Karina Mariani
La Prensa, 10.05.2020
Hace pocos días, el
presidente de Tesla, Elon Musk fue repudiado por decir estas cosas:
“En general, creo que
deberíamos preocuparnos por cualquier cosa que sea una violación masiva de nuestras
libertades civiles. Mucha gente murió para ganar la independencia y luchar por
la democracia que tenemos. Deberíamos atesorar eso y no renunciar a nuestras
libertades civiles con demasiada facilidad. Quedarse en casa debería ser una
opción y arrestar a las personas me parece incorrecto, es una infantilización
de nuestra sociedad y fundamentalmente una violación de la Constitución"
La ira de los vigías del
discurso dominante se descontroló cuando Musk agregó:
"Esta noción de que
puedes enviar cheques a todo el mundo y que todo va a estar bien no es cierto.
Algunas personas tienen esta visión absurda de que la economía es como un
cuerno mágico de la abundancia. Los bienes y servicios, simplemente provienen
de este cuerno mágico de la abundancia, y que si alguien tiene más cosas de
otra persona, entonces simplemente tomaron más de este cuerno mágico de la
abundancia ".
Asistimos desde nuestros
balcones al brutal desmantelamiento de nuestra forma de vida. Ya olfateamos la
crisis económica que orilla el umbral y esto no es algo particularmente
atractivo para la gente. Así que como la miseria y el encierro resultan
productos poco vendibles, los políticos necesitan imponer el relato de la
“falta de alternativas ante el apocalipsis sanitario”. Pero para lograr que
este relato tenga credibilidad, los escuderos y garantes son los “expertos y
científicos” a quienes se ha ungido como generadores de políticas públicas
aunque nadie los votó y, además, no están obligados a asumir la responsabilidad
por la calidad de sus predicciones y resultados.
Quienes asesoran a los
gobiernos a la hora de tomar decisiones, deberían proporcionar información
completa que identifique los riesgos. Así los asesorados tienen una base
fáctica integral para estimar el margen de error de los pronósticos y tomar una
decisión responsable. Pero si la ciencia se subordina a la política estamos en
problemas. El poder político escuchará solamente a los científicos cuyas
teorías se ajusten a sus deseos y silenciará a los disidentes.
¡Ay de los pobres
disidentes!, ya no serán llamados así, el nuevo nombre será negacionistas y con
esta mística palabra se los saca de todo debate. Quienes se han atrevido a
contradecir la santa palabra del concierto de los medios y el gobierno,
respecto de la cuarentena, han sido tildados de negacionistas cosa que deja de
manifiesto que la implementación de la cuarentena es apenas un instrumento para
forzar la transición hacia una economía planificada y cualquier alternativa a
este método pone en riesgo el totalitarismo soft impuesto desde el surgimiento
del COVID.
Crisis alimentaria
La implementación de la
cuarentena podría ser el principio de un problema mayor: una crisis alimentaria
cuyas consecuencias pueden ser devastadoras. Hace un par de semanas, en Kibera
(Kenia), comenzaron a llegar cargamentos de ayuda humanitaria ante la situación
de hambruna. La cuarentena provocó que muchas personas se queden sin trabajo o
sea, sin ingresos. La estampida por conseguir alimentos dejó dos muertos y
decenas de heridos.
En una entrevista al New
York Times, Arif Husain, economista jefe del Programa Mundial de Alimentos, de
Naciones Unidas dijo: "Nunca habíamos visto algo así y no se trata de una
situación exclusiva de África, con casos como el de Kenia o República Centroafricana,
sino que otros países como Honduras, Sudáfrica, India o Venezuela están notando
estos problemas”. Las dificultades para sembrar, cosechar y transportar comida
a algunas zonas del planeta se han complicado con las medidas de confinamiento,
problema que notarán especialmente los países que dependen de las
importaciones.
Otro detalle que los
expertos no tuvieron en cuenta a la hora de aconsejar cuarentenas es que el
cierre de las escuelas a nivel mundial dejó a 368 millones de niños sin comedor
lo que en más de la mitad del planeta significa su única comida nutritiva del
día. Para ponerlo en números que deberían rompernos el alma, Naciones Unidas
calcula que 135 millones de personas viven con graves problemas de acceso a
alimentos. Ahora imaginemos esto con el parate de la economía durante meses.
Según publican los
organismos internacionales, la estrategia de la cuarentena para controlar la
propagación del virus hará que el porcentaje de la población mundial que caiga
en la pobreza sea entre el 6 y el 8% sumado a el porcentaje anterior a la
crisis. Se dice rápido, pero esto es que África, por ejemplo, vuelva a la
situación de hambrunas de hace 3 décadas, ¿se acuerdan? Pero esto no termina
acá: el parate económico aconsejado por los especialistas pondrá a más de la
mitad de la población mundial a vivir en condiciones de pobreza tras la
pandemia.
Hemos de tener en cuenta
que, en el mundo, sólo una de cada cuatro personas sin trabajo tiene seguro de
desempleo. Quienes livianamente han congelado la actividad, tal vez olviden que
2.000 millones de personas trabajan en el sector informal, minga de acceso a
licencias y créditos. Ampliemos el contexto: el Banco Mundial, en 2018,
informaba que 3.400.millones de personas vivían en la pobreza, la reducción de
sus ingresos (cosa que ocurrirá tras la pandemia) arrastrará a más de
500.millones por debajo del umbral de la pobreza extrema. Pobreza extrema
significa muerte por hambre en la mayoría de los casos.
Iatrogenia
Se llama iatrogenia al daño
no deseado en la salud, causado como efecto secundario de un acto médico
destinado a curar una patología. Deriva de la palabra iatrogénesis (provocado
por el médico o sanador “iatros”=médico en griego y “génesis”=‘crear).
La palabra
viene a cuento de la siguiente perspectiva: Al escribir estas líneas, los
fallecidos por COVID19 son 277.007 personas, el 0,0036% de los 7.700.millones
que habitamos este planeta. Italia, España, Francia, Reino Unido y Estados
Unidos totalizan entre 2/3 y 4/5 del total de muertes. China, origen del virus,
no brinda números confiables y el resto del mundo, hasta este momento, son
bastante menos, en algunos como en Islandia, Singapur, Eslovaquia, Nueva
Zelanda, Costa Rica, Uruguay o Argentina son cifras mucho menos significativas.
Se dirá que estos números son gracias a la cuarentena, pero lo cierto es que el
sistema de confinamiento ni se implementó en todos lados de la misma manera, ni
por el mismo lapso ni era implementable, como nos consta, en aquellos lares
donde la gente ni tiene casa, ni agua potable ni ninguna de las condiciones
necesarias para aislarse, que es más de la mitad del mundo y, claro está, más
de la mitad de nuestro país. Otorgar a la cuarentena el éxito por la baja de
contagios es desconocer que su implementación sólo era posible en el porcentaje
de la población que se podía dar el lujo de respetarla.
Si pensamos en términos sólo
de contagio en 2018 la tuberculosis enfermó a 10.millones de personas en el
mundo, matando a 1.500.000 y podríamos seguir con los millones de muertes que
causan la diarrea, el ébola, el VIH, las infinitas clases de gripe. Ninguna de
estas tragedias ha merecido, hasta ahora, un parate tan radical, ¡por fortuna!,
porque en las zonas donde estas enfermedades hacen estragos, la suspención de
la actividad médica, del transporte y de el comercio significaría un genocidio.
Los 277.007 muertos por
coronavirus en todo el mundo, desde fines de 2019 a principios de mayo de 2020,
cobran otra dimensión si los contrastamos con las muertes anuales que
naturalmente suceden en el mundo, o sea, más de 160.000 personas por día. El
ciclo de la vida es dulce y trágico, es un abismo de incertidumbre y es la
lucha más titánica de la humanidad, pero aún así mueren más de 59.000.000 de
personas al año.
En Estados Unidos solamente mueren 2.800.000 de los cuales
160.000 son por afecciones respiratorias crónicas y 55.000 por gripes y
neumonía.
El coronavirus resalta el
uso político de la sensibilidad como sustento ideológico devenido en discurso
político y la exposición selectiva de la enfermedad. El bombardeo informativo,
las fotos de las calles de Ecuador, los geriátricos de España, los estadios
metamorfoseados en hospitales, gente entubada, muertos enterrados sin
parientes. Todo neuróticamente viralizado. Tal vez en un primer momento esto
nos paralizó y quisimos parar todo, encerrarnos y aislarnos, como si pudiéramos
ahuyentar a la muerte de nuestra ciudad, de nuestra vida y erradicar la muerte
en el mundo. Somos humanos.
Pero tampoco debemos
renunciar a la racionalidad porque ser racionales es también parte de nuestra
humanidad, ni podemos dar por buenas filminas de opacos números sacados de
contexto, sin perspectiva, que ocultan más de lo que muestran y nos empujan a
un accionar cautivo del pánico. Ser racionales no es ser egoístas, es sólo
ejercer el derecho a pensar.
Volvamos a los números,
saquemos las calculadoras y pensemos: si la humanidad por este parate va a
tener 500 millones de indigentes, cuántas muertes va a causar? Hambre,
suicidios, violencia intrafamiliar, adicciones, enfermedades crónicas no
tratadas, carencia de medicina preventiva, falta de acceso a servicios básicos.
Aún cuando la cifra actual del 0,0036% se transformara en el 1% de la
humanidad, (cosa imposible) el tratamiento habrá condenado al horror a casi el
15%. Habrá destrozado las economías de todo el mundo, pero especialmente las de
los países donde residen, además, la mayoría de los nuevos “pobres extremos” y
dada la situación de la economía mundial, las probabilidades de repunte serán
muy lejanas. Se entiende la desproporción?
En su obra La República,
Platón da testimonio de que para Sócrates la mala imagen de los hombres más
razonables ante las masas es su propensión, la de las masas, a la demagogia.
Sócrates compara la polis democrática con una bestia caprichosa a la que los
sofistas, inventores tempranos del relativismo, se afanan en complacer mientras
que quienes se vuelven verdaderamente críticos serán despreciados por la
ciudad. Ese parece ser su triste destino según nos narra Platón, si la ciudad
degenera en sofística y se limita a complacer proveyendo pseudoargumentos con
los que respaldar las opiniones del poder por absurdas que sean.
Juego de poder
En este juego de poder, los
expertos y especialistas oficialistas degradan a la ciencia sirviendo al
propósito de imponer un sistema totalitario proveyendo medias verdades,
estadísticas falsarias y contradiciéndose según los vaivenes del poder.
Recordemos en en un lapso de 30 días pasaron de denostar a los barbijos a
proponer llevar preso a quién no los use. Tal vez no se den cuenta del daño que
han hecho, pero es imposible que ignoren que sus recomendaciones se han
transformado en dogma, que se denigra y criminaliza a quienes las critican y
que están siendo escuderos del pensamiento único.
Los modelos proyectivos del
contagio por COVID19 no son únicos, ni son sagrados, ni son infalibles, pero
han servido para alarmar y la alarma ha servido para evitar el pensamiento
racional.
"Ahora, déjenme
decírselo a los tontos, si no se hacen cosas no hay cosas. Si no prepara la
comida, si no procesa la comida, si no transporta la comida, no hay comida. Nos
hemos separado de la realidad. Si no haces cosas, no hay cosas, obviamente. Nos
quedaremos sin nada si la máquina se detiene".
Terminó diciendo Elon Musk
en esa entrevista. La triste realidad es que la máquina se detuvo, condenando a
muerte a millones de humanos, por matar pulgas a cañonazos.