La Nación, editorial, 12 DE ABRIL DE 2017
El temporal hizo verdaderos estragos en Comodoro
Rivadavia, cubierta todavía por el barro
Desde comienzos del verano hasta el inicio del otoño,
el comportamiento climático en extensas partes del país ha sido de lluvias
copiosas, con una continuidad y caudal de difícil memoria.
Ese tiempo tan fuera de lo normal había sido precedido
por sequías que hicieron impacto en el sur bonaerense y en algunos otros
lugares del país, al punto de llamar en su conjunto la atención sobre si no han
sido manifestaciones del cambio sobre el cual están previniendo a la población
mundial científicos de las más diversas nacionalidades. Desde estas columnas
editoriales hemos acompañado la preocupación expuesta por especialistas de
reconocida solvencia internacional y hemos estimulado la firma de acuerdos por
los cuales los gobiernos se comprometan a reducir efectivamente las emisiones
de dióxido de carbono y de otros contaminantes ambientales que comprometen la
temperatura media del planeta.
Pero también llevamos años -décadas para ser más
precisos- de imprevisión gubernamental para anticiparse a las consecuencias de
desastres naturales. Eso incluye la descalificación permanente de las promesas
de las campañas políticas que se olvidan cuando se llega al poder. Lo que ha
ocurrido con la cuenca del Salado -descripto por Ameghino en 1886 hasta en sus
soluciones- a lo largo de 130 años es un muestrario de las deficiencias
asombrosas de las burocracias de la provincia y la Nación.
En los últimos diez días las lluvias alcanzaron en
algunos lugares la magnitud que tuvieron en enero en zonas rurales y poblados
del sur de Santa Fe, con el Arroyo del Medio en la más alta cota de la que
hubiese memoria. Como suele ocurrir con devastaciones que asuelan en un mismo
momento a muchas provincias, las tierras de la cuenca del Río V se hallan entre
las más afectadas.
Un balance provisional de los perjuicios causados en
10 provincias muestra que la peor situación es la de la ciudad de Comodoro
Rivadavia, con más de 2000 viviendas destruidas y un cuarto de millón de
personas privadas de agua potable. En Tucumán, el desastre producido por las
lluvias se extendió desde Faimallá hacia el Sur. Salta y Santiago del Estero
también han padecido las derivaciones del fenómeno.
En La Pampa, cayeron en una semana entre 400 y 600
milímetros en Villa Marisol y Colonia Barón, y entre 500 y 600 milímetros en
ingeniero Luiggi y Alta Italia. Otro tanto ha sucedido en Santa Rosa, capital
de la provincia. Entre Intendente Alvear, La Pampa y General Villegas, en
Buenos Aires, los campos inundados y los caminos intransitables han sido desde
meses una realidad dolorosa. Se ha perdido forraje para la hacienda y se han
producido fuertes pérdidas con vistas a los rendimientos de soja. En rigor, en
muchas partes de la zona núcleo las plantas, de alto porte y suficientes nudos,
vienen demostrando tras la cosecha que los excesos de agua, por mayor que haya
sido el escurrimiento, terminan por afectar el peso de los granos.
Ha llegado el momento de adoptar decisiones que
neutralicen hasta donde sea posible para el futuro los males que ahora no
tienen otro remedio que la suspensión de tributos fiscales y el concurso
solidario de organizaciones no gubernamentales y de ciudadanos sensibles.
Como en otros tiempos, son bienvenidas las colectas
públicas que buscan paliar daños materiales y contribuyen a fortalecer los
lazos espirituales entre habitantes de las distantes regiones del país. Es la
oportunidad de multiplicar lazos de tan valiosa naturaleza.