Andrés Torres
Las elecciones de
“medio término” por regla general han reflejado un deterioro en la performance
electoral de los distintos presidentes desde 1983 a esta parte. Pero algunos
perdieron más que otros. El que mantuvo más incólume su caudal fue Néstor
Kirchner, si bien deberá tenerse en cuenta que fue electo sólo con el 22 % de
los votos perdiendo con Menem (24 %) que se bajó de la segunda vuelta; pero en
las legislativas de ese año de 2003 el peronismo fue votado por el 40 % del
país y dos años más tarde el “Frente para la Victoria” obtendría 39 %: un
desgaste muy modesto. Fueron tiempos de crecimiento económico, mucho gasto
público y el boom de la soja: vacas gordas.
El segundo lugar
en el ranking para los menos desgastados lo ocupa el primer mandato de Menem
(1989-1995), quien ganó con el 48 %. En las dos legislativas que pusieron a
prueba al riojano (1991 y 1993) el saldo fue negativo, pero sólo en 5 puntos:
41 % en las del ’91 y una recuperación del 43 % para el PJ en el 95. Una buena
parte de la población aprobaba el rumbo de cambio hacia la derecha y la
“integración al mundo” que pregonaban los liberales de entonces.
El gobierno de Macri (2015-2019) tampoco
perdió tanto, comparativamente, en sus elecciones de medio término. Fueron 9
puntos de desgaste, desde el 51 % de Cambiemos en el ballotage del 2015 cayó al
42 % en las legislativas del 2017. La recesión que no pudo conjurarse y las
expectativas económicas de la clase media, seguramente muy elevadas de un “cambio”
positivo le hicieron pagar la cuenta al líder del PRO.
Mucho más cayó
Alfonsín en su mandato de seis años (1983-1989): la UCR desgranó su 52 % en dos
etapas: al 44 % cayó en 1985 y al 37 % en 1987: otra vez la economía y su
desmanejo dieron el veredicto y sentenciaron el primer gobierno radical que
“recuperó la democracia”.
Cristina Fernández en su primer mandato
(2007-2011) tuvo una sonora “paliza” electoral en el 2009 cayendo del 45 % que
obtuvo como presidenta al 29 %, mientras ya se perfilaba la oposición del PRO y
los radicales. La llamada “crisis del campo” seguramente fue uno de los
factores determinantes de la derrota, sumado a la economía que seguía sin
exhibir crecimiento.
En el podio de los
más derrotados en elecciones de medio término el tercer lugar es para el
segundo mandato de Menem (1995-1999) que vio deteriorado el caudal del PJ en 13
puntos porcentuales: el desempleo y la pobreza marcaron esa agenda; a la
medalla de plata se la lleva el segundo mandato de CFK (2011-2015) quien logró dilapidar
la friolera de 21 puntos desde su histórico 54 % del 2011 al 33 % que honró al
FPV con su voto en 2013. Las causas de corrupción “K” ventiladas en los
Tribunales fueron determinantes en esa elección.
Las legislativas
más desastrosas de la historia reciente fueron las del 2001. De la Rúa había
cosechado apenas dos años antes el 48 % de las preferencias electorales en un
país diezmado por la pobreza y el desempleo, luego de los diez años del
menemismo. Pero aquel fatídico año de los “cinco presidentes” la Alianza obtuvo
sólo el 23 % de los votos en todo el país, perdiendo así 25 puntos, y múltiples
crisis que se superpusieron en pocos meses.
En estas
legislativas del 14 de noviembre Alberto Fernandez se perfila a perder también
el caudal conseguido al asumir (48 % en segunda vuelta), pero ¿en qué medida?
Si se repitieran los resultados de las PASO perdería 16 puntos. Cabe señalar
que en las PASO legislativas de 2017 Macri sacó el 36 % pero en las elecciones
finalmente obtuvo el 42 %, es decir, le fue mejor que en las PASO. A Fernández
las “encuestas” indican que le irá peor, y por lo tanto pelearía un lugar en el
podio de las derrotas más duras (después de un año de pandemia y cuarentenas).
Pero tantas veces le han errado los encuestadores…
Ricardo A. Torres
Abogado-Miembro
del Centro de Estudios Cívicos