al rescate perentorio de Alberto Fernández
Matías Ruiz
El Ojo Digital, 16 de Marzo
de 2020
Invariablemente, el fenómeno
sanitario consignado por el nuevo coronavirus (COVID-19) hizo su ingreso en la
República Argentina, y lo ha hecho en una instancia particularmente
significativa.
Hasta que los medios de
comunicación comenzaron a brindarle espacio al evento, los titulares nacionales
replicaban a diario los numerosos desperfectos de la Administración del
Presidente Alberto Angel Fernández -evidente parálisis del gobierno, inflación,
crisis de la deuda, recurrentes extravíos del Ministro de Economía Martín
Guzmán, pujas políticas intestinas en el circuito del poder, resurgimiento del
artificialmente manufacturado conflicto contra el sector agropecuario, y otros
coloridos etcéteras.
Sin embargo, y de súbito, la
fase inicial de propagación del vector COVID-19 ha modificado bruscamente el
escenario político-social, amén de los esperables perjuicios para la economía
del país. El tratamiento de las falencias del gobierno ha mutado velozmente en
la replicación de la histeria y paranoia que suelen acompañar a epidemias y
pandemias. En este concierto, el Presidente Fernández ha sabido detectar una
oportunidad para salvaguardar la credibilidad extraviada, y que aceleraba hacia
un ominoso precipicio.
Tras insistir el Ministro de
Salud Ginés González García en una olvidable colección de declaraciones
desaprensivas e inoportunas, el jefe de Estado -acaso tomando debida nota del
poco auspicioso comienzo- convocó a un panel de expertos de consulta permanente
(entre ellos, encumbrados epidemiólogos), con lo cual ha retomado importantes
cuotas de iniciativa. En pocos días, la Administración ha edificado una imagen
por lo general más seria y creíble ante la crisis, propiciando medidas
excepcionales, y consensuando las mismas con otros líderes políticos. La
comunicación oficial sobre la implementación de la cuarentena ha sido
optimizada, en tanto que el sistema -desde personal sanitario hasta fuerzas de
seguridad- responde, hasta el momento, con inédita eficiencia, recurriéndose
incluso a la expulsión inmediata de ciudadanos extranjeros en estado de
rebeldía.
Asoma una conclusión: a tono
con la gravedad del proscenio, los profesionales de la medicina han suplantado
a los referentes de la herrumbrada política. La eventual amplificación del
virus ha corrido del escenario a torpes declarantes como el propio González
García, Sabina Frederic, Santiago Cafiero y hasta Martín Guzmán.
Adicionalmente, hoy parecen remotas las declaraciones del luchador social
millonario Juan Grabois, quien calificara al colectivo del sector agropecuario
de 'parásitos'.
El coro cacofónico de voces que arrimaba al Presidente hacia la
ruina ha sido corrido del escenario. Con bienvenida velocidad de reflejos,
Alberto Fernández marginó a esos bien entrenados portavoces del infortunio, y
renovó su presentación en sociedad: por ahora al menos, se muestra como un jefe
de Estado preocupado, asesorado por un cuerpo colegiado de personalidades
competentes en temas sanitarios. En la perspectiva del ciudadano común, es
menos confortable formular críticas contra galenos en tiempos de crisis
sanitarias. Por el contrario, deshojar la margarita de frivolidades y
extravagancias típicas de políticos tóxicos es materia apta para cualquier
cafetín de barrio.
No obstante, la tregua
político-social que beneficia a Fernández está llamada a ser perentoria. El
COVID-19 y la reiteración mediática de temas vinculados a cuarentena,
bioseguridad, sintomatología, amplificación y ratio global de infectados versus
decesos, ha ocultado bajo la alfombra al desasosiego macroeconómico doméstico
en ciernes.
Ya la Argentina del todavía
flamante Presidente Fernández coqueteaba -sin mediar coronavirus- con una
recesión de magnitud. Tanto en la cuestión de la deuda como en otros frentes de
la economía, la Gestión venía tropezando ceremoniosamente, en todo andarivel.
Cuando el campo diseñaba su réplica -para oponerse al mecanismo impositivo
violentamente expoliador fogoneado por la Casa Rosada-, se ignoraba que la
fragilidad macro post-COVID consolidaría una pérdida en productos exportables
del orden de los US$ 3.400 millones para una Administración financieramente
extenuada. Peor todavía, el nuevo concierto ha estrellado el valor inherente de
YPF, con sus acciones externas cotizando a menos de US$ 4, lo cual también
permitirá colegir que las prospectivas para Vaca Muerta están llamadas a la
postergación.
Asimismo, el coronavirus
plantea para Alberto Angel Fernández otro espinoso desafío, a saber: que, si el
sistema sanitario argentino comenzara eventualmente a exhibir falencias
estructurales de proporciones frente a la epidemia, la ciudadanía en su
conjunto podría percatarse de los altos costos representados por un ecosistema
político disfuncional y contaminado por la más cabal ineptitud.
La combinatoria compuesta
por agentes estatales receptores de haberes millonarios versus hospitales
saturados y vaciados de insumos, nada tiene de halagueña.
Antes bien, comporta el
potencial para convertirse en una receta para la hecatombe.
Sobre Matias E. Ruiz
Es Analista en Medios de
Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo
Digital desde 2005.