A propósito del 1° de mayo
por Claudio Chaves
Informador Público, 3-5-17
Hizo bien el presidente Mauricio Macri en conmemorar
el día del trabajo con un acto que se realizó en el micro estadio del club
Ferrocarril Oeste. Y está bueno por varias razones. Sólo me referiré a dos.
Una, porque festejar el 1 de mayo en un país donde la crisis laboral no termina
de solucionarse es marcar un objetivo a alcanzar, apuntar a un futuro más
venturoso; y la otra, quizás más importante, es que lo compartió con sectores
del movimiento obrero organizado, gremios y sindicatos, y esto es doblemente
positivo. Se trata de un claro mensaje a la sociedad y fundamentalmente al
interior de Cambiemos, pues a nadie se le escapa que allí imperan grupos minoritarios
pero influyentes que mantienen todavía -¡y vaya que han pasado años!- un fuerte
rechazo a la dirigencia gremial. Buen ejemplo para ir cerrando grietas y
cancelar la descalificación casi centenaria que se ha practicado sobre las
organizaciones gremiales y sus jefes. Estas conductas han generado tragedias en
el país.
En el último acto que organizó la CGT se alzaron voces
desde todos los sectores y colores políticos para criticar por derecha e
izquierda al triunvirato cegetista, convocante del acto. Burócratas, mafiosos,
cobardes, trenceros, fueron algunos de los calificativos aplicados para todos
los gustos. De los argumentos de la izquierda rabiosa y del kirchnerismo no
vale la pena opinar, son tan viejos como inservibles aunque le hacen el juego a
los verdaderamente peligrosos, los que provienen de voces cercanas al gobierno
y al poder real, que se arrogan la representatividad del sentir del votante
oficial tanto como del sentido común de la mayoría silenciosa. Urge para la
salud social de los argentinos modificar esas ideas.
En La Nación del 9/4/17 el periodista gubernista Jorge
Fernández Díaz, escribió sobre los dirigentes que convocaron al paro:
“Burócratas gremiales de lista única que viven en mansiones, se manejan en
autos de alta gama con vidrios polarizados y son protegidos por patovicas de
armas tomar.”
En la radio, un periodista soez como Baby Echecopar,
fanático simpatizante del PRO, vociferaba acerca de los jefes gremiales:
“Los sindicalistas que después de esto (el paro) se
van a descansar, se van a las Bahamas con una puta, o se van a comprar a Nueva
York ropa para la puta o le compran un nuevo departamento a la puta…”
En fin, argumentos incendiarios propios de la grieta
en la que se han metido, para aumentarla, con el afán según dicen de construir
una democracia republicana. República que para existir no debería contar, a
juicio de este pensamiento, con gremialistas. Si fuese posible semejante
disparate sería una República vacía.
Lo que sorprende negativamente es la similitud de
estos argumentos con los que hace cincuenta años esgrimían las principales
organizaciones terroristas de nuestro país:
“Porque tienen allí, en la CGT, una burocracia con
cuatro burócratas que no representan ni a su abuela. El punto en cuestión es
que todavía la clase trabajadora no está debidamente organizada y
representada.” Mientras tanto el público cantaba: “Se va a acabar la burocracia
sindical. Rucci traidor a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor. (Firmenich
en la cancha de Atlanta 22 de agosto de 1973)
El dirigente Montonero Rodolfo Galimberti afirmaba de
los dirigentes gremiales:
“Aceptamos que hay que dejar algunos tránsfugas
menores, pero los traidores no pasarán. Si quieren guerra la tendrán; los vamos
a aplastar como cucarachas y no va a quedar ni uno solo de los pistoleros a
sueldo que defienden a sus dirigentes sindicales corrompidos.
Finalmente el dirigente Montonero Luis Lozada miembro
prominente de una familia tradicional de Córdoba en un encendido discurso
afirmaba sobre la dirigencia gremial:
“¡Si los conoceremos! Vividores y malandras que
aseguraron que iban a quemar sus diplomas de diputados y romper sus bancas si
Perón no estaba en la Patria y lo único que rompieron fueron los boletos de los
hipódromos y lo único que quemaron fueron las esperanzas del pueblo.”
Las organizaciones guerrilleras que se proponían la
Patria Socialista al igual que los que ahora se proponen la Patria Republicana
requerían y requieren para su éxito la denigración y difamación de los
dirigentes sindicales, extraña coincidencia que no puede conducir a un buen
final.
El historiador Tulio Halperín Donghi, afín a los
principales intelectuales que rodean al PRO, escribía hace ya algunos años:
“Y este éxito (el de la expansión de la guerrilla) no
hubiese sido posible si -por razones sin duda distintas- distintos sectores de
nuestras élites políticas no hubiesen estado dispuestos a reconocer algún grado
de legitimidad a esas tácticas para resolver dilemas centrales de la vida política
nacional.” (La larga agonía de la Argentina peronista).
La actual elite política debería tener más cuidado al
momento de pensar y opinar.