Agustín De Beitia
La Prensa, Cultura, 25-6-17
Una nueva biografía ilumina su lucha interior por
recuperar la fe perdida y la progresiva evolución de sus escritos. Bernardino
Montejano destaca el legado del escritor francés, al que describe como un
renovador original de la tradición clásica de Occidente. Heroísmo, amor a la
patria y nostalgia de la Cristiandad de un forjador de hombres.
En "Piloto de guerra", Saint-Exupéry cuenta
su experiencia en la primera parte de la Segunda Guerra Mundial.
A los muchos biógrafos que tiene Antoine de
Saint-Exupéry (1900-1944) acaba de sumarse un argentino que ha estudiado en
profundidad la vida y la obra del escritor francés. Se trata de Bernardino
Montejano, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Católica
Argentina (UCA) y presidente del Instituto de Filosofía Práctica. Montejano,
cuya profesión está en apariencia lejos de la literatura, ya que es doctor en
ciencias jurídicas, consagró buena parte de su vida a revisar el pensamiento de
este clásico del siglo XX y cuanto se escribe sobre él. Fruto de esa paciente
labor es la biografía que acaba de publicar, Saint-Exupéry, jardinero de
hombres (Distal, 452 páginas), que presentó en la reciente feria del libro.
"Es el libro de mi vida", confiesa en una
entrevista con La Prensa. El resultado es una obra apasionada pero crítica,
luminosa, con destellos poéticos, donde Montejano enlaza el relato cronológico
de la vida y las aventuras del escritor con la valoración de su obra. El
retrato que surge es el de un hombre que lucha en su interior por recuperar la
fe perdida, que siente nostalgia de la Cristiandad y encuentra lo eterno en
todos lados. Que odia su época, caracterizada por una libertad individualista,
desarraigada y vacía de espiritualidad.
Hoy, mientras Montejano disfruta del éxito de su
libro, se prepara para un nuevo desafío: dirigir la colección que prepara
Distal con toda la obra del autor francés, para lo cual está preparando las
introducciones o los estudios preliminares de cada libro. "Ya salió Correo
del sur y ahora estamos por publicar Vuelo nocturno, dice.
- ¿Cómo nació su interés por el autor?
- El interés nació de la lectura de Saint-Exupéry,
acompañada por la influencia de un filósofo, admirador suyo, que fue Rafael
Gambra. El escribió un libro precioso, titulado El silencio de Dios, donde
estudia su pensamiento.
- ¿Cuánto tiempo le insumió?
- Toda la vida, desde que empecé a los 27 años con un
primer artículo publicado en la revista Universitas de la UCA. Pero la
estructura del libro surgió de un ciclo de conferencias en la Universidad de
Buenos Aires en 1979, en la Facultad de Derecho.
- Además de escritor, Saint-Exupéry fue inventor,
explorador, viajó por Indochina, la Unión Soviética y América, cubrió como
periodista la guerra civil en España, fue aviador civil (y protagonista de
rescates heroicos), piloto de guerra y hasta vivió en la Argentina. Una figura
fascinante...
- Sí. El libro tendría que haber tenido el doble de
páginas para cubrirlas todas.
- Usted afirma que las biografías escritas hasta
ahora, incluso las muy buenas, adolecen de una reflexión global. ¿Cuál es?
- Hay biografías muy buenas. La de Bernard Marck, que
me recomendó un monje, es excelente. Salieron dos tomos de los tres que había
prometido. La biografía de Curtis Cate, que yo presenté en la Feria del Libro,
es muy buena. No la versión de Emecé, sino la versión francesa. Pero incluso en
las muy buenas falta unir la vida con el pensamiento. Eso es lo que trato de
hacer en mi libro. La primera parte es biográfica y luego viene una reflexión
que une su vida con su pensamiento. Analizo Ciudadela, que expresa su
pensamiento político; Jardinero de hombres, que expresa su pensamiento
educativo, y su búsqueda de Dios, que es el pensamiento religioso.
- Debajo de esas tres dimensiones se identifican
contenidos propios de la fe: esa fe aprendida de pequeño, que perdió y luego
anheló.
- Así es. Cuando él escribe Correo del Sur, su primer
libro, evidentemente no tiene fe. Estaba influenciado por Nietzsche, a quien se
llevó al desierto bajo el brazo. En esa época tenía malas influencias. Pero a
la vez tiene nostalgia de la fe perdida. Entonces empieza lentamente a
buscarla, y eso se ve ya a partir del segundo libro, Vuelo nocturno.
- Usted habla de un camino ascensional en su obra...
- Si. En los dos primeros libros hay una primacía
narrativa de la acción esforzada del aviador en el desierto o en los cielos de
la Patagonia y luego ya se advierte una preocupación moral, una confrontación
del hombre con sus actos. Esta tendencia crece en Tierra de hombres y culmina
en Piloto de guerra, que es su experiencia de piloto en la primera parte de la
guerra. En Ciudadela, su obra póstuma, este desvelo moral se abre a la
contemplación.
- No por nada eligió por título "Jardinero de
hombres". ¿Cómo es esa pedagogía que usted descubre en su obra?
- Su obra enseña mucho. Es una enseñanza inteligente:
muestra caminos, induce, no da normas. Toda esta enseñanza hace bien, edifica.
Saint-Exupéry, con un lenguaje contemporáneo, viene a renovar la tradición
clásica, la tradición de la filosofía griega, el derecho romano y la Revelación
cristiana. El se siente solidario con todo eso. Y lo dice con toda claridad.
Por eso dice: "Odio mi época con toda mi fuerza. El hombre se muere de
sed. El mundo ha ensayado los valores cartesianos. Fuera de las ciencias
naturales no han servido para nada. Los niños que hoy nacen me parecen más
extranjeros que bárbaros sin religión". El defiende los valores
tradicionales. En sus obras, en sus cartas, en sus reflexiones personales,
muestra una concepción del hombre, de la familia, del matrimonio, de la
economía o la sociedad política, muy rica.
- "La filosofía del arraigo" fue el título
de una conferencia que usted dio en Villa Ocampo, un tema que reaparece aquí en
la biografía. Alude al amor de Saint-Exupéry por Francia, sus costumbres, sus
tradiciones. ¿Cómo es esto?
- Claro, filosofía del arraigo, por las raíces. La
filosofía acerca del tema aparece en una máxima de Piloto de guerra. "No
existo sino en tanto me abrevan las fuentes de mis raíces". ¿Y qué raíces?
Las raíces existenciales que tiene el hombre para vivir, que son las raíces
sagradas, las raíces históricas, las raíces sociales. Si no, el hombre se seca
como una planta.
REENCUENTRO
- Usted dice que él es un renovador original de la
venerable tradición de Occidente. Ahora, ¿no hay una contradicción entre el
contenido de sus escritos, su nostalgia por la Cristiandad, y su pérdida de fe?
- Bueno, es que la fe la va reencontrando. Un día sube
a un taxi con su amigo, el doctor George Pellisier, y pasan tres horas hablando
de la angustia que él tiene por la falta de fe. La necesidad de la presencia de
Dios que aquietara esa angustia. El pierde la fe a los 26 años y a los 30 ya la
quiere recuperar. En ese camino va creciendo. Ciudadela está llena de
oraciones. El reza. Pide. No es un rebelde. Nunca quiso
"desbautizarse". Tiene ideas cristianas, aunque reconoce que le falta
la práctica religiosa. Ahora bien, una semana antes de su muerte es padrino de
bautismo de Christiane Gavoille, hijo de un amigo, y para desempeñar bien su
papel pidió que le dieran clases de catecismo. ¡El significado de esto es
impresionante!
- Su poesía es un rasgo distintivo. Es llamado
"el poeta del orbe".
- Es un gran poeta en prosa. Escribe muy bien. Hay que
ver cómo esto se nota ya en Vuelo nocturno. Precioso.
- Su mirada poética penetra en la belleza de las
cosas, dice usted. Y esto se percibe con claridad en el tiempo que pasó en el
desierto, enviado por la Compañía Aeropostal. Un lugar inhóspito frente al cual
se muestra un hombre muy sensible. Transmite "el sabor" del desierto.
- Lo que ocurre es que él se enamora del desierto. Le
escribe a su madre: "Tienes un hijo que ha encontrado su destino". En
el desierto cumple las tres tareas que le habían encomendado: mejorar las
relaciones con los españoles, que eran muy difíciles, muy celosos del éxito de
las alas francesas; mejorar las relaciones con los moros insumisos; y a la vez
tratar de rescatar a los aviadores que se caían. Porque en esa época los
aviones se caían a cada rato. El hizo salvatajes heroicos. Pero también se
internó en el desierto frente a los insumisos, y lo hizo desarmado.
- Cuando uno piensa en Saint-Exupery piensa en El
Principito. ¿Es justo ese reduccionismo?
- El Principito tiene el valor de una síntesis. En ese
libro retoma en forma alegórica los temas a los cuales el autor permanece
atado. Es un modelo de diálogo consigo mismo en el cual, el niño que fue, pero
que no ha muerto del todo, interpela y confunde al aviador, infectado por los
vicios de las personas mayores. El planeta del perezoso es, al fin y al cabo,
el planeta del hombre vicioso. El hombre que no elimina los vicios cuando puede
hacerlo. Que no hace examen de conciencia todos los días. En forma poética, es
cuando no arranca las plantitas de "baobabs", cuyas raíces acaban
destrozando el planeta.
- ¿Qué lugar le asigna a Saint-Exupery en la
literatura francesa de su tiempo?
- El tiene poca relación, en general, con la llamada
literatura oficial. A él no le importa. Le otorgan el Premio Nacional de
Literatura con Tierra de hombres porque influyó mucho un gran escritor, Henri
Bordeaux, que era miembro de la Academia Francesa. Pero lo forzaron un poco.
Porque eso no es una novela. Ahora, más allá del lugar que ocupa en la
literatura, no se imaginan en la Francia profunda cómo sigue vigente.