Horacio Giusto
Fundación Libre
Los
colegios “tomados” por estudiantes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires han
sido un tema trascendental en la agenda nacional debido a su impacto
institucional. En este punto es preciso abordar cuestiones que van más allá de
la reforma educativa que sirvió de excusa para realizar dichas tomas.
Si
uno analiza la capacidad discursiva que tienen los alumnos que hacen de voceros
en cada movilización y protesta, rápidamente se le viene a la mente la idea de
un futuro dirigente político. Se está en presencia de adolescentes con una gran
cantidad de recursos en oratoria y amplias posibilidades de poner en la agenda
pública la noción de que sus reclamos son legítimos. Si a su vez se observa los
resultados de las pruebas PISA, termina de despejar toda duda de que
efectivamente entre esos voceros está la futura dirigencia argentina.
En
una Nación pobre pero con amplias perspectivas a futuro, un mercado laboral
competitivo es la clave para emerger económicamente y dejar de ser una economía
que sólo aspira a estar en “vías de desarrollo”. Ante esta situación es que la
reforma educativa atiende, entre tantos puntos, dar la posibilidad de que cada
adolescente egrese con una mínima experiencia laboral, lo que otorga mayores
recursos para enfrentar los desafíos económicos del mañana. Sin embargo,
estudiantes que no poseen los más mínimos conocimientos para compararse con sus
pares de otras potencias extranjeras, deciden arbitrariamente tomar complejos
educativos y suspender el dictado normal de clases.
Resulta
atroz que personas que aún no poseen un discernimiento pleno según la ley civil
sean capaces de querer discutir actos estatales que bajo ninguna forma están
afectando sus derechos. Cada estudiante al ingresar al sistema educativo se
somete a la directriz institucional que se traduce en un plan de estudio, el
que puede consistir desde dar materias de distintas índoles, hasta pasantías
laborales. Pero si se permite que cada uno elija libremente qué contenido curricular
ha de prevalecer para sí mismo, automáticamente se está entrando en un sistema
de anarquía que impide el normal desarrollo con pautas comunes de conocimiento
y conducta para los ciudadanos.
La
única forma de entender este proceso de tomas de colegios, sin aludir a la
obvia complicidad de partidos políticos opositores, es comprender que Argentina
forma a sus habitantes bajo el paradigma de la “anomia”. La falta de regulación
social, donde cada uno siente que tiene derecho a hacer lo que desee, aun invadiendo
la libertad de un tercero, lleva a que haya alumnos que si no les gusta un plan
educativos tomen un colegio, habitantes que si están en contra de una sentencia
tomen un juzgado, vecinos que si están en contra de una administración tomen
por la fuerza una ruta o empleados que si no quieren acatar las directrices del
que les paga el sueldo decidan tomar una fábrica.
Por
ello, la mejor forma de educar es seguir adelante con la reforma, toda vez que
está direccionada a brindar herramientas que en un futuro cercano amplíen las
posibilidades laborales de los jóvenes en un mercado cambiante, y que cada
alumno aprenda a respetar los debidos procesos y canales institucionales, de lo
contrario es seguir reproduciendo la anomia.