Coronavirus y Teorema
Friedman la amarga derrota de los confinadores
Matías Ruiz
El Ojo Digital, 18-5-20
18 de May de 2020
Cuando
el coronavirus apareció por primera vez, la respuesta natural del público fue
exigir que el gobierno lo detuviera. La siguiente fase consistió en culpar al
gobierno, por fallar a la hora de proteger a la ciudadanía. La tercera fase
consistirá en atacar el gobierno, por haber tomado éste medidas de protección.
* * *
En las últimas veinticuatro
horas, España se vio conmovida por nutridas manifestaciones ciudadanas
('caceroladas') contra el gobierno de Pedro Sánchez (PSOE) y Pablo Iglesias
(Unidas Podemos). El fenómeno pareció emular una contracara de los aplausos
motorizados desde los balcones por esos mismos ciudadanos al inicio de la
pandemia de COVID-19, a criterio de reconocer la ardua labor desempeñada por el
personal médico frente al desafío sanitario.
Sin embargo, el tiempo
terminaría por edificar un proscenio nada deseable para la comunidad política
en el Reino, y la de otras naciones: el evidente proceso de destrucción
económica le ha ganado la partida a las preocupaciones en torno de la salud. La
dirigencia se ve envuelta hoy en un vendaval de cuestionamientos, acaso por
haber hecho lo que en un principio debía de hacer; esto es, cuarentenizar.
En
el quebranto, el error estratégico de los confinadores puede detectarse en el
abuso del pánico como instrumento de propaganda, del sesgo estadístico (la tasa
de letalidad del COVID-19 lejos está de la que caracteriza a los vectores Ebola
y Marburgo, incluso al ratio infectados/decesos que exhiben las dos cepas de
influenza estacional y corriente), de una inconveniente politización del
problema y -en el terreno- de torpezas al momento de diseñar la desescalada e
implementar un relativo retorno de la normalidad.
En el ínterin, se dirá que
infectólogos y epidemiólogos pecaron de ingenuos, haciendo a un lado la ciencia
para plegarse a agendas políticas de oportunidad. En consecuencia, el público
en general ha preferido refutar a esa 'Tiranía de los Expertos', lo cual ha
servido para revalorizar los postulados del autor William Easterly. Allí donde
el gobierno se halla bajo el control de dirigencias políticas poco
sofisticadas, incompetentes o declaradamente ignorantes frente al Derecho
Constitucional, la ciudadanía -azotada por los perniciosos efectos del
confinamiento- prefiere hoy centrar la atención en el error político no
forzado, o en actos de corruptela y defraudación que otrora hubiesen pasado
desapercibidos.
El cálculo ciudadano, aunque binario, no está exento de
realismo: no existe proceso de cuarentenización que se consolide como argumento
suficiente para paralizar la actividad económica a perpetuidad, propiciando
destrucción del empleo y, a la postre, hambre. Rápidamente, será lícito
concluir que un procedimiento sanitario necesario -la cuarentena- ha sido
despojado de su valor técnico inherente, por sus propios instrumentadores.
La turbulencia social que
emerge como réplica frente al establishment confinador, aunque con matices, se
reproduce en naciones tan disímiles como España, Colombia ('Trapos Rojos'), la
Argentina, Brasil o los Estados Unidos de América. Mientras que en el Reino de
España y en la Argentina, el portento ha dejado en evidencia un marcado
contexto de fractura social -enfrentando a desorganizados libertarios contra
confinadores seriales-, en la República Federativa del Brasil y en los EE.UU.,
son los partidos de gobierno quienes reiteran su llamado a la apertura.
Curiosidad marginal: la turbulencia adquiere formatos diferentes en países
centralistas, y en sistemas políticos federales. Los primeros están llamados a
padecer una conmoción institucional más marcada que los segundos.
Transitivamente, se dirá que las prerrogativas de gobierno centralistas exhiben
una multitud de flancos débiles: la concentración del poder decisional en pocas
manos es tierra fértil para la desprolijidad contable y la malversación, la
subcultura del sobreprecio, y una contundente ausencia de resultados. Acta non
verba, es la frase latina llamada a popularizarse.
No obstante, la invectiva
anticuarentena -prevista por George Friedman en un tweet del pasado 11 de
abril- estaría propiciando un efecto disruptivo sobre el tejido geopolítico
global. Por estas horas, comienza a ganar empuje la configuración de una liga
de naciones (naturalmente, liderada por los Estados Unidos) que ya han
declarado su objetivo de responsabilizar a la República Popular China por el
desquicio que remató en pandemia. Aun cuando la sangre no llegue al río, lo
actuado por esa coalición en el corto plazo bien podría infligir un monumental
perjuicio económico a Pekín, cuya estrategia de supremacía conocida como 'Nueva
Ruta de la Seda' ha comenzado a hacer agua. Para el Partido Comunista Chino,
ello podría -por ejemplo- derivar en la mudanza de firmas privadas que
manufacturan artículos electrónicos hacia Vietnam, las Filipinas, Malasia, u
otros países del cuadrante Asia-Pacífico.
En América Latina, mientras
tanto, Washington ha sancionado el despliegue de una poderosa fuerza aeronaval
en el Mar Caribe -junto a navíos del Reino Unido, Holanda y Francia-, a efectos
de denegar operaciones a cárteles de la droga que, operando desde Venezuela y
Nicaragua, remitían toneladas métricas de clorhidrato de cocaína hacia territorio
continental estadounidense en la temporada pre-coronavirus. Como correlato de
ese 'diálogo' que la Casa Blanca suele corporizar en poderío militar, buques de
la Armada de los Estados Unidos quizás se vean en la necesidad de bloquear a
tanqueros iraníes que, ahora mismo, transportan insumos para la producción de
combustible que desesperadamente requiere el régimen de Nicolás Maduro para
mantenerse en control de Miraflores.
Crisis es oportunidad, reza
el antiquísimo refrán chino que hoy exhibe plena vigencia. Aunque hoy la
oportunidad no favorezca, precisamente, a quienes lo popularizaron.