Mónica Gutiérrez
Infobae, 17 de
Abril de 2021
Cerrar,
restringir, controlar, limitar, coartar, apretar: son los únicos verbos que
logra conjugar el Gobierno en orden a contener una dramática situación que se
les fue de las manos y amenaza llevarse todo puesto.
Arrastrados por la
desesperación, solo atinan a echar mano a las herramientas ya conocidas. No
logrando administrar con eficiencia ninguna de las variables más sensibles del
momento recurren a lo de siempre: el apriete y la confrontación.
Se busca un
enemigo, se lo identifica, se lo señala y se le pretende transferir el costo de
este alarmante estado de cosas. Han perdido el registro de lo escaldada que
está la piel social. No hay margen para más reprimendas. Se necesitan
soluciones, no explicaciones.
Siempre en tono de
monserga, reapareció Kicillof. La cantinela del Gobernador ya aburre.
“No lo festejo
porque va a pasar como en la ola anterior: como una mancha de aceite, el virus
empieza en la Ciudad. No lo digo para chicanear, es la realidad… La pandemia
empieza en la Ciudad y se va corriendo a la Provincia y va estallando”. O sea,
el virus es de Larreta.
“Pensábamos que
Larreta era diferente porque tenía responsabilidades de gestión, pero es igual
a Bullrich y a Macri. Unos se hacen los blandos y otros los duros”. De paso,
cañazo.
De las vacunas que
no llegan, los testeos que no se hacen, los turnos de hisopado que se dilatan,
no se habla.
Las medidas de
restricción anunciadas en las últimas horas no parecen ser suficientes para
paliar la gravísima situación que enfrenta el sistema sanitario. Es obvio que
no alcanzan, pero lo más grave es que no hay voluntad de acatarlas ni fuerza
capaz de hacerlas acatar. Una suerte de rebelión social está en ciernes.
Sobre el filo del
fin de semana una de las más grandes empresas de medicina prepaga reportaba
sólo en el AMBA 80 personas en guardia bajo observación a la espera de una
cama.
En unos pocos días
el sistema de salud privado pasó de estar “estresado” a la “saturación”. Esto
significa que el 95% de las unidades de alta complejidad están ocupadas. Entre
el 60 y el 70% de los internados transitan el COVID.
La situación
amenaza complicarse en los próximos días, no solo por la espiralización de los casos
sino por el aumento de los días de internación que en promedio demanda un
enfermo que cursa la enfermedad, entre 4 y 6 semanas con respirador. La edad
promedio de las personas que están siendo internadas por COVID bajó en 10 años.
Al menos el 20% de
los que requieren asistencia han resultado infectados por alguna de las nuevas
variantes que ya tienen circulación comunitaria y rangos de contagio muy
superiores al COVID19.
Desde fines de
marzo los grandes prestadores de salud de CABA han comenzado a tomar medidas
propias de un tiempo de guerra.
Son varios los
sanatorios que han contratado hoteles para “medicalizarlos”. Se trata de
prepararlos como centros de internación alternativos para contener a los
pacientes con baja sintomatología. Se los equipa con guardia médica para
monitoreo, enfermería, kinesiología, oxígeno y dispositivos para la rápida
evacuación y traslado a centros dotados de unidades de terapia intensiva en caso
de complicaciones.
También, en el
ámbito privado, se trabaja para dotar de complejidad a las camas comunes de los
hospitales. Se suman monitores y respiradores en piso para ampliar la chance de
atención de pacientes con cuadros severos.
Mientras se trabaja
contrarreloj en la infraestructura, se advierte acerca de un recurso
inelástico: el personal de salud.
Imposible
improvisar profesionales calificados para enfrentar los complicados
tratamientos que demanda el Sars-Cov2. La tarea de los intensivistas y
enfermeros de las UTI demanda mucha capacitación y templanza.
Las dotaciones de
los grandes centros están diezmadas. Un 25% de los planteles quedó fuera de
juego. Algunos se enfermaron, otros tantos murieron y están obligados a
guardarse para sobrevivir. Los que quedan sobrellevan la tarea al límite de sus
fuerzas. Son héroes en el día a día.
Las declaraciones
de Alberto Fernández denunciando un “relajamiento” del sistema de salud
privado, sugiriendo que se distrajo esfuerzo en la atención de otras patologías,
fueron ofensivas y degradantes. La respuesta no se hizo esperar. No solo porque
agravió a quienes cotidianamente se exponen al virus en la primera línea sino
porque hay quienes sospechan el comienzo de una avanzada kirchnerista sobre el
sistema de salud privado. Es claro que se está jugando con fuego.
El Jefe de Estado
consume a diario su remanente de respeto y confiabilidad.
El desgaste de su
credibilidad se aceleró en estos días de manera exponencial. Siempre en línea
con encontrar responsables y demonizarlos y, seguramente dispuesto a contentar
la línea que le bajan desde el sector más duro de la coalición, no repara en
autoinmolarse políticamente contradiciendo en cuestión de horas su propia línea
de acción y arrojando al vacío a sus funcionarios más cercanos.
El Presidente se
va quedando solo. La semana que termina fue absolutamente detersiva para dos de
sus ministros.
En la mañana del
miércoles, Carla Vizzotti ofreció una conferencia de prensa sin anuncios pero
con una inquietante revelación, dejó en claro que no hay garantía de más
vacunas a la vista.
Horas después, ya
sobre la noche, Alberto Fernández, bajó las nuevas restricciones. La movida
desnudó una realidad ya inocultable. Es obvio que el Ministerio de Salud no
está precisamente en línea con el Ejecutivo y que la ministra es la última en
enterarse.
El Ministro de
Educación tuvo también su jueves negro. Nicolás Trotta quedó pedaleando en el
aire tras los anuncios de AF de suspensión de las clases presenciales. Apenas
horas antes Trotta había descartado que las medidas comenzarán por el cierre de
las escuelas al encabezar el Consejo federal de Educación (CFE).
El Jefe de
Gabinete, Santiago Cafiero, tuvo que salir a desmentir la renuncia de Trotta
quien por ahora sigue en su puesto.
Es probable que
tanto el Ministro de Educación como la Ministra de Salud se auto perciban
“agobiados”. Absolutamente esmerilados siguen al frente de sus carteras, pero
es obvio que las decisiones se toman en otra parte. Guste o no reconocerlo
quedaron pintados. No son ni dejan de ser. A la hora de implementar medidas
drásticas el Presidente no cuenta con ellos, es más, ni siquiera se toma el
trabajo de avisarles para dónde va a tomar.
Otro Ministro que
también parece estar lidiando con el implacable “doble comando” es Martín
Guzmán. La que termina fue una de las semanas más complicadas de su gestión Con
el índice de inflación de marzo en 4.8%, la más alta para un mes desde que
asumió Fernández, la idea de llegar a la pauta inflacionaria anual del 29% prevista
en el presupuesto no está siendo tomada en cuenta en ninguna previsión. Los
analistas prevén una suma de no menos del 46% para este año.
Los métodos
morenistas aplicados desde la Secretaría de Comercio consistentes en precios
máximos, precios cuidados, enlistamientos, mayores controles a supermercados y
pulseadas con los productores, además de contradecir todo lo que está dicho en
el catecismo de Guzmán no estarían funcionando.
Hace apenas una
semana el argumento que fundamentaba el resistido confinamiento era el de
“ganar tiempo” para avanzar en la vacunación. Sin vacunas garantizadas a la
vista se pide ahora bajar la circulación en orden a aplanar la curva de los
contagios.
La sensación es
que solo se trata de “hacer tiempo” para que el requerimiento a “cama caliente”
que tiene en estado de máxima tensión al sistema sanitario no termine en
colapso.
Los que analizan
bajo parámetros estadísticos un eventual desborde aseguran que por cada cama
que falte se mueren 3 personas. El dato estremece.
Según los
especialistas la única manera de cortar la circulación viral se impone un
cierre total y absoluto de al menos dos semanas. En las actuales
circunstancias, algo imposible de hacer cumplir.
La palabra oficial
está desgastada. Tanta marcha y contramarcha genera descreimiento y pérdida de
confianza. El gobierno pidió tiempo para vacunar y a la semana no hay flujo
alguno de vacunas garantizado. No ganó tiempo. Hizo tiempo y pretende seguir
haciéndolo. Cuesta creer que en quince días puedan levantarse las restricciones.
Presentadas a las
atropelladas y destruyendo todos los puentes de consenso las medidas están
condenadas a no funcionar. Es el peor de los escenarios.
La rebelión
larretista viene con historia. Tanto vapulear al “amigo Horacio” ahora el
hombre toma distancia. El Jefe de Gobierno de la Ciudad presentó un amparo ante
la Corte pidiendo que declare inconstitucional el Decreto de Necesidad y
Urgencia.
El encuentro
cumbre de este viernes entre Larreta y Fernández no aportó una salida.
Alberto Fernández
calificó de “injusto e ingrato” al Jefe de Gobierno de las Ciudad y HRL le
contestó en rueda de prensa.
“Yo repito lo que
dije: hoy estamos viviendo esta situación porque el Gobierno nacional no
cumplió con las vacunas que prometió. En la Ciudad ya mañana nos quedamos sin
dosis para seguir vacunando a los grupos de riesgo”, dijo Larreta. También
replicó los dichos de Axel Kicillof en el sentido de que son muchos los
porteños son derivados al sistema público de la provincia para una atención de
alta complejidad. “Un 30% de las camas de CABA están ocupadas por bonaerenses”
aseguró.
El Jefe de
Gobierno abrió un compás de espera para que el Presidente revea su medida de
cerrar la presencialidad en las escuelas por 15 días.
Las horas que
vienen no serán fáciles para Alberto Fernández.
En la Ciudad se
anuncian protestas. Mucha gente resiste las medidas y no parece dispuesta a
acatar. Es de esperar que se mantenga en su posición de cerrar en orden a los
requerimientos del espacio político que domina la coalición oficialista y que
en este momento se referencia en el gobernador Kicillof.
Alberto Fernández
arrancó dando un margen de acción a gobernadores e intendentes para disponer
cierres y aperturas y finalmente, seguramente presionado por las urgencias K,
terminó cargando sobre su persona el costo total de las decisiones.
Ahora el
Presidente se encuentra en una peligrosa encerrona. Una cosa es emitir un DNU y
otra muy distinta es poder hacerlo cumplir. Con todo el costo político sobre su
humanidad, sin mucho margen de acción, el poder presidencial será puesto a
prueba en los próximos días. Resta saber qué queda hacia adelante sin las
medidas no son acatadas por la mayoría.