Por Darío Lopérfido
Infobae, 8 de marzo de 2020
La liberación de Julio De
Vido esta semana vino a describir lo que está pasando. “Me liberó el pueblo
argentino que echó al macrismo”. No quiero hacer un análisis político de De
Vido, quien se caracterizó siempre por ser un cajero del poder al que le
dejaban quedarse con una parte del botín. Es sabido que la política causa
ensoñaciones. De Vido estuvo muchos años en el Gobierno y eso le creó una idea
de sí mismo que no se parece en nada a la realidad. Aquellos fueron años donde
empresarios, sindicalistas, jueces, gente del espectáculo o políticos lo
trataban con la deferencia con la que se trata a quien te puede hacer
millonario.
Tenemos algunos de los peores del mundo en cada una de esas
categorías. Por influjo de esos años en los que lo trataban como a un amigo, De
Vido terminó creyéndose una persona importante.
Hace algunos días, salió de
Tribunales vestido como un propietario de lupanar de extrarradio e hizo una
apelación al “pueblo” como si el fuera un líder que apela a esos sentimientos
vacíos. Olvida, claro, que sólo le prestaban atención porque manejaba la caja
por aquel entonces. De Vido debería agradecerle a su Dios a diario por haber
conocido a los Kirchner: en un país normal no hubiera pasado de asistente de
algún mafioso de pueblo. Aquí tenemos al sindicato del crimen con veleidades
épicas.
Al mismo tiempo, CFK hacía
una larguísima apelación al lawfare. Pronuncia discursos cada vez más solemnes
y que solamente están dirigidos a sus seguidores, tal como ocurre con los
líderes autoritarios, sobre todo a partir de cierta edad. Lo del lawfare le
surgió a partir de una frase del periodista Carlos Pagni en la que contaba cómo
muchos jueces sobreactúan, especialmente cuando pueden quedar expuestos ante la
opinión pública debido a sus dilaciones y/o inoperancias.
Fiel a su estilo CFK,
dio vuelta todo y comenzó a explicar que los jueces habían perseguido a los
miembros de su gobierno por presión de los medios. Ya está visto que CFK nos va
a aburrir a todos hablando de esa tontería del lawfare con la que nos vienen
machacando todos los miembros de la comandancia del sindicato del crimen (CFK,
Evo Morales, Rafael Correa, Lula, Maduro, Daniel Ortega, entre otros) y que
repiten hasta el hartazgo sus seguidores, cuyo nivel de razonamiento
intelectual se reduce a repetir lo que emiten sus jefes. Así de simple ya que
lo único que los conmueve son los cargos y el poder.
Lo puso en palabras esta semana
la eminencia cultural kirchnerista, Dady Brieva: “Tenemos que instalarnos de
una vez por todas y nunca más irnos”. He aquí un ejemplo magnífico de la
delicadeza democrática y el buen decir del artista peronista, pilar sempiterno
de nuestra decadencia.
Esta semana apareció un
presunto informe del prestigioso MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts)
que decía que las elecciones en Bolivia habían sido muy limpias y que la OEA
había inventado lo del fraude. Instantáneamente, muchos explicamos que ese informe
era un fraude, mientras otros tantos contribuían a viralizarlo. La publicación
del “informe” tenía el fin de dar letra a los repetidores de los postulados
chavistas y sus sucursales latinoamericanas, y hacer daño a Luis Almagro, el
uruguayo a cargo de la OEA que defendió fuertemente la posición que explicaba
el fraude de Morales. Aquel “informe” no resistía la mirada seria de nadie que
entienda un poco de política. Era obvio para todos menos para el kirchnerista
aspiracional, Alberto Fernández, quien afirmó que “el informe difundido critica
con singular dureza por su inconsistencia la auditoría realizada por la OEA” y
reprobó la actitud de Macri porque “guardó un silencio cómplice ante semejante
atropello”.
El Presidente, a veces, manifiesta pública y oficialmente
cuestiones y contenidos que no pasarían el filtro de un centro de estudiantes
de colegio secundario. Como era de esperar, luego de lo sucedido, el MIT
desmintió que ellos hubieran realizado dicho informe y aclaró que fue escrito
por dos personas de esa institución que trabajan para un tercero. El MIT negó
su participación e informó de esto a las delegaciones diplomáticas de la OEA y
de Bolivia. Los K hacen operaciones tercermundistas y se las hacen defender al
Presidente. Lo que ellos acusan a otros de hacer es precisamente lo que ellos
han hecho desde que existen: mentir y crear un relato para repetirlo después.
La liberación de De Vido con
los dedos en V y hablando como si fuera Mandela al salir de prisión, luego de
que los kirchneristas instalaran durante semanas el discurso de los presos
políticos, hace una radiografía cabal de cuál es la única idea de ese grupo:
convertir a íconos de la corrupción en víctimas. Eso es lo único que les
importa dado que es lo único que atañe a CFK que tiene graves problemas
vinculados a la corrupción. El objetivo es hacer la historia a su medida una
vez más y quedarse con lo que queda del país. De Vido tendría que volver a
prisión ya que tiene una condena firme por la tragedia de Once. Sólo una cruel
e inexplicable dilación de una apelación hace que no esté cumpliendo esa
condena. Si hay algo que no les importa a los K son las víctimas de verdad. Ese
día murieron 51 personas y hubo más de 700 heridos en pleno auge de la
corrupción y la desidia en los servicios públicos. Es decir, en época de los
Kirchner. Desgraciadamente, este es el país de las víctimas olvidadas.
También se manifestó esta
semana Florencia Kirchner desde Cuba. “Me enfermaron, si, pero jamás lograron
que odiara mi nombre”, dijo en referencia a medios, jueces y al gobierno
anterior. Es humanamente entendible que busque depositar culpas de su mal
momento en otros dado que si viera, de verdad, lo que pasó se enfrentaría a una
verdad espantosa. Los que la pusieron en riesgo judicial fueron su familia y el
entorno de su familia. Si ella no hubiese estado cerca de ninguna cuestión con
riesgos judiciales, no estaría ahora en esta situación (al borde del juicio
oral).
Quizá CFK sienta que desacreditando todas las investigaciones,
rehabilitando a corruptos y haciendo estallar al sistema logre desactivar esa
bomba de tiempo que es la situación de su hija. Quizá se sienta responsable de
haber permitido que su hija esté en un riesgo que ella podría haber evitado de
una manera muy simple: no permitiendo que este en medio de temas “económicos”
de la familia siendo adolescente. Un argumento de tragedia griega situada en
hoteles de la Patagonia que se alquilaban a empresarios por cifras enormes y
que solían estar vacíos. Una jovencita con familia de políticos que no debía
estar ahí. Que debía ser cuidada por su familia. La verdad puede ser tremenda.
Mientras, se repite la
historia. Vuelven, como en los tiempos de la 125, a cargar contra el campo, el
sector productivo más importante del país. Lo hacen por venganza y con un
discurso despreciativo. “Si no los barremos de una vez, no avanzamos”, dijo
Juan Grabois mientras que lo que nunca se ajusta son las usinas desde donde
instalan discursos de odio dentro del mismo Estado. Están preparando toda la
artillería para cargar con violencia contra el que piense distinto.
Se ven
síntomas muy malos mientras cada vez más gente planea irse del país. El
escenario hoy es de violencia y pobreza con políticos que desean poder a través
de la venganza. Mientras tanto, las verdaderas víctimas de la corrupción, del
hambre y de la inseguridad no tienen consuelo. Así funcionan los mecanismos de
la mafia.