Por María Lilia Genta
Prensa Republicana, 22-5-20
Como aclaré hace unos días
en un blog, sobre temas médicos, científicos, sólo puedo opinar como la “Doña
Rosa del Tío Berni”. Tuve y tengo, sí, un espíritu observador y curioso, muy pragmático
y poco especulativo que me inclina a
tratar de conocer la realidad que me circunda. En ochenta años tuve bastante
tiempo, y tengo buena memoria.
Cuando era chica el
sarampión era una enfermedad que, a veces, se presentaba en forma leve (como en
mi caso); otras, graves (como le pasó a mi hermano). Si arrasaba dejaba niños
muertos (una pequeña alumna de mi madre), o sordos, ciegos o con graves
secuelas neurológicas. Ni hablemos de la polio: me tocó vivir el último brote
en Argentina antes de la vacuna Sabín. En cuanto a la rubeola, como afectaba
gravemente al embrión en los tres primeros meses de embarazo, se procuraba que
las niñas se contagiaran para adquirir inmunidad.
En nuestro país la
vacunación obligatoria no fue impuesta por ningún gobierno mundial ni global ni
la OMS sino por el primer Ministro de Salud Pública, padre del sanitarismo
entre nosotros, Ramón Carrillo, echado de su puesto en el segundo gobierno de
Perón por los masones que lo odiaban porque era católico: me refiero a Tessaire,
que era vicepresidente, y a Borlenghi que era Ministro del Interior. Como se
ve, en nuestra Patria la vacuna obligatoria tiene un origen nacional y
católico.
Todas estas reflexiones me
las inspiran los dichos de la Dra. Chinda Brandolino y sus constantes mensajes
contrarios a las vacunas. Hace dos años, la doctora se consideró a sí misma como
la “cabeza” de la ola celeste (excelente su discurso contra el aborto en el
Parlamento) y actualmente es “estrella” de los programas televisivos de la
tarde: ¡nada menos que en el Canal 9! Predica contra las vacunas mezclando el
tema con denuncias contra el Nuevo Orden Mundial, la globalización, la OMS y
otras yerbas; es decir, cosas ciertas con falsedades.
En cuanto a la denuncia
contra los mencionados organismos internacionales y las ideologías que los
sustentan, tengo la conciencia tranquila. Efectivamente, cuando todavía tenía
libertad de movimiento y podía hablar en público sobre estos temas, lo hice
porque sentí que así lo exigía mi antigua militancia nacionalista. Hace más de
veinte años, por ejemplo, presenté junto con el Coronel Díaz Loza, en el salón
de la Librería Marista de Buenos Aires, un libro que denunciaba el Plan del
Presidente Busch (padre) y el Informe Kissinger sobre la destrucción de las
Fuerzas Armadas de Iberoamérica para mejor dominio de nuestros países. ¡Vaya si
en Argentina esto se ha cumplido!
En estos días he oído decir,
a raíz de lo sucedido en Suecia con los ancianos internados en geriátricos, que
se trató en realidad de un “genocidio por omisión”. ¿No sería, acaso,
pertinente, sostener que los movimientos antivacuna promueven, también, quizás
sin proponérselo, un genocidio por omisión?
Convengamos, si cabe, que
Bill Gates es el demonio y Soros también; y que la OMS es un espanto (no lo dicen
sólo Trump y Jhonson sino Australia y casi todos los líderes europeos). Pero,
el inglés Edward Jenner que en 1796, descubrió la vacuna contra la viruela y
Luís Pasteur que en 1880 descubrió las vacunas contra varias enfermedades,
entre ellas la rabia, ¿a qué mundo globalizado pertenecían o a qué Bill Gates
obedecían?
Por supuesto que este tema
requiere respuestas médicas y científicas del tipo de las que planteó a la Dra.
Brandolino el joven médico Martín
Olivera Ravasi. Pero la Doctora se enoja
o da un portazo con desplante cuando no se comulga con sus teorías, como lo
hizo en un grupo de médicos pro vida.
Algunos dicen que no
conviene, en estos momentos, contradecir a Brandolino ante la avanzada
abortista que se nos viene. Pero pienso que algunos debieran hacerlo pese a
todo. Recordemos el dicho: Platón es mi amigo pero más amiga es la verdad.