Por Mariano Caucino
Infobae, 21 de marzo de 2020
El
amplísimo margen por el cual Luis Almagro fue reelecto secretario general de la
Organización de Estados Americanos (OEA) representa una enorme derrota del
chavismo y sus aliados. Al mismo tiempo, implica un triunfo de la lucha contra
las dictaduras que aun persisten en nuestro hemisferio en pleno siglo XXI.
El
uruguayo Luis Almagro consiguió su reelección al frente de la OEA por 23 votos
frente a 10 de la candidata María Fernanda Espinosa, quien fuera canciller del
ex presidente ecuatoriano Rafael Correa. Informaciones indican que
la mayoría de 23 votos -sobre un total de 34 estados miembros de la OEA- fue
alcanzada por el apoyo declarado de Brasil, Bolivia, Colombia, Costa Rica,
Chile, Ecuador, Estados Unidos, Guatemala, Haití, Panamá, Paraguay, Uruguay y
Venezuela (representada por Juan Guaidó) y -aparentemente- por Bahamas, El
Salvador, Guyana, Honduras, Jamaica, Santa Lucía, Perú y Belize.
Un factor
adicional en favor de Almagro lo jugó el hecho de que Perú retiró a su
candidato, Hugo de Cela, volcando su voto y el de algunos otros países en favor
de Almagro. En tanto, Espinosa era promovida por los países aliados al régimen
castrochavista venezolano de Nicolás Maduro y acompañada por gobiernos
democráticos denominados "progresistas" como el de Argentina y
México.
Los
diez votos que obtuvo Espinosa los formaron Argentina, México y Nicaragua -los
gobiernos respectivos de esos países así lo declararon- y presuntamente por
Antigua y Barbuda, Barbados, Granada, San Vicente y Granadinas, Surinam,
Trinidad y Tobago y St. Kitts y Nevis. Los gobiernos del llamado socialismo del
siglo XXI y sus partidarios ven en Almagro un traidor, un hombre surgido de la
izquierda democrática -recordemos que fue canciller del uruguayo José “Pepe”
Mujica- quien una vez al frente de la OEA se puso al servicio de los Estados
Unidos.
El cambio político en
nuestro país a fines de 2019 modificó en forma drástica el sistema de alianzas
regionales de la Argentina. El gobierno argentino del Presidente Alberto
Fernández mantuvo una postura de fuerte crítica al accionar del secretario
general Almagro, quien era apoyado por la Administración Macri. El propio
designado embajador argentino ante el organismo Carlos Raimundi declaró horas
antes de la votación que su intención era "evitar la continuidad de
Almagro en la OEA" (Letra P, 19 de marzo de 2020). Su caso es curioso:
apuntó un primer fracaso diplomático aun antes de asumir su cargo.
En la interminable crisis
venezolana y la interpretación sobre los recientes sucesos en Bolivia se pueden
hallar las causas de esa divergencia. Durante sus cinco años al frente de la
OEA, Almagro mantuvo una dura postura frente a la dictadura del Presidente Hugo
Chávez y su sucesor Nicolás Maduro buscando la aplicación de la Carta
Democrática Interamericana al caso de Venezuela. Esa militancia lo llevó a ser
calificado como funcional a los intereses de los Estados Unidos, en especial
desde la llegada de la Administración Trump en enero de 2017, cuando Washington
adoptó una mirada de duro rechazo al régimen de Caracas.
El rol de Almagro en la
crisis boliviana desatada a fines de 2019 volvió a despertar el rechazo del
bloque del llamado Socialismo del Siglo XXI más algunos otros gobiernos de
tendencia “progresista”. La OEA comandada por Almagro reconoció rápidamente al
gobierno provisional de Jeanine Añez tras la renuncia del presidente Evo
Morales, el vicepresidente Alvaro García Linera y la de varios funcionarios que
los seguían en la línea sucesoria, provocando la crítica inmediata de sus
detractores quienes vieron en los hechos nada más ni nada menos que un golpe de
Estado. Determinar si los hechos que tuvieron lugar en Bolivia en la tercera
semana de noviembre de ese año constituyeron o no un golpe de Estado es un tema
que será abordado por la Historia, la ciencia política y la academia pero es,
fundamentalmente, un asunto político. Lo cierto es que Evo Morales se colocó a
si mismo en la posición de un dictador al forzar todo el sistema electoral de
su país para aspirar a un cuarto mandato presidencial consecutivo. El propio
Lula da Silva reconoció el 22 de noviembre pasado que “mi amigo Evo se equivocó
al buscar un cuarto mandato como presidente”.
¿Acaso Evo buscó el sueño de
eternidad acariciado por Chávez y su sucesor Maduro desde 1998 o por Daniel
Ortega tras su vuelta al poder en Nicaragua 2006, por no mencionar al padre
ideológico de todos ellos, Fidel Castro, quien ha impuesto una tiranía
comunista en Cuba desde 1962? Algunos constitucionalistas y analistas políticos
sostienen que la introducción de la reelección presidencial -sobre todo cuando
es ilimitada- supone una alteración en el sistema democrático y republicano
allí donde se aplica.
Esta realidad tendría una expresión aún más evidente a la
luz de la historia y la cultura política latinoamericana, a menudo dominada por
el caudillismo y el bajo apego institucional. El peligro de la reelección ha
llevado a algunos países como México o Paraguay a prohibirlas para siempre. Las
experiencias de las interminables presidencias de Porfirio Díaz, el eterno presidente
azteca entre 1877 y 1911 o la infinita dictadura de Alfredo Stroessner
(1954-1989) en Paraguay marcaron para siempre a esos países.
En el siglo XXI los desafíos
a la democracia en nuestro hemisferio no provienen de golpes militares como era
de estilo en el siglo pasado. En nuestro tiempo esos retos surgen cuando
gobiernos elegidos democráticamente una vez en el poder utilizan las
herramientas del Estado para desmontar una a una las instituciones republicanas
como son la división de poderes, la rotación en los cargos, el acceso a la
información pública y la existencia de un sistema de prensa libre. En algunos
casos, esa desnaturalización del sistema lleva a que lo que se opera
genuinamente es un cambio de régimen en el que muere la democracia y surge una
verdadera dictadura.
Lo cierto es que Almagro fue
reelegido por un amplísimo margen en la Asamblea de la OEA que tuvo lugar en la
mañana del viernes 20 de marzo. En medio de días aciagos, en los que nuestros
países y el mundo entero enfrentan una catástrofe sanitaria, la causa de la
libertad y los derechos humanos pudo anotar un resonante triunfo.
*Mariano Caucino es
especialista en relaciones internacionales y sirvió como embajador argentino
ante el Estado de Israel y Costa Rica.