La Cámara Argentina de Comercio y Servicios, con sus 93 años de vida, es una entidad sin
filiación política, pero que siente la responsabilidad de expresar su opinión
cuando lo que está en juego es el bien común de nuestro país.
Consideramos que la Argentina atraviesa momentos
difíciles y decisivos. Pareciera que no hay conciencia en buena parte de
nuestra sociedad de que la crisis de las últimas décadas hizo estragos casi
irreversibles. No son insolubles el déficit fiscal, la inflación reprimida, la
liquidación de las reservas del BCRA, la pobreza, la indigencia, el
narcotráfico, la drogadicción y la inseguridad. Tampoco son irreversibles el
deterioro educativo, el aislamiento internacional, la intolerancia, el
revanchismo y el debilitamiento de la división de poderes que se instalaron en
años anteriores. Estas son cuestiones que podrían tener solución en el corto o
mediano plazo.
Hay un hecho de mayor gravedad: es la mutación de la
naturaleza cultural, moral y ética en alguna parte del pueblo argentino, de una
desintegración de valores vinculados a la falta de respeto por la ley, a una
visualización del adversario como enemigo, a la destrucción de la cultura del
trabajo, a la expansión de un comportamiento corrupto, que se extiende desde lo
más encumbrado de la sociedad hasta las capas más humildes. La honestidad, la verdad, la responsabilidad ya no
son patrimonio cultural de la Argentina. Este es un daño premeditado: modificar
los valores y el sentido común de la gente, es el objetivo que está en la mente
de quienes hacen culto de la intolerancia. Tal perjuicio requerirá, para su
reversión, al menos el paso de más de una generación.
La apología de un pasado violento y la falta de respeto
hacia las instituciones republicanas por parte de algunos, la especulación
electoral, el desorden público generalizado, las huelgas desnaturalizadas por
apetencias políticas, son solo una síntesis de un clima que nos perjudica y
afecta a todos los argentinos, provocando desazón e incertidumbre, tanto hacia
adentro como desde fuera de nuestro país.
Parece estar en peligro la unidad misma de la Nación. La división y la exclusión de quien piensa diferente
está predominando. Lo que está en juego no es poco y requerirá una actitud y
conducta de grandeza por parte de la dirigencia empresaria, sindical, política
y social, así como de los poderes de la República en sus tres expresiones.
Necesitamos terminar con los profundos desencuentros
que sufrimos por décadas y detener la escalada desestabilizadora en curso.
No se trata de hacer todo lo que el Gobierno propone.
Se trata de ayudarlo a hacer lo que debe.
(Infobae, 18-4-17)