos ejercer el disenso y el pensamiento no conformista.