Por Diego Goldberg
Tribuna de Periodistas -02/02/2020
Como se sabe, el Ministerio
de Desarrollo Social de la Nación comenzó a ejecutar el Plan Argentina Contra
el Hambre. Se trata de un programa nacional a través del cual se entrega una
tarjeta de débito que solo puede ser destinada a comprar alimentos y artículos
de limpieza.
Es uno de los tantos planes
que se han pergeñado en las últimas décadas con la pretensión de eliminar la
pobreza, o al menos disminuirla. Sin embargo, son escasas o nulas las
consideraciones sobre su eficacia. ¿Sirve o no sirve finalmente?
Sea cual fuere la respuesta,
es pertinente analizar qué es lo que se viene haciendo desde el Ministerio de
Desarrollo Social de la Nación en materia alimentaria. Según los presupuestos
de ese Ministerio, se observa que:
-En 2002 tomaron impulso los
planes alimentarios nacionales con un presupuesto de $14 mil millones por año a
precios actuales.
-En 2019 los planes
alimentarios nacionales siguen teniendo un presupuesto de $13 mil millones por
año.
-Entre 2002 y 2019 el
promedio anual destinado a planes nacionales alimentarios se mantuvo en el
orden de los $17 mil millones anuales a precios actuales.
Según analiza la consultora
IDESA, estos datos muestran que el Plan Argentina Contra el Hambre tiene poco
de original; “Desde la crisis del 2002 que se viene asignando un presupuesto de
magnitud importante y estable a la causa del hambre con mecanismos de ejecución
muy parecidos al anunciado programa. El fracaso de esta estrategia durante casi
20 años para terminar con el hambre es un rotundo antecedente que da lugar a
pronosticar que, con este nuevo Plan, la seguridad alimentaria y nutricional
seguirá siendo una asignatura pendiente”, sostiene la firma en un informe.
Para IDESA, el fracaso se
explica por la proliferación de programas que buscan asistir a la misma gente
por vías separadas. “El nuevo plan es un ejemplo extremo de esta
irracionalidad. Los beneficiarios del nuevo plan ya tienen una cuenta bancaria
donde reciben la AUH. En lugar de depositarles el dinero en esa misma cuenta y
restringir su uso a alimentos, se optó por dar otra cuenta bancaria. Esto
demuestra tanto el desprecio por la gente (obligada a hacer un nuevo trámite)
como por el cuidado de los fondos públicos (el gasto administrativo). Pero lo
más significativo es que pone en evidencia que la prioridad no es la lucha
contra el hambre, sino el rédito político”, avanza el documento.
Prueba de ello, para IDESA,
es que para entregar la nueva tarjeta la gente es convocada a formar filas en
lugares señalizados con cartelería política, que identifica al político que
está concediendo la dádiva.
“La asistencia social en
Argentina está más orientada a generar capital político a sus ejecutores que a
resolver los problemas de los pobres. Cuando se suman los planes asistenciales
que ejecutan la Nación, las provincias y los municipios se puede llegar al
centenar, dependiendo de la región. Ante semejante superposición de planes
sociales se diluyen las responsabilidades. Se destina una enorme masa de
recursos públicos para la atención de la pobreza, pero la inseguridad
alimentaria se mantiene y no se sabe quién es el responsable: la Nación, las
provincias, los municipios; todos, ninguno”, culmina IDESA.