POR ANTONIO LAS
HERAS
La Prensa,
13.12.2020
¿Indica el
Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) que "banal" es algo
"trivial", "común", "insustancial". "Común"
en el sentido que es algo que no merece especial atención. De manera que, en
principio, lo banal pareciera algo del orden opuesto a la condición humana que
tiende o -para decirlo con mayor precisión, debiera tender- a generar humanos
únicos e irrepetibles. Empero, no es eso lo que encontramos en la actualidad
donde una uniformidad globalizada es lo imperante.
Se trata de un
fenómeno único en la Historia de la Humanidad pues abarca desde recién nacidos
hasta ancianos arrastrando con ellos a niños, adolescentes, jóvenes y adultos.
El instrumento utilizado para este logro está constituido por la televisión y
el ciberespacio. La herramienta es la privación del uso del tiempo por parte de
cada individuo. ¡Allí está la causa por la que tanta gente sostiene que le
parece que el tiempo pasa más rápido! Mas no es así. De lo que se trata es que
le están manejando su tiempo llevándolo a tomar decisiones basadas en
deducciones erróneas. La primera de ellas -y muy evidente -es que -a través de
los insistentes estímulos que recibe desde la televisión y el ciberespacio- la
persona asume actitudes y hace cosas que no ha pensado, que no necesita y que
-en más de una ocasión- ni siquiera le sirven para su progreso intelectual o
espiritual, ni mejoran a la comunidad.
Si fue cierto que
la Ciencia y la Técnica sustituyeron a los dioses durante el siglo XX, en este
siglo XXI se ha operado un nuevo cambio, y reina una única divinidad que es la
posesión de bienes materiales. Para decirlo de manera más adecuada: la
inacabable lucha por la acumulación de objetos materiales, la mayoría de ellos
de inutilidad absoluta. Esa tarea obliga a desatender aquellas búsquedas que
fueron siempre esenciales para el cumplimiento de la condición humana como lo
es tener tiempo suficiente así como la serenidad necesaria para pensar,
reflexionar, buscar los conocimientos y saberes necesarios sobre un tema antes
de definirse al respecto. Tener tiempo para uno mismo en la soledad meditativa,
para la contemplación que abre a la proacción creadora y -no menos importante-
espacio suficiente para la conversación. Llegado a este punto, adviértase que
escribí "conversación" en lugar del término que desde fines del siglo
XX se puso de moda que es "charla". Volviendo al DRAE, charla es una conversación
sobre temas triviales e intrascendentes. O sea, banalización. Tanto se ha
extinguido en el humano acto de conversar -ese al que los filósofos griegos
atribuían la mayor riqueza de la ancianidad- que hoy proliferan los humorismos
sobre que la gente se reúne en torno a la mesa pero cada quien sigue atento a
los mensajes que -desde su celular- recibe o envía. A más, hay quienes se
sinceran explicando que por mensaje de texto pueden comunicar cosas que cara a
cara no podrían.
La necesidad de
contar con objetos por la acumulación misma llega a tal punto que ni aún quien
cuente con el dinero suficiente para comprar cuanto desea podrá darle utilidad
ya que para él los días igualmente tienen 24 horas. Serán sus asistentes,
secretarias y empleados de mayor confianza quienes aprovechen parte de esos
bienes. Los cuales tendrán la característica peculiar de caer en pronto desuso.
Se esconde una conducta psicopatológica, autodestructiva, en ésta forma que se
está utilizando de construir la estructura sociocivilizatoria.
TIEMPO PROPIO
Para alcanzar su
concreción en cuanto persona cada humano necesita tiempo dedicado a sí mismo.
Allí viene a nuestra mente la obra de Santo Tomás (1) cuando enseña que la
pobreza ayuda para la buena contemplación porque quita muchas preocupaciones que
pueden impedir la serenidad que es tan necesaria para ese fin. No se trata de
pobreza leída como la falta de lo necesario para el desarrollo de la vida
cotidiana, sino de estar dispuesto a la carencia de lo superfluo. Tal
inexistencia guía necesariamente hacia concreciones que jerarquizan la
condición humana.
En marzo de 2016
se hizo en Dubai el Foro Mundial de Educación y Habilidades (Global Educacion
& Skills Forum) (2) donde quedó en evidencia que la universidad allí
imaginada era aquella que sólo respondía a los requerimientos del mercado
laboral; una formadora de futuros empleados acordes a las necesidades
empresariales. Surge, así, de inmediato, una distorsión más provocada por este
proceso de banalización. La universidad que deja de cumplir su función
característica y varias veces centenaria que es la de formar pensadores, gente
dispuesta a la crítica racional, a la producción de conocimientos nuevos,
capaces de aportar otras formas de comprensión a la sociedad actual. La
autonomía del conocimiento brilló por su ausencia en este foro mundial. Se
produjo el debate, pero los disertantes no tuvieron respuestas para este
aspecto central de la educación superior.
Traemos este
ejemplo por su característica de reunión mundial; pero alcanza con ver los avisos
que en la Argentina suelen aparecer desde hace años promocionando carreras
universitarias para darse cuenta que la competencia -salvo honrosas
excepciones- es por atraer a un alumnado que al egresar pueda conseguir empleo
más rápido.
Esta banalización generalizada
de la condición humana conlleva acciones impensables hace sólo algunas décadas.
Entre éstas la más evidente es una inusitada e intensa presencia de lo que Carl
G. Jung denominó el Arquetipo del Paraíso Perdido. Simbología ésta que remite
al deseo -vinculado al Arquetipo del Puer Aeternus- de inmortalidad o, más
propiamente, de la eterna juventud. La Fuente de Juvencia hoy no hay que
buscarla en peligrosas selvas o riesgosas montañas como hicieron algunos
europeos en los tiempos de la colonización de América. Ahora se encuentra en el
quirófano del cirujano plástico o en el botiquín donde se atesoran medicamentos
de los que se esperan milagrosos efectos. Ya no se trata de acudir al bisturí
para eliminar la marca de una herida de guerra o provocada por un accidente.
Ahora lo que se busca -y que no es sino otra manera de acumular lo innecesario-
es modificar la figura externa -el Arquetipo de la Máscara- con procedimientos
quirúrgicos, químicos y similares. Lo importante es engañarse y engañar. Esto forma
parte de lo que algunos estudiosos han llamado la conversión del humano en
"artefacto" producido por la técnica. Sobre esto Nicolás Mavrakis (3)
escribe:
"Desde una
perspectiva filosófica, una de las conclusiones de Peter Sloterdijk es que si
los hombres son "artefactos" producidos por la técnica que ellos
mismos han elaborado, la pregunta sobre el sentido de lo humano no puede
excluir -como hacía Heidegger- la pregunta sobre el sentido de la ciencia. Pero
eso es, también, lo que ante los inminentes descubrimientos de la neurociencia,
la genética y la física habilita una puerta abierta a toda clase de
manipulaciones, una "irrupción en la cámara de los secretos de la
naturaleza" en la que los hombres se vuelven "técnicos de lo monstruoso".
"No podemos
dejar de hablar de los humanoides: creo que entramos en una etapa en la cual
algo tan común como ponernos un lente de contacto se trasladará a otras
prótesis y complementos de nuestros cuerpos", explicó recientemente
Valeria Bosio, investigadora del Conicet y profesora en la Universidad de La
Plata. Ella misma, al referirse a los acelerados avances en biotecnología,
comenta: "Es un vector que cruza absolutamente todas las partes de nuestra
vida: salud, alimentación, energía, muchos procesos que históricamente fueron
químicos ahora son biológicos y con un nivel de efectividad mucho mayor".
"HUMANOIDES"
Está claro que la
tecnología médica ha logrado progresos sorprendentes y muy efectivos para una
mejor salud y desarrollo de la longevidad humana. La cuestión es cómo asegurar
que eso no derive en impedimentos para que cada persona sea capaz de tomar sus
propias decisiones sin ser afectada por la aparición de eso que Bossio denomina
"humanoides" puesto que han comenzado a perder características en verdad
humanas. Aquí se abre un interrogante puesto que los resultados sólo podrán
verse con el paso del tiempo. Empero, se advierte que conviene estar muy
atentos a todo esto.
Hace un mes, la
revista Journal of Neurointerventional Surgery incluyó un trabajo realizado por
australianos y norteamericanos donde se presenta una novísima técnica de
electrodos tubulares que se van desplegando en el interior de las venas del
cuerpo hasta llegar al cerebro mismo. La incorporación de microchips, incluso en
el cerebro humano, ya se encuentra muy avanzada también. Sobre esto brindó hace
un par de meses una esclarecedora -y estremecedora- conferencia el empresario
multimillonario Elon Musk, propietario de Neuralink.
Jung entrevió que
la civilización a la cual él pertenecía se hallaba en un proceso que podía
llevar a esta trivialización de la condición humana. E indicó la manera en que
puede evitarse. Aunque no fue para nada ingenuo al respecto. Expresa Jung (4):
"La
individuación es una unificación consigo mismo y al mismo tiempo con la
Humanidad, que al fin y al cabo también es uno. Una vez asegurada la
consistencia del individuo, está garantizado que la acumulación organizada de
los individuos en el Estado, incluido el Estado provisto de la mayor autoridad,
ya no dará lugar a una masa anónima, sino a una comunidad consciente. El
presupuesto imprescindible de esto es la elección consciente y libre y la
decisión individual. Sin esta libertad y autonomía del individuo no hay
comunidad verdadera, y, como tenemos que decir, sin esa comunidad el individuo
fundado en sí mismo y autónomo no puede prosperar a la larga. Además, la
personalidad autónoma es el mejor servidor del bien común".
Reitero una de las
frases. "El presupuesto imprescindible de esto es la elección consciente y
libre y la decisión individual". Elección consciente y libre producto de
una decisión individual requiere la condición previa de un pensador bien
formado capaz de entender qué le es propio y qué cosas le están siendo
inducidas por estímulos externos. Sobre lo que nos está refiriendo Jung es la
necesidad del pensador que lo hace ejerciendo su libertad. Y la libertad exige
alejarse lo más posible del lugar de la comodidad. Esa comodidad tan meneada en
estos tiempos, que siempre aparece próxima, casi alcanzable, pero nunca
lograda.
"La comodidad
es la carcelera de la libertad", expresó alguna vez el presidente John F.
Kennedy.
Y Santo Tomás de
Aquino, en De Veritate, hace de esto casi ochocientos años, dejó bien en claro
que "toda la razón esencial de la libertad depende del modo de
conocimiento". Ese "modo" es el tema a que cada quien debe
atender si su intención es no dejarse cubrir por las grises y mediocres aguas
de la banalización de la condición humana. Por eso, una vez más recurrimos a
Tomás de Aquino: "Si el juicio de la facultad cognoscitiva no está en
poder de alguien sino que es determinado desde fuera de él, tampoco el apetito
estará en su poder, y por consiguiente tampoco el movimiento u operación".
(5)
Referencias:
1. Tomás de
Aquino, Summa Theologica, II-II, 186, 3, ad 4.
2. Los cinco ejes
que definirán la educación ejecutiva del futuro. Diario Clarín del 27 de marzo
de 2016. Suplemento de economía. Págs. 6 y 7.
3. Mavrakis,
Nicolás, Filosofía Vs. Ciencia, nuevo round. Diario La Nación del 10 de abril
de 2016. Suplemento Ideas. Pág. 6.
4. Jung, Carl G,
La psicoterapia en la actualidad. Conferencia dictada en 1941. Obras Completas
Vol. 16. Ed. Trotta. Madrid. Págs. 109 y 119.
5. Tomás de
Aquino. Esencial. (Introducción y antología Eudaldo Forment). Ediciones de
Intervención Cultural. Madrid, 2008. Pág. 142.
Antonio Las Heras
Doctor en
Psicología Social, magíster en Psicoanálisis, filósofo y escritor. Dirige uno
de los institutos de la Sociedad Científica Argentina.