viernes, 14 de julio de 2017

DROGAS. ¡ES LA CULTURA, ESTÚPIDO!



 Dr. Juan Yaría

Ojo Digital, 09 de Julio de 2017

Pero, si quieres preservar tu poder indefinidamente, tendrás que obtener el consentimiento de los dominados y esto se hará, en parte, con drogas y mucha propaganda... Ya no más Stalin o Hitler.
Aldous Huxley

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En las elecciones que allanaron el camino para que Bill Clinton accediera a la primera magistratura, se popularizó la sentencia: '¡Es la economía, estúpido!'. La misma delataba la crisis fiscal y productiva que caracterizaba a los Estados Unidos. Mientras tanto, la actual epidemia de abuso de drogas suele hacer a un lado factores familiares, sociales, culturales y educativos que van unidos al incremento del consumo, y sólo nos imaginamos ejércitos y tropas para vencer este drama humano.

Conforme hemos explicitado en artículos previos en este espacio, el proceso de instalación de las redes del narcotráfico empieza con fuerza en el inicio de este siglo con células delictivas: desde el 2007 y 2010, el delito asociado al tráfico consigna la inserción de cárteles caribeños y mexicanos; desde ahí hasta la actualidad, surgen brazos armados, se potencia la distribución de territorios con militarización creciente, tiene lugar el acantonamiento geografías específicas, aprovechándose las fronteras aéreas, fluviales y terrestres junto a cocinas de producción con alta rentabilidad. El tejido social, para entonces, ya se exhibía escoriado y carente de cultura preventiva -y con un déficit creciente de centros asistenciales. El negocio termina siendo redondo, de la mano de redes de distribución y comercialización que llegan a todas las esquinas.

El narcotráfico hoy, especialmente en la América Latina, ha dado inicio a una fase de dominación de la dirigencia política. Sin embargo, es la caída del capital social e institucional de nuestra comunidad lo que ha sentado las bases para ese avance.

Aldous HuxleyEl narcotráfico es un problema, pero es eslogan '¡Es la cultura, estúpido!' hoy se impone -a los efectos de develar la profundidad del problema. En el tejido cultural argentino, debilitado y carente ya de normas y valores, se resalta la caída de la función productora de lo humano y de la civilización, como lo son el vínculo familiar y la función paterna.

Jorge -de deicisiete años de edad- es una suerte de espejo de lo que vendrá. Nos comenta, conversando en mi consultorio, que necesita de la droga para todo (levantarse, comer, estar, dormir). Comenzó a consumir a los doce años, estimulado por una tía -también ella consumidora. Al mismo tiempo, y no sin dolor, me comparte: 'El sufrimiento me persigue'. Su sinceridad impacta, máxime cuando la madre relata que le daba $500 diarios para el consumo de cocaína (lo que se traduce en, aproximadamente, AR$ 15 mil mensuales). Ella prácticamente trabajaba para que él consumiera. Si no cedía, el paciente destruía su hogar. Viven en un pequeño pueblo de una localidad fluvial fronteriza, hoy prácticamente tomado por narcotraficantes. La familia de Jorge está deshecha. El padre, ausente y separado de su madre, es también adicto; cuando lo ve, se torna violento. La escuela no existe para él -aunque es ciertamente inteligente y sagaz-, pues la abandonó. El club de barrio también ha caído en las garras de la epidemia del narcotráfico. En resumidas cuentas, el capital simbólico ha sido perforado, y hoy sólo afloran narcos.

Lo de Jorge es un ejemplo que ilustra el modo en que se han resentido los modos tradicionales de transmisión simbólica: la familia, las escuelas, las comunidades barriales, espirituales, ideológicas. Los chicos crecen solos y rodeados de aparatos, pero no de miradas, encuentros ni de palabras. El narcotráfico se mete justo ahí, lucrando con esta 'errancia' e 'intemperie' de carácter masivos. Han surgido nuevos actores de comunicación con un aumento de los flujos de información que promocionan la entropía, esto es, el franco deterioro social. Nuevos actores (narco, juego, industrias de la diversión, y también de la pornografía y trata de personas) hacen su ingreso a escena, en su rol de representantes del mercado de las políticas del placer y del goce sin límites; todo ello, a criterio de intentar calmar, precisamente, los vacíos de ser y de sentido que van generándose.

Estado pequeño
Y lo cierto es que el Estado luce pequeño ante los nuevos Poderes y, si se quiere, demasiado grande para acercarse a estos problemas cotidianos -verdaderos dramas existenciales como lo son los problemas de drogas y de las familias afectadas. Y habrá que decirlo: sólo agigantando el Poder del Estado de la mano de una masiva prevención comunitaria, se podrá salir de este deleznable escenario, contribuyendo a reducir los perjuicios que genera la amplificación de la oferta de sustancias. En las naciones que supieron hacer frente, con inteligencia, a ese problema sanitario-delictivo, el Poder del Estado se basó en un Plan Maestro que demandó la participación de todas las instituciones y de los damnificados (pacientes) en recuperación, las organizaciones familiares afectadas, etcétera. A medida que avanzaba la cultura preventiva, se reducía la demanda de drogas y, por ende, se reducía sensiblemente el mercado de la oferta.

El Poder Narco se exhibe hoy prominentemente ligado a la política, razón por la cual se ha convertido en un formato de dominación de las instituciones. Tras la Segunda Guerra Mundial, Aldous Huxley (foto) afirmaba que, acontecida la caída de Hitler y de Stalin, la dominación política estaría llamada a transitar otros senderos; diría, entonces: 'Pero, si deseas preservar tu poder indefinidamente, habrás de obtener el consentimiento de los dominados, y esto se hará, en parte, con drogas, como predije en "Un Mundo Feliz" y, en parte, por nuevas técnicas de propaganda'; 'Se hará, evitando el lado racional del hombre, apelando a sus emociones más profundas e, incluso, a su fisiología'; 'Amarán la esclavitud, y serán felices en situaciones donde no deberían serlo'. Alertó el estudioso que el panóptico totalitario de una sociedad basada en las bayonetas al modo de Hitler y Stalin no sería, ya más, necesario. Esto forma parte de una entrevista televisiva en el sitio 'Spanish Revolution'; ya en Un Mundo Feliz, decía que la propaganda y el marketing en la nueva cultura conducirían al conformismo y al dominio de las poblaciones. 'Cien repeticiones... tres noches por semana... durante cuatro años... setenta y dos cuatrocientas repeticiones, crean una Verdad'. Se acaba la interioridad: terminaremos moldeados desde el exterior. La hipnosis social (hipnopedia, la calificaba Huxley) lo hará todo.

El mundo de la tecnología suplantará a la palabra y a los encuentros. El vacío reemplaza, pues, al contenido de valores que le da sentido a la vida. Hoy mismo, muchos de nuestros pacientes vivieron y viven entre aparatos, chats, selfies, Instagram; no hay mirada, ni palabras ni Ley que se transmite.

El Vacío de reconocimientos y de miradas amorosas y de Ley transmitida se hace padecimiento, y empiezan a aparecer las drogas en escena, con el marco desolador de los narcos copando los barrios. En el ínterin, cada cual sigue con su 'soma', el aparatito de moda: los moribundos en las calles son fotografiados, como si fueran de otro planeta. Sobran los 'flashes'; faltan palabras y encuentros.
Agrandar el poder comunitario

Recién por estos días, SEDRONAR (Secretaria Nacional de Prevención contra el Narcotráfico) da a conocer lo sucedido en los últimos siete años, que fueron los de la implantación de un comercio de venta junto a una cultura light que lo favoreció y, de alguna manera, lo propició. Refiere la Secretaría que, en estos siete años, la cifra de consumidores de marihuana ha crecido en un 150%; la cifra declarada es de 1.500.000, contra los 590 mil de 2010. La población de mayor riesgo es la de 12 a 15 años, segmento en el que la estrategia de la aceptación social de la marihuana ha triunfado (50%).

Reflotar una cultura preventiva se hace necesario desde el hogar y las escuelas, siempre reforzando la totalidad del capital social disponible y la cara institucional de una comunidad. El poder cambia de manos cuando la comunidad se hace de él; de lo contrario, y careciéndose de políticas preventivas, la cultura del narcotraficante logra imponerse. Luego de ello, sobreviene la dominación político-institucional de una nación.


Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.