¿Están preparados nuestros gobernantes?
Un mundo cada
vez más complejo y cambiante exige líderes lúcidos, con conocimientos y
capacidad de reflexión; se puede gobernar sin ser un intelectual, pero el déficit
debe ser cubierto por equipos y asesores, dicen los expertos
Astrid Pikielny
La Nación, 21 de
abril de 2019
De la formación
intelectual de Fernando Henrique Cardoso, Ricardo Lagos o Julio María
Sanguinetti al anti intelectualismo de Donald Trump o Jair Bolsonaro. De la
relación directa de Raúl Alfonsín con los intelectuales del Grupo Esmeralda
(conformado, entre otros, por los sociólogos Juan Carlos Portantiero y Emilio
De Ipola), a desestimar y descalificar cualquier aporte de pensadores e investigadores.
Así de diversos y contrastantes pueden ser los perfiles de los principales
líderes de América, y también, sus relaciones con los referentes del
"mundo de las ideas".
Los itinerarios
de los principales dirigentes pueden ser igualmente disímiles: los hubo
autodidactas con formación humanista como Bartolomé Mitre o Domingo Faustino
Sarmiento, y los hubo (y los hay) con educación formal y universitaria cuyos
gobiernos no han corrido la mejor suerte.
La pregunta
sobre la preparación intelectual y el tipo de liderazgo necesarios para
gobernar sociedades complejas, hoy atravesadas por permanentes desafíos y
transformaciones, volverá a exponerse una vez más en la campaña electoral
argentina y en la dispar calidad del debate público.
"El
político tiene que ser alguien con ideas y una capacidad de reflexión muy
importante, porque cuando gobierne tiene que comprender las grandes tendencias
de un mundo cuyos problemas son globales, tiene que saber cómo sacar beneficio
de esas tendencias y cómo evitar las consecuencias no queridas sobre la mayoría
de la población para la que gobierna. Y esto requiere talento", afirma
Liliana De Riz, doctora en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en
Ciencias Sociales de la Universidad de París.
"Desde Weber para acá se sabe
que un gran político y un gran hombre de Estado tiene que tener talento, ética
de la convicción y ética de la responsabilidad: la audacia de lograr lo posible
lanzándose a lo imposible. Todo esto requiere capacidad de llevar adelante un
rumbo, un proyecto que forje futuro porque de eso se ocupa la política".
Preparación e
inteligencia
Para José Nun,
politólogo y ex secretario de cultura de la Nación, que un ignorante como Trump
esté al frente del país más poderoso del mundo y que Bolsonaro esté al frente
del país más importante de América latina, suscita dudas acerca de la
preparación intelectual que se requiere para gobernar. "Esto plantea a qué
se llama 'preparación intelectual`, si se trata de formación universitaria u
otra cosa. En realidad lo que se necesita es un entrenamiento de la mente que
le permita manejarse estratégicamente, anticiparse al otro y razonar. Acá
interviene alguna de las reglas que fijaba Maquiavelo cuando decía que un
gobernante tiene que ser un zorro para reconocer las trampas y un león para
espantar a los lobos. Eso lo da la inteligencia y de hecho, José Mujica gobernó
exitosamente Uruguay y es muy respetado, y lo hizo sin ninguna formación
universitaria porque apenas terminó el secundario", explica Nun.
También
recuerda el caso de Rómulo Gallegos, uno de los novelistas más importantes de
este continente, que solo fue presidente durante nueve meses porque no pudo
prever ni parar el golpe militar que lo derrocó.
"Además de
la ética de la convicción, la ética de la responsabilidad y el sentido de
mesura, Weber hablaba de algo que me parece que en la Argentina debería ser
aprendido de una vez: el pecado mayor de un político es ser un profesional del
poder sin convicciones, movido solamente por la ética del éxito personal. Es
decir, no tiene programa salvo uno, el de su propia carrera y el de su propio
enriquecimiento. Los ejemplos se multiplican", agrega Nun.
Alejada del
modelo francés y su prestigiosa Escuela Nacional de Administración (ENA), la
escuela de management destinada a la formación de funcionarios públicos de la
que egresaron Valéry Giscard d'Estaing, Jacques Chirac, François Hollande y el
actual presidente Emmanuel Macron; y lejos también del modelo alemán, en el que
los partidos políticos financian fundaciones para la formación de sus cuadros
con énfasis en la excelencia (Fundación Friedrich Ebert, Fundación Konrad
Adenauer y Fundación Friedrich Naumann), la Argentina ofrece escuelas de
gobierno y liderazgo vinculadas a distintas universidades, destinadas a la
formación de expertos, funcionarios y líderes. También, espacios vinculados a
los partidos políticos con oferta de seminarios y conferencias para sus propios
cuadros. ¿Alcanza? Por diversos motivos que incluyen partidismo, nepotismo y
ausencia de una permanente capacitación, todavía queda mucho por hacer para
dotar de excelencia y prestigio al servicio público.
Más que ciencia,
arte
El historiador
Rosendo Fraga afirma que no hay una regla clara sobre intelectualidad y
ejercicio del poder porque hay grandes intelectuales que fracasaron como
políticos y gente con poca preparación académica que ha tenido éxito en
política. "Cuando se la estudia es una ciencia, pero cuando se la ejerce
es un arte. En el pasado era más clara la vinculación entre lo político y lo intelectual.
Fue el caso de la Generación del 80 en la Argentina, en la que los líderes eran
políticos, estadistas, militares, escritores y periodistas al mismo tiempo.
Mitre, Sarmiento y Pellegrini son ejemplos de ello. A figuras relevantes, como
Churchill, De Gaulle o Adenauer nadie les escribía los discursos. Se los
escribían ellos. El político y el intelectual solían ser la misma persona. En
los últimos tiempos, los roles de disociaron. El político se transformó ante
todo en un comunicador, cuyas ideas son elaboradas y determinadas por asesores
y consultores. Es una de las causas por las cuales la representatividad
política está en crisis en el mundo occidental", explica Fraga, director
del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.
"Se puede gobernar sin
ser un intelectual y hay muchos ejemplos al respecto en la política
contemporánea, pero el déficit debe ser cubierto con asesores y equipos. No se
puede gobernar exitosamente sin inteligencia, sea propia o prestada. La
intuición del líder político juega un rol relevante. Frente a las opciones que
le presentan sus asesores, muchas veces es la intuición, otras la experiencia,
la que indica qué camino tomar. Pero, como decía Roca, 'el político no tiene
que pretender producir los acontecimientos, sino navegarlos'. Es decir, en
política muchas veces se trata de aprovechar lo que otros hacen, antes que las
propias acciones".
Un rápido
recorrido por los principales precandidatos de la Argentina -y por algunos que
se mueven como tales a pesar de no haber confirmado oficialmente sus
candidaturas- ofrece perfiles e itinerarios diversos, además de algunas
curiosidades, como el hecho de que varios de ellos (Macri, Vidal, Lousteau,
Scioli, Massa) han egresado de universidades privadas, a diferencia de
anteriores líderes políticos en democracia diplomados en la universidad
pública. El hecho de que Sergio Massa y Daniel Scioli hayan adquirido un título
universitario tardíamente, en plenas campañas electorales (Massa, en 2013 y
Scioli, en 2015), después de un largo camino en la función pública (el caso del
ex gobernador de la provincia de Buenos Aires generó denuncias en la Justicia
por posibles "favores y ventajas" por parte de la universidad por
haberle reconocido materias cursadas en la década del 70), ¿constituye un dato
relevante a la hora de evaluarlos? "Es un dato nimio", afirma Nun, y
pasa a ocuparse de los principales candidatos, Mauricio Macri y Cristina Kirchner.
"No tengo dudas de que ninguno de los dos reúne los atributos que
establecieron tanto Weber como Maquiavelo. Es decir, no pasarían un examen
ninguno de ellos; en el caso Cristina, se ve el pecado mayor de un
político".
Ingeniero civil,
Mauricio Macri es el primer presidente de la Argentina egresado de una
universidad privada (UCA). Si la Fundación Pensar, como think tank del PRO, le
provee a Macri equipos técnicos para diseñar y ejecutar políticas públicas, el
programa Argentina 2030, dirigido por Iván Petrella (doctor en Estudios de la
Religión y Derecho por la Universidad de Harvard y licenciado en Relaciones
Internacionales por la Universidad de Georgetown) oficia de puente con
pensadores de la Argentina y el exterior, un universo que siempre le resultó
ajeno y lejano. A los encuentros con escritores como Marcos Aguinis, el
sociólogo Vicente Palermo y otros intelectuales, o los muy críticos de la
gestión presidencial como el filósofo Tomás Abraham y el periodista Martín
Caparrós, se sumaron conversaciones con el historiador británico Timothy Garton
Ash, el filósofo israelí Noah Yuval Harari y el psicólogo cognitivo Steven
Pinker. ¿Cuánto de eso toma el Presidente? Es frecuente ver que algunos de los
conceptos conversados con los pensadores aparezcan mencionados en discursos,
entrevistas o conversaciones con otros líderes políticos; se trata de una
herramienta que le permite a Macri participar de una conversación global.
Aunque buena
parte de los cuadros técnicos del gobierno de Macri exhiban estudios de
maestría, doctorados y posdoctorados en prestigiosas universidades argentinas y
del exterior, no pudieron esquivar acusaciones de torpezas y "mala
praxis" frente a la volatilidad cambiaria, la crisis económica y el
regreso al Fondo Monetario Internacional. "Creyeron que podían trasladar
un paper académico a la realidad. Pecaron de ingenuos y soberbios", dice
un investigador que los conoce bien.
"Macri
sigue siendo más un candidato que un hombre de Estado, y por eso es Mauricio.
Si tuviera la oportunidad de un segundo mandato tendría que probar que es un
hombre de Estado. No es fácil serlo, aunque también es cierto que se puede
aprender ejerciendo el poder", afirma Liliana De Riz. "En Cristina
Kirchner la pasión está combinada con la ausencia del perspectiva del mundo en
el que vive; está encerrada. Hay astucia y pasión, pero también, ignorancia de
las grandes tendencias. Gobernar así es gobernar en el teatro de la ilusión, y
así nos fue".
Rosendo Fraga
señala que Macri no es un intelectual ni pretende serlo. "Los discursos,
aunque no los escribe él, no tienen citas literarias ni referencias históricas.
Su estilo lo lleva a no tener figuras descollantes en su equipo. Las que
hubieron, Prat Gay, Melconian y otros, fueron alejados del Gobierno. Su asesor,
Durán Barba, elabora el pensamiento de la simplicidad, de acuerdo al cual no es
necesario intelecto, cultura o experiencia para gobernar. Todos ellos son
atributos del 'círculo rojo', que no entiende a la gente común". ¿Y Cristina
Kirchner? "Sin duda es un líder político con algunas lecturas e
información, pero no es una intelectual. Tiene instinto político y de poder,
pero sabe usar con eficacia ideas y pensamientos de otros que hace suyos con
vehemencia. Parece confiar más en su instinto que en equipos y asesores".
Y destaca una regla que aplica a todos los casos. "La característica más
relevante de un líder político inteligente es no tenerle miedo a la
inteligencia. Los no inteligentes, por el contrario, tienen tendencia a rodearse
de personas con menos capacidad y personalidad que ellos, a causa de sus
inseguridades".
Si en el pasado
Cristina encontró apoyo intelectual en el colectivo Carta Abierta y en los
pensadores pos marxistas Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, hoy la ex presidente
mantiene ocasionales conversaciones con el psicoanalista argentino residente en
España Jorge Alemán y el politólogo Edgardo Mocca, que considera que Cristina
es víctima de una feroz persecución.
En medio de
estos dos candidatos, Roberto Lavagna intenta abrirse paso. Propios y ajenos le
reconocen capacidad técnica y también, cierta jactancia. Lavagna se fue del
primer gobierno kirchnerista en 2005, después de haber denunciado un
"capitalismo de amigos" y cartelización de la obra pública. "Es
el que se acerca más al tipo de político-intelectual por trayectoria,
experiencia, inclinaciones y por sus libros y publicaciones. Ha sabido combinar
la intelectualidad con la política práctica en más de una ocasión y tener
buenas relaciones con los dos partidos populares, radicales y peronistas",
afirma Fraga.
Con una
trayectoria que combina un perfil técnico en economía con experiencia en la
gestión pública, Lavagna tiene para Liliana De Riz la impronta de un candidato
de un gobierno parlamentario que se forma cuando hay una crisis grave con la
expectativa de lograr un reacomodamiento de la situación; sin embargo, no ve en
Lavagna un hombre con liderazgo político.
Carisma
En
contraposición al gran número de candidatos en danza en el ámbito nacional, la
provincia de Buenos Aires ofrece, hasta ahora, una certeza: que la actual
gobernadora María Eugenia Vidal, la política con mejor imagen de la Argentina,
irá por la reelección en un distrito sin ballottage. Egresada de Ciencias
Políticas y Relaciones Internacionales por la UCA, la gobernadora aspira a
reelegir en la provincia más poblada y desigual de la Argentina y en la que
Cristina Kirchner mantiene una alta intención de voto. "Es como una
pastora que conduce al rebaño a la grey, una pastora iluminada que tiene dotes
carismáticas. Sin ninguna duda, tendrá que probar en un próximo ejercicio, si
renueva su mandato, que su gobierno puede sortear los obstáculos en un
territorio tan difícil como la provincia de Buenos Aires. Pero tiene valor y
pasión como para desenvolverse en un mundo que cambia", afirma De Riz.
"Vidal no es una intelectual. Pero estudia y aprende. Sabe absorber lo que
no conoce", describe Fraga.
La Argentina
transita un largo año electoral y deberá elegir entre diversos candidatos con
mayor o menor preparación intelectual, con equipos mejor o peor formados. De
ellos se espera que saquen al país de su laberinto. Una vez más.