el libro que
explica cómo y por qué la Junta Militar ordenó recuperar las Malvinas
Infobae, 25 de
Enero de 2022
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Se trata de un nuevo intento de Juan B. "Tata" Yofre, de demostrar que la guerra de Malvinas fue "una gesta tan inverosímil como suicida". Hace 11 años publicó otro libro -"1982"- en el que no logró, a nuestro juicio, más que acumular cientos de páginas de opiniones y datos, que no configuran una análisis profundo que permita realizar un dictamen objetivo sobre la necesidad de defender el interés nacional mediante una guerra, que siempre constituye la ultima ratio.
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La Junta Militar
tomó la decisión de recuperar Malvinas el viernes 26 de marzo, cerca de las 19
horas. La medida se adoptó sin la participación del canciller, pero fue
notificado poco más tarde. El almirante Carlos Alberto Busser también reconoció
ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas haber sido informado después. En
su libro de memorias, Costa Méndez también sostuvo lo mismo. Relató que volvió
al Palacio San Martín, reunió a sus colaboradores más íntimos, y luego de
hacerlos jurar que no revelarían el secreto, les informó de la decisión de la
Junta Militar. Eso es inexacto, como lo prueban todos los documentos secretos
que el “Grupo Especial Malvinas” (funcionarios que trabajaban en secreto) del
Palacio San Martín preparó, momento a momento, para apuntalar intelectualmente
en la Operación Azul/Malvinas a los jefes militares. Algunos ya los hemos
analizado.
Pero el canciller
no va a revelar un detalle importante: el equipo de funcionarios que integraba
el Grupo Especial Malvinas no tenía terminadas todas las medidas necesarias
para acompañar en el campo diplomático la acción castrense de invadir las
Malvinas. El domingo 28 de marzo va a pedir una postergación del Operativo
Azul/Rosario. Tras cuarenta años de silencio, el entonces secretario Roberto
García Moritán relató: “Costa Méndez me mandó a Campo de Mayo con una carta
personal a Galtieri en donde le solicitaba unos días de postergación a la
invasión. Cuando llegué, Galtieri estaba con su esposa en una terraza. Luego,
pasamos a su despacho, entregué la carta que leyó adelante mío. Luego de
terminar de leer, el presidente me afirmó ‘dígale al canciller que absolutamente
no’, y como si esto fuera poco, me devolvió la carta luego de escribir
‘absolutamente no’”.
El embajador
Gustavo Figueroa sería más preciso con respecto al memorando de una carilla y
media que recibió Galtieri en ese momento: “Contemplaba tres puntos: 1) si se
estima necesario levantar la invasión, esta decisión puede aún realizarse; 2)
comunica que la posición de los Estados Unidos es poco clara. No hay seguridad
de que apoye (juegue bien) con la Argentina; 3) con los No Alineados, si bien
partimos de una situación no favorable, podemos en un corto tiempo recomponerla
y lograr su solidaridad en virtud de nuestra lucha antiimperialista”.
En la tarde del mismo domingo 28 de marzo salía de Puerto Belgrano la flota que transportaba las tropas que ocuparían las islas Malvinas. Horas antes, Margaret Thatcher se había comunicado telefónicamente con lord Carrington para expresarle su ansiedad por la situación. El ministro le contó que le había enviado un mensaje al secretario de Estado de los Estados Unidos en el que le solicitaba su intervención como mediador. Al día siguiente, Costa Méndez y Bonifacio del Carril volvieron a conversar. En esta ocasión, el canciller le informó a su amigo sobre los cursos de acción que se estaban estudiando frente a la intimación que había hecho el gobierno británico para el retiro del personal de las Georgias. “Si la decisión de aprovechar el incidente de los chatarreros para tomar las Malvinas era definitiva [como le había anticipado el canciller a principios de mes], lo más conveniente para la Argentina es dejar que los británicos los saquen por la fuerza. Pues lo importante es contar con un hecho de fuerza ejecutado por los ingleses como acto inicial y no como una simple amenaza”. Al mismo tiempo, a Costa Méndez le llamó la atención que:
“La
superioridad militar inglesa es abrumadora y que en el campo económico Gran
Bretaña podría ejercer fuerte acción contra la Argentina, porque a pesar de la
decadencia del imperio, Inglaterra sigue siendo uno de los centros financieros
más importantes del mundo”. “Es muy difícil que Inglaterra se decida a actuar
militarmente por el elevado costo de la operación”, dijo Canoro. Además, según
el canciller “las Fuerzas Armadas tienen todos los planes previstos para
neutralizar cualquier intento y de todas maneras dispone de tres semanas antes
de que los ingleses lleguen al lugar”. Posteriormente, “Fafo” del Carril evaluó
que “el acto de fuerza que se prepara a ejecutar el gobierno va a ser
contraproducente. Y me doy cuenta de algo peor: que cuando se haga el acto de
fuerza se va a producir en la población un golpe emocional favorable a las
Fuerzas Armadas y que va a ser muy difícil, en realidad negativo, pronunciarse
contra la ocupación una vez producida”.
El martes 30 de
marzo de 1982, mientras la ciudad de Buenos Aires se encontraba fuertemente
vigilada en vista de la manifestación sindical con la consigna “Pan, paz y
trabajo”, que se iba a realizar a la tarde con la intención de llegar a Plaza
de Mayo, el Comité Militar se reunió dos veces en el edificio Libertador. Según
la Memoria: “Durante la primera reunión se resolvió que el General García fuera
el Comandante de Teatro de Operaciones Malvinas hasta el día D+5
aproximadamente, luego de esto se crearía el Teatro del Atlántico Sur a partir
de la desactivación del Teatro Malvinas, designándose al Vicealmirante Lombardo
como Comandante (Acta Nº 5 ‘M’/82). En dicha reunión el Jefe del Estado Mayor
Conjunto informó sobre las capacidades del enemigo y el análisis de las mismas
después del día D+5″.
Ese mismo día,
Costa Méndez informó a los miembros de la Junta Militar que los Estados Unidos
habían ofrecido su asistencia para el tema Georgias del Sur según le había
comunicado el embajador Takacs, quien fue llamado por el secretario de Estado.
En la segunda
reunión del COMIL del 30 de marzo, el jefe del Estado Mayor Conjunto,
vicealmirante Leopoldo Alfredo Suárez del Cerro, “informó sobre la previsión
meteorológica para el desembarco, informando que el Comandante de Teatro de
Operaciones Malvinas decidió que el 02 de abril a las 0000 horas fuera la fecha
para iniciar las operaciones”; un temporal impedía realizar la operación el 1º
de abril. También se resolvió que “por razones de política internacional,
convenía que el Gobernador Militar [general Mario Benjamín Menéndez] tuviera
jurisdicción sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur
(Acta Nº 6 ‘M’/82). Asimismo se resolvió proveer la información acerca de la
eventual recuperación —antes de la declaración oficial del día 02 de abril— a los
Ex Comandantes en Jefe, al Gabinete, a la Corte Suprema de Justicia y a
Monseñor Aramburu”, y también, que previamente “debía llamar a los principales
dirigentes políticos, sindicalistas, empresarios, etc. Por la misma razón”.
Ese mismo día, el
canciller convocó en el Salón Verde del Palacio San Martín a la primera línea
de la Cancillería. Luego de tomarles juramento de mantener el secreto, expuso
sobre la situación en Malvinas; recordó las distintas etapas de las
negociaciones en los últimos años; recordó las magníficas relaciones con
Sudáfrica; se refirió a las excelentes relaciones con los Estados Unidos,
“grandes defensores de los pueblos jóvenes contra los colonizadores y su rol en
el mundo contra el comunismo”; mencionó la decadencia del Reino Unido y del
gobierno de la señora Margaret Thatcher (quien seguramente perdería las
próximas elecciones), así como la difícil situación económica de su país, que
lo llevaría a vender su único portaaviones y otros barcos de guerra porque no
podía mantenerlos. Finalmente, sostuvo que alguien tenía que tener el coraje de
hacer algo por la recuperación de las Malvinas y no olvidó decir que todo esto
facilitaría la difícil situación política con Chile. Luego inquirió si alguien
tenía alguna pregunta. El embajador Carlos Keller Sarmiento, jefe del
Departamento Europa Occidental, pidió hacer unos comentarios, los que no fueron
grabados. No obstante, volcó lo que pensaba en un memorando titulado
“Malvinas”, de cuatro carillas, con fecha 14 de abril de 1982.
“Parto de la base
que llevar el conflicto a un enfrentamiento militar de resultado dudoso para la
Argentina es nuestra peor opción. (Total aislamiento, riesgo de una
humillación, graves consecuencias económicas, institucionales y políticas,
destrucción parcial o total de nuestra Fuerza Aérea, flota y efectivos
militares, probable caída del gobierno, disminución de la capacidad para
negociar con el Reino Unido el futuro status de las Islas, probable creciente
intervención de Brasil o Chile como fuerza de paz y pérdida de credibilidad y
prestigio en el ámbito internacional)”.
“De acuerdo a lo
conocido hasta el momento, en un enfrentamiento militar es muy difícil contar
con la victoria total argentina. En caso de victoria parcial se enardecerían
los ánimos, podría sobrevenir un probable bloqueo de puertos, subsistirían las
medidas de agresión económica por parte de la CEE [Comunidad Económica Europea]
que podría extenderse a otros países e incremento creciente de la opción URSS
para nuestro país. Estimo que esta debería evitarse”.
Por esas mismas
horas, el embajador Gustavo Figueroa llamó al ministro Atilio Molteni para
decirle: “El departamento que andabas buscando se va a desocupar”. Eso quería
decir que se iba a producir la invasión y que iba a tener que dejar Londres,
donde se desempeñaba como encargado de Negocios.
Los británicos y
los norteamericanos detectaron los movimientos de los barcos de la flota
argentina de ocupación; sin embargo, esa información no fue comunicada por el
gobierno a los parlamentarios durante el debate del 1º de abril (o fue
relegada). Ante la inminencia del ataque, una de las primeras decisiones de
Margaret Thatcher fue enviarle un mensaje a su amigo Ronald Reagan para que
intentara convencer a Galtieri de que no invadiera las islas. Asimismo, Gran
Bretaña pidió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas.
El mismo día, se
le envió un largo cable “S” —cable 697— al embajador Eduardo Roca,
instruyéndolo a solicitar el 1º de abril, “en hora que será determinada a
vuestra excelencia telefónicamente […] a fin de llamar la atención del Consejo
de Seguridad la situación de grave tensión existente entre la República
Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte”. En el mismo
texto “Secreto” y “Muy Urgente” se le ordena a Roca que “simultáneamente con
presentación nota a Consejo de Seguridad, sugiérese a V.E. entrevistar a
representantes permanentes de China y de Unión Soviética fin de imponerlos
situación. V.E. les señalará que Argentina confía en seguir contando con
tradicional apoyo sus países sobre cuestión Malvinas”. La instrucción no fue
llevada a cabo. Los embajadores de China y la Unión Soviética en Buenos Aires
también fueron informados. Además se enviaron cables a Pekín y Moscú con el
mismo texto: “Se señala que objetivo argentino es lograr que [China/URSS]
oponga el veto en el Consejo de Seguridad a cualquier resolución que sea
contraria a nuestro país”.
Desde Londres
Atilio Molteni envió el cable 761 sobre el clima en Fleet Street (calle de
Londres donde estaban las sedes de importantes medios periodísticos), cuyo
texto contenía cuatro puntos. El 4º punto advertía: “Por otro lado, pareciera
prematuro creer en un cambio radical posición medios de difusión y sectores
políticos que los inspiran, ya que muy bien podría tratarse de cortina de humo
levantada en connivencia con Foreign Office para tratar de seguir ganando
tiempo hasta que Reino Unido considere haber alcanzado situación estratégica
relativamente equilibrada en el área. En este momento, es de suponer, Londres
trataría de forzar situación diplomática en sus propios términos”.
“Una gran
fantasía”
Desde antes de
1982, Wenceslao Bunge tenía muy sólidos contactos con los centros académicos de
los Estados Unidos y, por ende, con altos funcionarios de la administración
Reagan, como la embajadora Jeane Kirkpatrick. Por esta razón, y por consejo de
Eduardo Roca, el 30 de marzo fue invitado a un almuerzo en lo de Adalbert
Krieger Vasena, en avenida Alvear y Libertad. A la mesa se sentó un grupo de
hombres que, se especulaba, conocían a los Estados Unidos: el dueño de casa,
Pedro Real, Carlos Manuel Muñiz, Jorge Aja Espil, Arnaldo Musich, Guillermo
Walter Klein y Jorge Labanca. Roberto Alemann no asistió porque no estaba en el
país.
Cuando se había
servido el primer plato apareció Nicanor Costa Méndez y se le cedió la palabra.
Luego de una corta introducción, el canciller pidió a cada uno de los presentes
un consejo, una opinión, sobre cómo hacer para profundizar la relación con Washington.
Se escucharon muchas observaciones plagadas de lugares comunes, hasta que le
tocó hablar a Musich. El primer embajador del Proceso Militar en los Estados
Unidos opinó que poco podía hacerse si no se producía la institucionalización
de la Argentina. Bunge, sentado a su lado, agregó: “Ellos desean entenderse con
instituciones legítimas, y la única forma de mejorar las relaciones con los
Estados Unidos pasa por la normalización democrática del país”.
Está claro que el
invitado central no miró al joven Bunge con su mejor expresión. A dos días de
la invasión de las Malvinas, cuando la flota se encontraba en alta mar, ninguno
de los invitados tenía conocimiento profundo de lo que estaba sucediendo en las
islas Georgias. Mucho menos sabían lo que ocurriría el 2 de abril de 1982.
Bunge, al salir, escuchó decir a Musich: “Lo que viene es muy grave, creo que
se han vuelto locos”, pero no entendió a qué se refería. También oyó decir que
Roca no había participado del almuerzo porque había tenido que viajar de urgencia
a su destino en Nueva York, ya que debía participar en una reunión del Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas que trataría el conflicto con Nicaragua.
Tras ese almuerzo, Bunge partió a Saint Louis, Missouri, Estados Unidos, en
viaje de negocios.
El 2 de abril a la
mañana recibió un llamado del embajador Takacs para reiterarle la invitación a
una comida, esa noche, en homenaje a Jeane Kirkpatrick. Durante la
conversación, Takacs le dijo: “Mirá, Wenceslao, hemos invadido las Malvinas y
quiero hablar con vos”. Esa noche Bunge asistió a la cena con black tie
(smoking) en la calle Q 1815. Concurrieron, entre otros, Walter Stoessel,
subsecretario de Haig; Frank Carlucci, subsecretario de Defensa; Thomas Enders,
subsecretario del Departamento de Estado; William Middendorf, embajador
americano ante la OEA; John Marsh, Secretario de Guerra; Alejandro Orfila,
secretario general de la OEA; la periodista Barbara Walters y los tres
agregados militares argentinos: el general Miguel Mallea Gil, el almirante Rubén
Franco y el brigadier Oscar Peña. A los postres se hizo un brindis. Takacs
señaló que ese era un día “muy difícil para nosotros en la Argentina”. Y la
homenajeada dijo una frase poco recordada: “Los argentinos son muy capaces para
muchas cosas, pero no se destacan por administrarse bien a sí mismos. Espero
que aprendan de lo que está sucediendo”.
Los
norteamericanos se retiraron temprano de la residencia, y quedaron solo los
argentinos analizando la situación. Todavía no se había realizado la reunión
del Consejo de Seguridad, de la que saldría la Resolución Nº 502. El almirante
Franco afirmó que la Argentina pensaba sacar once votos a favor, dos
abstenciones y dos votos en contra en el Consejo de Seguridad. El brigadier
Peña opinó de modo diferente al señalar que los americanos y los ingleses
votarían juntos porque son “primos hermanos”. “Todo esto es una gran fantasía”,
agregó. Al día siguiente —3 de abril—por la mañana, Bunge concurrió al National
Press Club para desayunar con su amigo Zbigniew Brzezinski, ex consejero de
Seguridad del presidente Jimmy Carter. Luego de estrecharse las manos,
Brzezinski le dijo: “Te felicito, se acabó el gobierno militar”. Y le explicó
que nadie mueve un ejército para invadir o recuperar un lugar que el mundo no
le ha reconocido, y “esto no será permitido”.
“Si se detiene el
conflicto —sostuvo—, si llegamos a un acuerdo, que espero que sea posible
porque sinceramente deseo que haya gente sensata, esto igualmente significa la
terminación del gobierno militar. Y creo que va a ser lo único positivo de esta
agresión argentina, porque es de tal torpeza lo que ha sucedido que no hay
forma de sostenerlo”. Además, agregó, “poseen un Ejército que no ha peleado
ninguna guerra en lo que va del siglo; una Fuerza Aérea que tiene elementos tan
sofisticados que no puede utilizar y la Armada Brancaleone 4″. Para el
almirante Lombardo no era la Armada Brancaleone, era, con su lenguaje llano y
crudo, “el rejuntado de Chivilcoy jugando con la primera de Boca”.