Manuel Alvarez Trongé *
La Nación, 31 de enero de 2018
Más de la mitad de los alumnos argentinos no puede
leer. Fracasa en el intento. Leer, como define el Diccionario de la Lengua
Española, es "pasar la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la
significación de los caracteres empleados". Sin comprensión hay solo un
intento frustrado que supone una violación del derecho humano y constitucional
de aprender. Esto sucede en un contexto de enorme desigualdad e injusticia
educativa: los más necesitados reciben la peor educación.
La suma de mala calidad y de inequidad da como
resultado la mayor deuda que la Argentina registra con sus habitantes: la
mayoría no aprende. La consecuencia son millones de adolescentes y jóvenes mal
educados, que no han logrado formarse como ciudadanos. En muchos casos esta
incomprensión lectora los ha llevado a abandonar la escuela, a caer en la droga
y entrar en el circulo vicioso de la violencia. Esto es de por sí muy grave,
pero más grave aún es que la sociedad civil no haya reaccionado como
corresponde frente a esta realidad. Hace 25 años que tenemos información sobre
este problema. Los alumnos de nuestro país vienen siendo evaluados por
distintos exámenes nacionales e internacionales desde 1993 y todas estas
pruebas nos han informado de esta cruda realidad: la mayoría no aprende lo que
debiera, no logra leer cabalmente un texto ni puede resolver un ejercicio
simple de matemáticas ni uno de ciencia.
Esto excede un problema educativo, es un default
social. Los ciudadanos no nos hemos hecho cargo de esta deuda. Los padres nos
autoengañamos creyendo que el problema no es de nuestros hijos; la ciudadanía,
por ende, no reclama como debiera, los sindicatos están más ocupados en las
condiciones de trabajo de sus afiliados que en la calidad y equidad educativa
para los alumnos, y todo esto conduce a que los gobiernos no sientan presión
por mejorar la educación y, por tanto, no le den la atención prioritaria que
merece.
Existen esfuerzos notables, pero no son suficientes ni
de la magnitud que necesitamos. Es por ello que, independientemente de acciones
de política educativa, debe haber un cambio en la sociedad civil. El año 2018
nos obliga a hacer algo diferente si realmente queremos un cambio. Tres ideas
para pensar:
1) Informémonos. La educación no es solo responsabilidad del
Estado. Es responsabilidad de cada uno de nosotros. Como familiares o como
simples ciudadanos responsables, todos tenemos a un ser querido a quien queremos
enriquecer. Pues eso es educar. Prestemos atención a su aprendizaje. Conozcamos
su escuela, sus maestros, pidamos información y preguntemos sobre los
resultados educativos. Consultemos sobre nuevas formas de enseñar, el uso de
tecnología, nuevas competencias del siglo XXI. Estemos cerca.
2) Participemos.
Ni el Estado ni la escuela ni los maestros solos tienen la potencia suficiente
para resolver el desafío educativo argentino. El filósofo y educador español
José Antonio Marina remarca un dicho: "Para educar al niño hace falta la
tribu entera". Obviamente la importancia de los padres en el proceso
educativo es crucial, ya que su responsabilidad no es tercerizable en ninguna
escuela ni en ningún docente, pero con el concepto de "tribu" Marina
apunta a la relevancia de la participación de todo ciudadano adulto, cualquiera
sea su trabajo o profesión, en la tarea de educar mejor a su comunidad. El
ejemplo de conducta, los buenos modales, la colaboración con la escuela del
barrio son todas maneras de educar.
3) Reclamemos. La Argentina, como hemos
visto, está en emergencia educativa. No podemos continuar haciéndonos los
distraídos. El profesor Marina señala el riesgo de caer en
"colaboracionismo inconsciente". Debemos levantar la voz. Creemos demanda
social. Pidamos a las autoridades y a los gremios que hagan todos los esfuerzos
que correspondan (y más también) para garantizar el derecho humano y
constitucional de enseñar y aprender.
El desafío de una educación mejor es demasiado grande
para que solo lo discutan los sindicatos y el gobierno. No es posible que el
mes de marzo nos encuentre nuevamente sin clases. En este contexto de crisis,
la confrontación y la escalada del conflicto pueden agravar el daño y ocasionar
perjuicios difíciles de reparar para el futuro de la Argentina. Gritemos más y
juntos por mejor educación. Es hora de que nos escuchen.
* Presidente Educar 2050