Alberto Buela (*)
Como en este trabajo vamos a hablar de dos temas que se
desconocen, esto es, de LLambías de Azevedo como filósofo uruguayo, lo más
apropiado será que hagamos una breve
presentación de ambos temas. El Uruguay es un paisito, como le llaman los
orientales, que tiene 3,2 millones de habitantes, donde casi la mitad vive en
Argentina. Fue creado por la masonería inglesa a través de Lord Ponsomby, de
allí que su máximo historiador, Washington Reyes Abadie lo denomina
“Ponsombilandia” para cumplir la función de colchón entre Brasil y Argentina,
pero en realidad terminó siendo el lugar de vacaciones de las burguesías de
ambos países.
Se destacan como pensadores y maestros de filosofía una
decena de personajes, el resto es todo episódico. Como pensadores tenemos a:
José Enrique Rodó (1871-1917); Ariel (1900); Motivos de Protéo y El mirador de Próspero (1913); Alberto
Zum Felde (1888-1976) Proceso intelectual
del Uruguay (1930) y El problema de la cultura americana (1943); Arturo
Ardao (1912-2003) La filosofía del
Uruguay del siglo XX (1956) y La inteligencia latinoamericana (1987); Carlos
Real de Azúa (1916-1977) Uruguay ¿una
sociedad amortiguadora? (1985); Alberto
Methol Ferré (1929-2009) El Uruguay como
problema (1967) y La América Latina del siglo XXI (2006).
Y como maestros de filosofía: Carlos Vaz Ferreria
(1879-1958)
Fermentario
(1909) y Lógica viva (1910); Emilio
Oribe (1893-1975)
Teoría del Nous
(1934); Juan
Llambías de Acevedo (1907-1972)
Eidética y
aporética del derecho (1940); Un diálogo con Heidegger (1955); Notas sobre la
situación y la decisión (1958) y Max Scheler (1966); Mario Samborino (1918-1984) Investigaciones sobre la estructura
aporético dialéctica de la eticidad (1959) y La cultura nacional como problema
(1960); Javier Sasso (1943-1997) Ética
filosófica en América latina (1987); Carlos Mato (1932-2003) La filosofía en el Uruguay (1987);
Mauricio Langón (1943- ) Antología del
pensamiento crítico (2012).
De estos últimos el que se destaca con algún rasgo
filosófico propio es Llambías de Azevedo, y eso es lo que pretendemos mostrar
acá.
I- Llambías de
Azevedo y la función de la filosofía
Nació y murió en Montevideo (1907-1972) fue abogado,
profesor universitario y ensayista, autor de múltiples artículos y una docena
de libros. Se destacó, en su primera producción, en el campo de la filosofía
del derecho para pasar, en una segunda etapa, a sus estudios sobre
fenomenología alemana y existencialismo francés.
En el Uruguay, ha reconocido el estudioso oriental Arturo
Ardao, fue el intérprete por excelencia de la filosofía alemana posterior al
neokantismo.
Dice de él su compatriota Carlos Real de Azúa en su
magnífica Antología del ensayo uruguayo
contemporáneo:
“La filosofía tradicional, la fenomenología, la axiología de línea
objetivisable Scheler y Hartmann y, con
posterioridad, el existencialismo cristiano forman las coordenadas sobre las
que es posible trazar el perfil de la especulación del autor”.
La primera etapa de su pensamiento estuvo dirigida, como
afirmamos, hacia la filosofía del derecho y así desarrolla su pensamiento en
varias obras: La filosofía del derecho de
Hugo Grocio (1935), Estética y aporética del derecho (1940), El sentido del
derecho para la vida humana (1943), La justicia prospectiva (1949),
comunicación el Congreso Nacional de filosofía de Argentina. El pensamiento del derecho y del Estado en
la antigüedad (1952).
Pero con los años fue acercándose más a la filosofía stricto sensu, y así aparecen sus obras
sobre El antiguo y el nuevo Heidegger
(1958), su brillante opúsculo de carácter schmittiano Nota sobre situación y decisión (1959), el voluminoso Max Scheler (1966), seguramente el
estudio más profundo en lengua castellana sobre el filósofo de Munich, y su
tantas veces editado Manual de metafísica
(1970).
El estilo de Llambías es claro, simple y a la vez
profundo y atrayente. No fue un scholar, un
erudito de la filosofía, se manejó en la zona fronteriza entre el ensayo y el
tratado. Y frente a los filósofos de moda en su tiempo como Sartre, supo
ejercer la sana libertad con una crítica punzante y mordaz.
Su reconocida posición católica y antiliberal en un
pequeño país, manejado ab ovo por la
masonería, le cerró algunas puertas que le hubieran permitido un mejor y mayor
desarrollo a su pensamiento.
Buscó a lo largo de toda su meditación la explicitación
de la naturaleza humana que la concibió como sustancial y permanente, pero al
mismo tiempo intentó la comprensión de la situación desde donde se hace
filosofía.
Hablando sobre su filosofía afirmó: “Pero la filosofía no es tampoco como el búho de Minerva que eleva su
vuelo solo al atardecer. La filosofía tiene su tarea formadora y su poder
efectivo. Como análisis de la crisis o como estímulo de la misma, como
dogmática o como aporética, ella señala siempre a la persona humana y su puesto
en el universo y vuelve clara la conciencia de su finitud. Prepara al hombre de
buena voluntad para descubrir el vínculo invisible que lo une a la Persona de
las personas y al Valor de los valores”
Fue un filósofo situado, defensor de la singularidad
americana y del valor universal del saber filosófico. Y en este sentido puede
decirse que su producción es marginal o no conformista respecto de lo que hoy
llamamos pensamiento único.
Dentro del significativo aunque limitado número de
filósofos uruguayos se destaca LLambías
por ser el que ha desarrollado una mayor y mejor profundidad metafísica.
II- La decisión en Llambías y Schmitt
De todos los trabajos de Llambías el que se destaca por
su originalidad es Notas sobre la
situación y la decisión (1958) y sobre el cual nos vamos a detener.
En el fenómeno de la situación hay que distinguir cuatro
elementos que la constituyen: la ubicación, el medio, la circunstancia y la
intrastancia. La ubicación es un
concepto físico y es el que tienen los entes en su determinación espacial. El
medio es un concepto biológico que tienen los seres vivos. La circunstancia es
un concepto antropológico objetivo que comprende el lenguaje, el derecho, los
usos, las opiniones recibidas, las instituciones: familia, iglesia, fábrica,
universidad, etc. y las relaciones particulares: amigos, enemigos, compañeros.
La intrastancia es un concepto antropológico subjetivo que comprenden los
estados de ánimo, sentimientos, ideas, convicciones, creencias, prejuicios,
esperanzas, temores etc. todo ello forma la circunstancia interna del
hombre.
Si bien la situación comprende todos estos elementos para
entrar en acto requiere ser interpretada. Solo una situación es tal cuando es
comprendida. Reiteramos, una situación no es un conjunto bruto de componentes
objetivos y subjetivos sino que llega a ser tal cuando el sujeto comprende ese
conjunto y ahí, y recién ahí, nace la decisión. De modo que podemos afirmar que
toda decisión es relativa a una situación determinada.
La modificación de una situación dada puede provenir de
un factor externo al sujeto o por una decisión de éste. De modo tal que las
decisiones quedan integradas a una nueva situación.
Siguiendo el viejo adagio latino a fronte praecipitium, a tergo lupi (adelante el precipicio, atrás los
lobos), lo que traducido en criollo es estar entre la espada y la pared,
Llambías distingue entre decisiones a
fronte, que son las que se toman en función del horizonte de la situación y
las decisiones a tergo, que son las
que se toman para modificar un componente de la situación misma y luego obrar.
Toda decisión a tergo está al servicio de una decisión a fronte. Cuando el sujeto va a tomar
una decisión lo primero que hace es intentar comprender acabadamente la
situación (decisión a tergo), para
tomar luego una decisión a fronte. Pienso
realizar un viaje y entonces reviso el auto, la ropa, el dinero, etc. (decisión
a tergo), luego tomo la decisión a fronte y hago el viaje. La
decisión es un salto que conduce a una situación completamente nueva.
La decisión está intrínsecamente vinculada a la libertad
que se expresa como libertad negativa cuando se es libre de…cadenas, barrotes,
etc. o como libertad positiva cuando se es libre para…realizar los valores que
se levantan en la conciencia. Una es la libertad a quo (desde el cual) vinculada a la decisión a tergo y otra es la libertad ad
quem (para lo cual), vinculada a la decisión a fronte.
Si se sostiene entonces que existe libertad de decisión y
que la decisión por sí misma hace bueno al acto, con independencia de los
principios, estamos en presencia de una ética de la decisión o del
decisionismo. Corriente filosófica que encontró su mejor expresión en la máxima
de Hobbes: auctoritas, non veritas fecit
legem. El máximo representante en el siglo XX fue el iusfilósofo Carl
Schmitt (1888-1975): la decisión libre y soberana es solo la de quien decide el
estado de excepción. Es la suspensión del orden jurídico in totum. Así el principio del orden
pasa de la norma (orden jurídico) a la decisión del soberano. Y si, según
Schmitt: “Todos los conceptos
sobresalientes de la moderna teoría del Estado son concepto teológicos
secularizados”, la decisión encuentra un
claro reflejo en el fiat del Dios
creador.
No sabemos si Llambías leyó a Schmitt cuya Teología política tuvo una primera
impresión en 1922, siendo la traducción de Francisco Javier Conde en 1934,la
primera en castellano. Pero lo cierto es que se respira un cierto aire de
familia en el tratamiento de la decisión.
Todo sujeto en la toma de decisiones debe deliberar sobre
los medios y comprender previamente la situación; el soberano también, pues la
decisión sobre el estado de excepción no nace ex nihilo sino que es producto de una interpretación de la
situación de crisis aguda. En el caos nada es injusto pero tampoco justo, la
decisión recrea un orden o crea un orden nuevo. Así, lo que es orden para
Schmitt, es situación para Llambías, pero ambos están hablando, mutatis mutandi, de lo mismo. Uno desde
la ciencia política y otro desde la filosofía.
Lo lamentable es que el uruguayo sea un desconocido o
postergado y los estudiosos, tanto europeos como americanos, no lleguen a leer
sus ricas meditaciones.