miércoles, 31 de mayo de 2017

LA RENUNCIA DE SUSANA MALCORRA


por Hernán Andrés Kruse
Informador Público, 31-5-17


Si bien la renuncia de Susana Malcorra tomó de sorpresa a la opinión pública, la ahora ex funcionaria había avisado al gobierno hace dos meses su intención de abandonar la cancillería. Apenas enterado de la noticia, Alfonso Prat-Gay, ex ministro de Hacienda, no ocultó sus intenciones de ocupar el cargo vacante. Para ello comenzó a conversar con Marcos Peña, jefe de Gabinete, quien en las últimas horas también lo descartó para una embajada. 

El presidente de la nación, flanqueado por Peña y la propia Malcorra, fue el encargado de informar su salida: “Nuestra canciller nos abandona, no del equipo, pero sí como canciller. Por temas estrictamente personales va a dejar de ejercer este rol”. Sin embargo, la ahora ex canciller retendrá un cargo de asesora con rango de ministro, que ejercerá en su nuevo lugar en el mundo, España. Su reemplazante es el embajador argentino en Francia, Jorge Faurie. Malcorra no fue la única interesada en acceder a la cancillería. Desde un principio Prat-Gay no ocultaba sus ambiciones en ese sentido, pero se estrelló contra la negativa del Gobierno. Durante su gestión Malcorra atravesó varias situaciones conflictivas, como la gaffe del presidente cuando se encontró cara a cara con la premier Theresa May para hablar sobre las Malvinas, su fallida postulación para acceder a la secretaría general de la ONU, y la intención de adquirir armamentos norteamericanos. 

Luego de su traspié en su intento por ser Secretaria General de la ONU, varios miembros del gobierno intentaron desplazarla pero el presidente la sostuvo. ¿Qué razones llevaron a Malcorra a renunciar ahora? En el gobierno consideran que uno de los motivos fundamentales de su alejamiento es el agravamiento de una enfermedad que sufre su esposo, que vive en Madrid junto a su hijo. Sin embargo, la ex canciller se ocupó de desmentir semejante rumor. Fuentes oficiales confirmaron que el presidente sabía de las intenciones de Malcorra hace sesenta días. En la conferencia de prensa de despedida, el presidente se limitó a expresar: “Nuestra canciller nos abandona. Fue una colaboradora fundamental y la vamos a extrañar, por más que va a seguir siendo parte del equipo desde España, donde va a vivir”. Y agregó: “Cuando Marcos y Fulvio (Pompeo) me propusieron a Susana, que no la conocía, le dije que tenía un compromiso de convocar a los mejores. No nos equivocamos. Cuesta encontrar en la historia una canciller como ha sido Susana. Todos saben que trabajaba como jefa de gabinete del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y desde ahí conoció a mucha gente. La vamos a extrañar”. 

A la hora de dar las explicaciones correspondientes, Marcos Peña anunció la identidad del reemplazante de Malcorra y explicó el nuevo rol de la canciller: “Susana va a seguir siendo asesora del presidente, con rango de ministro, desde su residencia en España”. Sobre los motivos de su renuncia la ex canciller reconoció que existían “tensiones entre mi responsabilidad de representar a la Argentina en el mundo y mis obligaciones familiares”. La oposición no piensa lo mismo. Según Héctor Recalde, jefe del bloque del FPV en Diputados, “no ha sido brillante el desempeño de la canciller. Más que motivos personales, me parece que hay otros motivos. Y Odebrecht no es ajeno a esto. Encuentro una relación, porque evidentemente los acuerdos que trató de hacer el Gobierno con Odebrecht cuando no tenía facultades, Malcorra no puede estar ajena a esto. Hay que ver los antecedentes de esto”. La respuesta de Malcorra no se hizo esperar: “la imaginación de Recalde no tiene límites” (fuente: Werner Pertot, “Ni en la ONU ni en Cancillería”, Página/12, 30/5/017).

El presidente de la nación designó en reemplazó de Malcorra a un diplomático de carrera, el menemista Jorge Faurie, quien en 2002 fue vicecanciller de Carlos Ruckauf en la época en que el ministerio de Relaciones Exteriores fue organizado por el secretario de Culto Esteban Caselli. Enterado de la decisión presidencial el embajador en Francia partió inmediatamente desde París rumbo a Buenos Aires, donde inmediatamente se dirigirá al edificio de cancillería, situado en Esmeralda y Arenales. Faurie sólo estuvo en el edificio de la Cancillería en una oportunidad, precisamente cuando Rucucu y Caselli lo pusieron como número dos. El canciller de Duhalde no sólo fue generoso con Faurie. En ese entonces (presidencia de Duhalde) convocó a un joven economista egresado de Harvard, Martín Redrado, para que tomara en sus manos todo el sector comercial y financiero. Con la llegada de Kirchner al poder Redrado llegó a la presidencia del Banco Central. 

El equipo de Rucucu se completó con un funcionario que hoy es relevante dentro de la estructura de gobierno de Macri: Fulvio Pompeo. Siendo subsecretario de Asuntos Institucionales del paladín de la mano dura, Pompeo adquirió una experiencia que luego, al acercarse a Macri, le resultaría muy útil para moverse como pez en el agua. Faurie es un típico burócrata estatal. Jamás demostró ser un avezado teórico de las relaciones exteriores. Nunca hizo sesudos análisis sobre las relaciones de nuestro, país con Brasil, Estados Unidos o China. Tampoco hay, cabe reconocer, registro de actitudes públicas que lo invaliden para ocupar la cancillería. No se opuso al ALCA ni fue un crítico del golpe de estado contra Rousseff. Tampoco se mostró partidario del chavismo. A diferencia de Macri y Malcorra, que se mostraron abiertamente pro Hillary Clinton, Faurie tuvo una virtud: no abrió la boca. Es un práctico, como lo son muchos de los miembros de la Casa Blanca, el Consejo de Seguridad Nacional y el Departamento de Estado de Estados Unidos. 

La administración de Trump actuará respecto a Faurie como lo hace siempre: lo analizará para ver si realmente cumple con los postulados de la política exterior de Macri-relaciones carnales, apertura comercial y financiera, apoyo al golpista Temer, cuestionamiento al chavismo y endeudamiento récord con Wall Street-. Faurie conoce a la perfección todos los peligros que presenta el mundo de la diplomacia. Demostró habilidad para esquivarlos ya que, en caso contrario, no hubiera llegado a la cúspide de su carrera: la jefatura de la diplomacia argentina. Sus antecedentes son muy diferentes a los de su predecesora. Mientras Malcorra desarrolló gran parte de su actividad profesional en el ámbito privado (IBM, Telecom). Faurie forma parte de la cofradía diplomática. Así como Malcorra jamás osó desafiar a Macri ni tomó decisiones en beneficio personal, lo más probable es que Faurie siga su ejemplo. A diferencia de muchos de sus colegas, Faurie tuvo la astucia de utilizar en su provecho un cargo muchas veces ninguneado por los políticos: la jefatura de Ceremonial. Al detentar ese cargo Faurie llegó a conocer al dedillo la logística y tratar con todos y cada uno de los funcionarios. El flamante canciller llegó a ser director del área en la provincia de Buenos Aires cuando Ruckauf era gobernador. Con anterioridad, entre 1998 y 1999, fue, como expresamos precedentemente, Director Nacional de Ceremonial. Es un puesto que tiene incumbencia en las actividades que realiza el presidente de la nación. De esa forma, Faurie llegó a tener un contacto estrecho con el círculo íntimo del por entonces presidente Menem, lo que le permitió conformar una sociedad nada más y nada menos que con uno de los secretarios privados del presidente, Ramón Hernández. 

La embajada en Lisboa le permitió quedar a salvo del escándalo de la sociedad Costes, a la que curiosamente omitió incluir en su declaración jurada. Nacido en 1951, Faurie tiene categoría de embajador extraordinario y plenipotenciario desde casi dos décadas. Durante la presidencia de Alfonsín trabajó en el área de política latinoamericana conducida primero por Raúl Alconada Sempé y luego por Alberto Ferrari Etcheberry. Durante el menemato fue hombre de confianza del vicecanciller de Guido Di Tella, Andrés Cisneros, llegando a ocupar la jefatura de Gabinete de Cisneros entre 1997 y 1998 y director del área Mercosur entre 1992 y 1994 (fuente: Martín Granovsky, “Faurie, de Menem y Ruckauf a Macri”, Página/12, 30/5/017).

En su edición del 30 de mayo, La Nación publicó un artículo de Pablo Mendelevich titulado “El triunfo de Cristina Kirchner”. Sus párrafos salientes son los siguientes: “Imaginemos a un búlgaro que acaba de llegar de visita a la Argentina. Para practicar su buen español enciende el televisor del hotel y se topa con una entrevista que le hacen entre cuatro a la ex presidenta Cristina Kirchner. Interesante. Nuestro hombre ya había escuchado en Sofía que penden sobre Cristina múltiples causas judiciales, inclusive sospechas que la relacionan con el presunto asesinato de un célebre fiscal, quien la investigaba y apareció muerto horas antes de denunciarla” (…) “¿Es ella?”, se pregunta. “¿Se trata de la misma persona?”. La corrupción casi ni aparece durante la verborrágica exposición televisiva. No luce como alguien afligido por un eventual destino tras las rejas. Da mil explicaciones, pero son sobre otros asuntos. Explica y explica, no quiere que la interrumpan. Quienes la interpelan la escuchan con aire reverencial. Los temas acaso evocan la agenda de un típico opositor radicalizado, uno muy frontal” (…) “Describe un país maravilloso, feliz, que resultó arrasado en pocos meses por la malicia de su sucesor. El pueblo fue engañado, dice, por quienes ganaron las presidenciales, que el partido de la señora perdió por obligarse a decir sólo verdades, textual” (…) “La ex presidenta se toma un tiempo para apostrofar a los periodistas que tiene delante, les marca qué cosas deben importarles y cuáles deben omitir, pero entre estas últimas, curiosamente, tampoco la corrupción aparece mencionada” (…) “Muchos televidentes, argentinos, ya no turistas, han fustigado a los entrevistadores de aquella noche por no haber hecho bien el trabajo de representar al verdadero periodismo. Tal vez nadie se percató de que el aporte de los cuatro que le daban tiempo a la deponente para tomar agua no consistía en representar a ningún periodismo sino, sin proponérselo, al peronismo. 

Es el peronismo con sus omisiones cuidadosamente seleccionadas el que está callando las preguntas que habría que hacerle a Cristina Kirchner” (…) “El silencio del peronismo, en cambio, es la novedad más importante de este momento político: gracias a él, la responsable de uno de los gobiernos más corruptos de la historia se convirtió por deslizamiento en una respetable dirigente política quien, plantada cual De Gaulle en el centro del escenario, estudia si será o no candidata, como si las causas judiciales hubieran pasado a ser cuestiones pertenecientes a su esfera íntima” (…) “Vaya paradoja, acá Cristina tendría razón, Macri no estaría cumpliendo con sus promesas de campaña (combatir la corrupción). Y mientras tanto los jueces y los fiscales acompañan con una inexplicable calma chicha. ¿Qué los sosegó? ¿Cómo pasaron de escarbar la tierra patagónica con excavadoras para encontrar tesoros kirchneristas enterrados a contribuir a que la imputada nacional vocifere impune que se vuelve pronto de Europa porque la Patria la necesita? Hay que reconocerle a Cristina Kirchner este triunfo, el de su transfiguración sin bótox ni bisturí. Fue gracias a su talento político…también a su profundo conocimiento del peronismo. 

Ella sí recordó que el peronismo es antes que nada una cultura victoriosa, un partido del poder, tan inexistente antes de 1945 como el kirchnerismo antes de 2003. No hay como ganar, no hay como volver, poco importa si es para alzar las banderas de la lucha contra el terrorismo de Estado (los Kirchner) o para instalarlo (Isabel y López Rega), para volver a sembrar la industrialización (Duhalde) o para destruir la industria nacional (Menem)” (…) “La victoria es sagrada. ¿Algo más transparente que ponerse Frente para la Victoria? De allí que una vez que en el ambiente político se les dio verosimilitud a las encuestas que decían que en el conurbano profundo Cristina Kirchner tenía una intención de voto envidiable…se suspendieron las preguntas. ¿A qué seguir preguntándose si robó o no robó? ¿Para qué repetir la cantinela de que vamos a esperar que la Justicia determine si hubo o no funcionarios kirchneristas que se enriquecieron a costa del Estado? Cancélese el tema. Que no se hable”.

En la misma edición, La Nación publicó un artículo de Fernando Laborda titulado “¿Puede la economía no influir en las urnas?”. Sus párrafos salientes son los siguientes: “Tras el virtual lanzamiento de la campaña electoral, con las rutilantes apariciones públicas de Cristina Kirchner, por un lado, y de Sergio Massa y Margarita Stolbizer, por otro, ha quedado claro que el eje sobre el cual machacarán las principales figuras de la oposición será la marcha de la economía, mientras que el oficialismo macrista se refugiará en la opción entre el cambio o la vuelta al pasado” (…) “Según señalan el gurú del primer mandatario (Durán Barba) y su colega Santiago Nieto en su libro “La política en el siglo XXI”, de inminente aparición, si se analiza el conjunto de mensajes que se intercambian en la red, puede constatarse que la gente no sólo habla de sus necesidades económicas y que tampoco es ésa la temática predominante en la red” (…) “El Interbarómetro, un estudio que semanalmente realiza la Fundación Cigob junto a la firma Autoritas Consulting para monitorear las conversaciones en Internet referidas a actores políticos y problemas de la vida cotidiana, refiere algo parecido. 

Al analizarse la evolución de la conversación en la red acerca de distintas problemáticas entre noviembre de 2016 y abril último, se advierte que los temas de la justicia aparecen en primer lugar con alrededor de 1.069.000 menciones; en segundo lugar, se halla la corrupción, con 815.000 menciones; en el tercer puesto, la educación, con 607.000; en cuarto lugar, la seguridad, con 457.000. Siguen la energía, con 251.000; las jubilaciones, con 240.000; la pobreza, con 234.000, y la inflación, con 212.000. En conclusión, a los argentinos, efectivamente, hay otras cuestiones que parecen preocuparlos tanto o más que la economía. Sin embargo, no es posible desligar la importancia de la economía de cara a una elección popular” (…) “En igual sentido, Mariel Fornoni, directora de Managment and Fit, considera que “es difícil pensar que la economía no jugará un papel importante en estas elecciones”. Sostiene que “no es un tema de lo que parece o no, sino de lo que dicen los números y las circunstancias”. No obstante, Juan Germano, director de la consultora Isonomía, recuerda que en las últimas elecciones exclusivamente legislativas del país la economía no influyó en el voto tanto como otros elementos políticos. Según el analista, en 2013, se trató de ponerle límites al poder kirchnerista y de evitar el reeleccionismo eterno de Cristina Kirchner, mandato que capitalizó Sergio Massa” (…) 

“Germano aclara que “jamás podría decirse que la economía no importa” y que “todavía no está definido qué se jugará para el electorado en las próximas elecciones” de octubre. Admite que la recuperación económica es más lenta que lo esperado, pero que esta percepción ciudadana convive con otra percepción de optimismo hacia el futuro” (…) “Mariel Fornoni juzga lógico que “si el Gobierno no puede establecer el valor esperado de las variables económicas trate de minimizarlas”. Y considera que “para los sectores más afines al Gobierno los temas económicos no son tan prioritarios como las cuestiones más institucionales, mientras que para los sectores más alejados del Gobierno los temas económicos sí son prioritarios” (…) “Pero no pocos analistas políticos creen que los números de los últimos meses previos a las elecciones no serán suficientes como para que el Gobierno pueda exhibir grandes pergaminos en materia económica. De allí que Cristina Kirchner pretenda imponer una lectura económica, a partir de una discutible disyuntiva acerca de cómo estaba la población antes y cómo está ahora, desentendiéndose de cualquier responsabilidad de su gobierno en el presente económico, mientras el oficialismo busque que el mandato del electorado pase por la necesidad de consolidar un cambio”.


En su edición del 28 de mayo, La Nación publicó un interesante artículo de Raquel San Martín titulado “Elogio de la ignorancia. Los riesgos del antiintelectualismo”. Sus párrafos salientes son los siguientes: “En mayo de 2001, George W. Bush, entonces presidente norteamericano, dio un discurso en la Universidad de Yale, su alma mater: “A los que se graduaron con honores, premios y distinciones les digo: bien hecho. Y a los que obtuvieron C, les digo: ustedes también pueden ser presidentes de los Estados Unidos”. La frase, recibida con aplausos y carcajadas por el selecto público, subrayaba un rasgo persistente en la cultura política norteamericana: el rechazo, sobre todo republicano, a la formación intelectual y el conocimiento experto como rasgos de sofisticación elitista” (…) “En efecto, los cuestionamientos antiintelectuales se han vuelto hoy parte de los más generales sentimientos antielite que atraviesan Occidente con consecuencias políticas inquietantes” (…) 

“La pregunta se vuelve perentoria: este sentimiento antiintelectual, ¿representa algo más que una estrategia de algunos políticos para conectar con los desplazados por la globalización en todo el mundo, que tienden a ver en las élites culturales una influencia incluso más peligrosa que en los millonarios? El cuestionamiento a los intelectuales…parece el síntoma de una dificultad creciente para apostar a los consensos como la argamasa de las sociedades, del colapso de la fe en un orden racional para la sociedad” (…) “Lo que está en evidencia es una tensión constitutiva de nuestras sociedades: la deliberación democrática versus el conocimiento experto, la convivencia de todas las voces en pie de igualdad versus la definición de prioridades que suponen las políticas públicas. ¿Debería el pensamiento progresista descartar el sentimiento antiintelectual como otras de las tácticas de los llamados “populismos” de toda orientación? ¿O es momento de tomarlo en serio?” (…) “En Estados Unidos hay una tradición en la cultura general, política, filosófica y hasta teológica que se puede asociar con la antisofisticación intelectual-dice Martín Plot, investigador del Conicet y profesor titular de teoría política en el Idaes, que vivió varios años en los Estados Unidos-. 

Es una hostilidad hacia la complejización de la existencia humana plasmada en cosmovisiones que tratan de hacer lo opuesto, que es simplificar”. Con ese telón de fondo, Trump ha venido a radicalizarlo todo. También el tradicional antiintelectualismo” (…) “Trump capitalizó una tendencia antiintelectual que ya existía en la sociedad, sobre todo en parte del electorado republicano. La figura del intelectual público nunca fue particularmente valorada en la sociedad estadounidense, supongo que por ausencia de una tradición aristocrática. Pero el saber experto sí fue históricamente valorado, porque el conocimiento técnico, en el mercado tanto como en la guerra, produce ventajas comparativas. Lo que ha ocurrido en años recientes es alarmante porque algunos líderes políticos se han acostumbrado a rechazar el conocimiento de los expertos cuando les resulta inconveniente”, señala Aníbal Pérez-Liñán, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Pittsburg” (…). “Una nota reciente en The Observer resumió la grieta en versión norteamericana: “El mundo parece organizarse en dos categorías: los que creen en el proceso de revisión por pares y los que prefieren atenerse a los hechos alternativos”. Academia versus posverdad. Lo complejo versus lo simple. Ciencia versus ideología pseudocientífica” (…) “En términos políticos más amplios, podría asimilarse a otra división: la que opone a cosmopolitas y nacionalistas a la hora de organizar el espacio político global. “En buena parte de Europa, al igual que en América Latina, existe un culto al intelectual público que nunca existió en Estados Unidos. 

Pero el mundo intelectual y universitario, de izquierda o de derecha, es hoy generalmente cosmopolita-apunta Pérez-Liñán-. Los intelectuales de izquierda son críticos de la globalización, pero defensores de la diversidad cultural. Los intelectuales liberales defienden un mercado global de ideas y mercancías. La extrema derecha europea, conservadora y nativista, no encuentra referentes en estos sectores” (…) “El antiintelectualismo puede ser pensado, entonces, como una de las principales vertientes de una verdadera batalla cultural, que envuelve con sentidos en disputa el rechazo a los cambios económicos y tecnológicos que provocan exclusión. Es casi una contraseña que atraviesa fronteras” (…) “El antiintelectualismo contemporáneo es parte de un proceso creciente de devaluación de la producción de interpretaciones de la vida política y social a partir de pautas de racionalidad, categorías del saber experto y evidencias factuales. Son todos elementos que, en conjunto, harían posible la conformación de espacios colectivos de diálogo y consenso propios de lo que se entiende por democracia”, dice Diego Hurtado de Mendoza, físico e historiador de la ciencia de la Universidad Nacional de San Martín” (…) 

“No es ya aspirar a la verdad sino a modestas certezas colectivas lo que se ha vuelto elusivo. “La construcción de imagen, los expertos en opinión, la lógica de captura de audiencia, el mensaje político concebido para un ciudadano de 12 años disuelven las formas de producción cultural que valoran la coherencia, la demostración, la consistencia, la prueba o la evidencia, todos recursos discursivos que construyen certezas colectivas”, dice Hurtado de Mendoza” (…) “Si aceptamos que en las sociedades democráticas todas las opiniones deberían valer igual, ¿cómo compatibilizar esa horizontalidad fogoneada por las redes sociales con la toma de decisiones de política pública? 

“La tensión entre deliberación democrática y conocimiento experto recorre las democracias modernas-dice Pérez-Liñán-. Los expertos entienden mejor las consecuencias de las políticas públicas, pero a menudo tienen una visión estrecha de las prioridades sociales. Los votantes tienen un sentido más claro de las prioridades sociales, pero a veces no anticipan las consecuencias de largo plazo de las políticas. En medio están los partidos políticos, que deben conciliar estas dos perspectivas”.