Por Raymundo Riva
Palacio
18/08/2021
Con el grupo
fundamentalista nuevamente en el poder, sus actividades ilícitas dejarán de ser
clandestinas, y será inevitable la emergencia de un gran narcoestado en Asia.
La comparación con México.
¿Alterará la
victoria de los talibanes en Afganistán el mercado de las drogas en el mundo?
La pregunta que se están haciendo los expertos no tiene respuestas claras, pero
la abrazan las sospechas que así será. Con la restauración del Imperio Emirato
de Afganistán, los talibanes, que han hecho del comercio de las drogas un
negocio que les financió la guerra de 20 años contra Estados Unidos, tienen una
posibilidad real de ampliar el negocio y subsidiar sus actividades terroristas.
Quizás la única duda es cuándo se materializará de una forma en que moverá los
mercados ilícitos de drogas.
Afganistán es el
principal productor y exportador de opio en el mundo y es responsable de
alrededor del 90% de la producción mundial de la heroína, que se consume mayoritariamente
en Europa y Asia. De esos ingresos
han vivido los campesinos y cientos de comunidades rurales por largo tiempo.
Esto ha creado un imbricado tejido social que ha sido aprovechado por los
talibanes, causantes del asombroso incremento de 37% de los cultivos de opio el
año pasado, de acuerdo con un reciente reporte de la Oficina de Naciones
Unidas para las Drogas y el Crimen, que subrayó la expansión de los campos de
cosecha de 163 mil hectáreas a 224 mil, que se localizan mayoritariamente en
los territorios bajo su control.
El dominio de los
talibanes sobre este negocio ilícito comenzó a reconstruirse en 2006, cuando
abandonaron los santuarios paquistaníes en los que se refugiaron durante los
primeros seis años de la guerra que lanzó Estados Unidos en su contra, y
crearon un sistema impositivo en toda la cadena de producción del opio; como
así también rutas de distribución que conectaban con los grandes hubs de las
drogas en Paquistán, Irán y Tajikistán.
Afganistán es
considerada como una economía de opio, que equivale a poco más del 11% del
Producto Interno Bruto -la Corporación Rand en Santa Mónica California, estimó
recientemente que podría llegar al 30%-, donde trabajan cerca de tres millones
de personas que generan un valor que excede el de cualquier exportación de
bienes y servicios afganos.
Los talibanes
controlan arriba del 95% del mercado interno, de cuyas exportaciones obtuvieron
en 2016 el 50% de sus ingresos, de acuerdo con un reporte del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas; el resto provino de la minería, secuestros y
donaciones foráneas. La narco riqueza de los talibanes hizo que la revista
Forbes los ubicara como el segundo "grupo terrorista", como lo
definió el Departamento de Estado en 2010, con mayores ingresos anuales, sólo
detrás de Hezbolá. Forbes estimó sus ingresos en 2018 en 800 millones de
dólares anuales, el doble que les había calculado dos años antes, cuando aún no
eran una fuerza dominante en Afganistán.
Tras su victoria,
pocos dudan que vaya a potenciar sus exportaciones de drogas. "Los
talibanes contaron con el negocio del opio afgano como una de sus principales
fuentes de ingresos", le dijo a la agencia Reuters César Gudes, jefe de la
oficina de las Naciones Unidas para las Drogas y el Crimen en Kabul. "Una
mayor producción tendrá drogas más baratas, con un precio más atractivo y, por
tanto, con una accesibilidad más amplia".
Con los talibanes
en el poder, es inevitable la emergencia de un gran narcoestado en Asia
De cumplirse el
pronóstico, habrá más producción de opiáceos que inundarán los mercados. En la
actualidad, la producción de opio por hectárea en Afganistán (28 kilogramos) es
cinco veces superior a Myanmar y México, y la heroína que sale de sus
laboratorios les generan un estimado de 250 mil dólares por kilo en Australia y
Japón, dos de sus principales mercados asiáticos. Los talibanes también han
incursionado en la producción de metanfetaminas a bajo costo, que les está
generando tres veces más ingresos que la heroína, con lo cual quieren entrar en
competencia con los cárteles de las drogas mexicanos, que son los principales
productores de estas drogas sintéticas.
Con los talibanes
en el poder, sus actividades ilícitas dejarán de ser clandestinas, al tener a su disposición las herramientas y los
recursos de cualquier gobierno, como el banco central, los transportes
terrestres y aéreos para mover las drogas, y el dinero para financiar aún más
los cultivos de opio en las 22 de 34 provincias afganas. Aunque habrá
vigilancia extrema para evitar que inunden los mercados con sus drogas, es
inevitable la emergencia de un gran narcoestado en Asia.
"Los
talibanes han logrado un hito", escribió esta semana James Durso, un
consultor en cadenas de suministro y que trabajó con el Pentágono en Irak y
Afganistán, en el diario The Hill, con fuerte presencia en el Capitolio,
"en lugar de influenciar y corromper al Estado, como los narcos mexicanos,
ahora los narco talibanes son el Estado". Tiene razón.