en su lecho de muerte
Infocatólica
El día de ayer fue
de auténtico disfrute. De bochorno la rabiosa reacción contra la confirmación
de la conversión en el lecho de muerte de Gramsci, y digo confirmación, porque
ya hace mucho tiempo que se daba por hecha. En 1967, las monjas que lo
atendieron, nos contaron su conversión, asegurando que conservaba una estampita
de su niñez, de Santa Teresa del Niño Jesús.
El contexto ya lo
conocéis. Yo creo a De Magistris, creo que Gramsci se convirtió, y no sólo
porque monseñor es un tipo respetable, conocedor como nadie, desde su
privilegiado puesto en la Penitenciaría Apostólica de las cosas de conciencia.
De la descripción que hace:
Gramsci tenía en
su habitación la imagen de santa Teresita del Niño Jesús. Durante su
enfermedad, las monjas de la clínica en la que estaba ingresado llevaban a los
enfermos la imagen del Niño Jesús, para que la besaran. Como a Gramsci no se la
llevaron, él se quejó: ‘¿Por qué no me la habéis traído?’
sólo puede
desprenderse que ahí estaba una sonrisa del Buen Humor de Dios. La alternativa
sería que nuestro querido prelado tiene una mala baba venenosa.
Hay que reconocer
la ironía de que el «teórico de la praxis» (no es un oxímoron), para quien
primero era la acción, y luego…la acción, fuese tan devoto de una niña monja de
clausura que no salió del convento, y pasó los pocos años de vida postrada en
cama rezando, amando a su Dios. Que el teórico de la ‘hegemonía cultural‘,
murió besando al Gesù Bambino. ¿Qué descubrió? Probablemente que la verdadera
acción era la de Santa Teresita, que lo primero era estar muy cerca del Amor,
que esas eran las verdaderas bases de la transformación, primero de la persona,
y por ella la sociedad. ¿Qué descubrió? Probablemente que:
Al final de la jornada,
el que se salva sabe,
y el que no,
no sabe nada.
Eso sí, los
tiempos, los del Señor. Me gustaría que se hubiese convertido antes, que
hubiese tenido la oportunidad de deshacer, de desdecirse. Aunque muere en el
37, suya es la doctrina que fundamenta el cambio de estrategia contra la
Iglesia. Ya no se trata de aniquilarla, el paradigma no será la Segunda
República Española o la Ilustración Francesa, será la infiltración, la
educación [para la ciudadanía], la cultura [de la zeja]. Y hay que reconocer
que está siendo bastante exitosa; hoy podemos ponerle cara a muchos de esos
cristianos maduros (en la ‘edad del pavo’, diría yo), a esos frutos del
gramscismo. Los mismos para los que la simple existencia de Santa Teresita es
un escándalo; los mismos que intentan desmitologizar la fe; los mismos para los
que lo único es hacer, actuar.
Pienso que este
nuevo tipo de persecución, en la que llevamos inmersos al menos medio siglo de
forma reconocible, sólo podrá ser vencida del mismo modo que a Gramsci:
parándonos un poco, volviendo al Amor de los Amores, pudiéndole dar al Niño un
beso de niño. Y después vendrá el resto, con hombría.
Juanjo Romero, el 28.11.08