es el Coronavirus (SIC)
La
república es el mayor grupo de riesgo frente al ARN progresista corrupto que
campea hoy en el estado en todos sus estamentos y compartimentos
Dardo Gasparre
La Prensa, 02.05.2020
La pandemia no estaba en los
planes de nadie, como es notorio si se analizan las medidas en todos los
países, disímiles en lo interno y entre ellos, y se escuchan las opiniones de
los epidemiólogos e infectólogos, en las que todos parecen tener razón y estar
equivocados al mismo tiempo. Sin embargo, en el plano doméstico, le ha venido
muy bien al conglomerado peronista en uso del poder para ocultar incapacidades,
corrupciones, ineficacias, omisiones y errores y para lograr los múltiples
objetivos de su rara coalición virtual. Los objetivos caleidoscópicos de la
masa peronista, como la calificaba su líder.
El ataque del ARN homicida
permitió que se relativizara un hecho que es evidente para quienes viven en el
mundo real del trabajo, el emprendimiento, la producción de verdad no
ideologizada: el gobierno nunca tuvo, ni tiene, un plan económico sólido,
coherente y sostenible, salvo el enunciado propósito de renegociar la deuda,
que es sólo declarativo. Con la debacle autoheredada del kirchnerismo, más la
herencia adicional del gobierno de Cambiemos, cualquier plan serio se hubiera
enfrentado con el relato peronista, (no con los principios, de los que carece)
y con los intereses económicos de todos los subcolectivos que viven de ese
relato progresista, además de los autodenominados empresarios que lucran con
sus negocios sucios con el estado.
Habría sido, y es, suicida
para Fernández, en su doble y unificada condición de presidente de la Nación y
apoderado general de Fernández viuda de Kirchner formular y exponer un plan
sensato que tendiera, aunque fuese tibiamente a sanear el descalabro y la
corrupción presentes en los presupuestos y en el accionar diario del sistema.
Por eso no lo hizo. Los lineamientos declamados de sus políticas siempre fueron
incoherentes, incompatibles e inviables. Con lo que el país estaría igual o
peor situación sin el virus que con el virus. La virtual parálisis de la
actividad productiva nacional y la parsimonia de las autoridades, hacen pensar
– al borde del grotesco – que al Gobierno no le gustaría que pasara la pandemia
para no tener que hacer frente a la realidad.
Ideologismo
Las pocas acciones en el
plano económico son ideológicas, como el impuesto “a las fortunas” empujado por
la virtual regente, cuya base imponible ya bajó al millón de dólares,
auspiciado por un ignorante Carlos Heller y que, de sobrevivir las múltiples
demandas por inconstitucionalidad, recaudará mucho menos de lo que se espera,
que tampoco se cuantifica. En cambio, terminará por ahuyentar las pocas ganas
de invertir que quedan, si es que quedan ganas, y fondos. Las medidas
monetarias y financieras casi no merecen comentario por su evidente
improvisación y su efecto contraproducente para paliar los efectos de otras
medidas previas igualmente negativas. Por supuesto que el virus tapa todas esas
falencias que, se contabilizarán como consecuencias de la pandemia, como la
emisión, que ya era descontrolada antes de la enfermedad, y que ahora lo es
más.
Dentro de este paquete, se
encuadran las compras de insumos sanitarios con sobreprecios, una aberración
infrahumana que no es nueva, como lo demostró el PAMI, pero que es cruel y
canallesca. Estas barbaridades son enterradas con la excusa de la lucha
antivirus, tanto en la imprevisión, como en la gestión, como en la corrupción.
Algo debe tener que ver el hecho de que la corrupción argentina sea un fenómeno
multipartidario o, por lo menos, tiene sucursales en todos los partidos.
Como es sabido, las medidas
de los gobiernos peronistas siempre tienen un frente y varios dorsos. O son
presentadas como la solución a problemas que no existen para generar o tapar
los negocios de los varios sectores interesados o, si intentan solucionar algún
problema real, son aprovechadas para inventar de inmediato algún nuevo despojo
o satisfacer gentiles pedidos de “participación en los resultados” de algún
raro colectivo, de algún empresario amigo, o de algún chofer o jardinero
improvisado millonario. No se puede ignorar la influencia, o directamente la
conducción, de la expresidente, que se notó claramente en la irresponsable
salida del Mercosur, un caro tributo que pagarán los argentinos con desempleo,
al menos, y que fue atribuida a la incertidumbre que crea el COVID-19 en “el
nuevo mundo que se viene”, que seguramente se espera que sea un lugar en el que
llueva dinero.
La salida del tratado
regional costará cara por las demandas que se interpondrán contra el país,
eterno perdedor de juicios internacionales y nacionales (otro modo de
corrupción) y mucho más por sus efectos. Pero son órdenes de la señora que no
se pueden desoír, en su lucha contra todos los vecinos que no son populistas.
La suspensión de la venta de pasajes adelantados hasta septiembre, o hasta
nuevo aviso, es otro desaguisado que golpea a las aerolíneas grandes extranjeras,
porque las low cost ya fueron eliminadas con la excusa de la pandemia, sueño de
los sindicatos-proxenetas de Aerolíneas Argentinas. Siempre hay un frente y
varios dorsos. Llama la atención que la lápida de El Palomar la haya colocado
Aeropuertos 2000, que había defendido su habilitación. ¿Se la forzó a hacerlo?
Hay derecho a pensarlo.
El coronavirus no estaba
programado, pero está siendo muy bien usado. Explicará por ejemplo el default
de la deuda interna y la deuda externa bajo ley local, ya perpetrado y en busca
de un formato final, solamente. Y el default de la deuda bajo ley extranjera,
que es un default aunque se dibujen papelitos y nombres creativos para no
reconocerlo. Y tendrá los dramáticos efectos de todo default. Se usará también
la coartada del Corona en este punto, en el que no se puede llegar a un acuerdo
porque el peronismo no bajará jamás el gasto que es su sangre, su savia y el
modo de vida de sus políticos (un hábito también multipartidario). Ya se lo
hace al ir a llorar por los rincones del FMI, el G20 y el populismo europeo
para que el mundo perdone la deuda, transformando a Argentina en un pordiosero
lleno de políticos enriquecidos.
El proceso económico así
descripto, la cuarentena y la impericia de una administración llena de acomodados
ganapanes que en su gran mayoría no tienen la menor idea de la gestión que
deben realizar pero sí tienen la habilidad de enriquecerse y enriquecer a otros
mediante los “dorsos” de cada medida, dejará a todas las empresas, (menos las
suficientemente cómplices) a merced del estado, para ser “ayudadas” como lo fue
Ciccone, o para obligarlas a vender la mayoría accionaria o el control a algún
“experto en mercados regulados” como ocurrió con Eskenazi en YPF con la
anuencia de Repsol y la SEC. Las Pymes y las que no entren en la categoría
descripta, desaparecerán junto con el empleo que generaban.
Aparte de lo económico, el
presidente ya ha visto pasar bajo sus narices los nombramientos y
desplazamientos en su administración para reinsertar aún más a la Cámpora, cuya
inutilidad operativa iguala sus ambiciones de poder, ideología y de paso, al
dorso, de la caja del estado, como ocurre ahora con la castigada ANSeS, o mejor
dicho con los estafados jubilados con aportes plenos. También se ha tragado la
píldora amarga de los seudomédicos cubanos, o el exilio de los argentinos
atrapados en el exterior, un exabrupto constitucional, como ha sufrido en
silencio el accionar de su disruptivo canciller. Por lo menos así lo intenta
hacer creer, cuando actúa como comentarista. Aunque sólo un inadvertido puede
digerir ese relato. Basta seguir sus discursos y sus decretos.
Por la vergonzosa liberación
de presos, incluido 170 violadores y el doble de violentos domésticos ante el
silencio de los diversos colectivos, que seguramente tienen sus frecuencias
limitadas, como sus homónimos del transporte, Fernández culpó a la justicia,
olvidando el acta-rendición que sus funcionarios firmaron con los amotinados de
Devoto, otra barbaridad de centro de estudiantes, pero que también tiene varios
dorsos y contrafrentes, que pasan a veces por lo ideológico otras por el narco
y casi siempre por el negocio. Otra muestra de la sociedad ilícita entre el
ejecutivo y la justicia, que hay que reconocer que no es de ahora, aunque sí es
mayoritariamente peronista. También aquí se recurre a la lástima por los presos
ante el flagelo del virus, también aquí se hace un avance sobre el orden social
sobre el que no habrá retroceso.
Lo que viene
Cuando alguna vez se salga
de la pandemia, si se sale, el país será totalmente estatista y proteccionista,
por la dependencia irreversible que se está creando en lo económico al ahogar a
la producción y el comercio y cerrar los caminos de la inversión con una maraña
de leyes y de impuestos.
Simultáneamente, se habrá
profundizado el abolicionismo y la permisividad, y aumentado los subsidios a
los que no trabajaban antes ni durante ni después de la pandemia, a costa de
los pocos que queden trabajando en blanco o que expongan algún patrimonio. Los
efectos son evidentes, y también serán cargados a la lucha contra el
Coronavirus, ante una población doblegada y emasculada por el miedo y resentida
con el sistema internacional que no la ayudó en la desgracia. Paso previo a la
maduración reverdecida de la patria grande.
A Cristina la ayudan las
tragedias, como si fuera algún personaje de Sófocles. En 2011, derrotada, la
salvó la muerte de Néstor Kirchner. Ahora, el COVID-19 ha domeñado a la
sociedad y fulminado a la república y se las ha entregado servidas. El plan,
aunque nunca estuvo así planeado, se cumple a la perfección.