el FMI impuso una medida contraria al dogma
kirchnerista
Pablo Wende
Infobae, 29 de
Enero de 2022
Pese al salto
hasta el 51%, el Gobierno insiste en que la inflación es un fenómeno
“multicausal”. Martín Guzmán se cansó de repetir este verdadero dogma del
kirchnerismo, que busca minimizar el rol de la emisión monetaria para explicar
el fenómeno de la inflación persistente. Incluso el propio staff del FMI se
había hecho eco de esta definición en el comunicado difundido en diciembre,
tras reunirse con la misión del equipo económico argentino en Washington. El
“principio de acuerdo” divulgado ayer entre ambas partes barre de manera
abrupta esta lectura.
El gradualismo
para llegar al equilibrio de las cuentas públicas recién en 2025 no es tal en
el caso de la política monetaria, donde se impuso un verdadero shock, aunque
ambas partes buscaron minimizar su impacto. El financiamiento monetario del
Banco Central al Tesoro había superado el 7% del PBI en 2020, récord a causa de
la pandemia. El año pasado cayó a 3,7%, pero el próximo acuerdo dispone que esa
disminución será muy profunda en 2022, ya que la emisión apenas podrá
representar 1% del PBI para directamente desaparecer en 2023. Ni Federico
Sturzenegger, en el mejor momento del gobierno de Mauricio Macri, se había
animado a tanto.
Semejante
reducción abrupta deja claro que para el Fondo sí es la emisión monetaria la
principal causante de los desequilibrios cambiarios y de la elevadísima
inflación con la que convive la Argentina hace más de una década. Por más que
en los comunicados le den el gusto al kirchnerismo duro y se sigan refiriendo a
ella como un fenómeno “multicausal”.
Se trata del
aspecto más novedoso e inesperado del acuerdo y, al mismo tiempo, el más
difícil de cumplir
Indudablemente se
trata del aspecto más novedoso e inesperado del acuerdo. Y al mismo tiempo el
más difícil de cumplir. El kirchnerismo hizo uso y abuso de la emisión
monetaria, tanto en los dos gobiernos de Cristina Kirchner, como en el actual
de Alberto Fernández, que en muchos sentidos fue en estos dos primeros años una
continuidad de las políticas implementadas por la ahora vicepresidenta.
Estricto cepo cambiario, atraso del dólar oficial y emisión monetaria pura y
dura para financiar el déficit fiscal, en un contexto de falta de acceso al
financiamiento vía mercado de capitales.
Con una
disminución tan fuerte de la emisión, la idea es ponerle un techo a la suba de
los distintos dólares financieros y bajar la brecha cambiaria. La primera
reacción del mercado al conocerse los detalles del entendimiento fue justamente
en esa dirección. Se supone que una menor distancia entre el oficial y el dólar
libre debería ayudar a reducir muy lentamente la inflación.
El gradualismo que
se aplicó para la reducción del déficit fiscal en el acuerdo con el FMI no se
mantuvo para la política monetaria, ya que habrá que llegar a emisión cero el
año que viene. Ni Federico Sturzengger lo consiguió durante su gestión al
frente del BCRA durante el gobierno de Mauricio Macri
Semejante
reducción abrupta del financiamiento monetario (o de la “emisión espuria” para
financiar el déficit, como repetía Álvaro Alsogaray) implica un cambio de 180
grados para aquella política del kirchnerismo. Con fuertes rojos fiscales y sin
financiamiento, la única manera de hacer frente a ese agujero en las cuentas
públicas fue dándole rienda suelta a la “maquinita” del Central. Y es lo que se
hizo en los últimos años, con un resultado desastroso: fuerte presión cambiaria
y, por consiguiente, una inflación persistente y muy elevada.
Según los cálculos
del economista Fernando Marull, esta imposición significa pasar de un déficit
financiado casi en un 100% por la emisión a sólo 25%. El Tesoro deberá
conseguir el restante 75% de financiamiento directamente en el mercado local,
porque las puertas del crédito internacional están totalmente cerradas para el
Gobierno.
Será un
experimento sumamente interesante y que finalmente medirá el éxito del
programa. Por primera vez, el kirchnerismo encuentra una restricción concreta
al uso de la emisión monetaria para financiar los rojos fiscales, cuando
siempre subestimó su impacto en los precios.
La suba de las
tasas de interés a terreno positivo va de la mano de esta necesidad de mayor
financiamiento “genuino” entre los inversores locales. Será necesario seducir a
los inversores para que estén dispuestos a financiar de manera creciente al
Tesoro con colocaciones en moneda local.
La nueva
estrategia impuesta por el Fondo es un arma de doble filo. Sucede que el principal
efecto de seguir aumentando las tasas es que el Central deberá pagar aún más
por las Leliq y los pases, una bola de nieve cada vez más difícil de licuar con
la inflación.
Gradual, pero con
interrogantes
Esta fuerte
reducción de la emisión monetaria va de la baja del déficit fiscal. Aunque la
disminución es más gradual, pasando de 3% a 2,5% este año y a 1,9% en 2023,
igual quedan muchos interrogantes por despejar. Por el momento, la única
mención a cómo se bajará el rojo fiscal este año es vía reducción de los
subsidios económicos, o sea pagando más tarifas. Pero no se adelantó mucho más.
Claramente el aumento de 20% para luz y gas que arrancaría en febrero es
insuficiente para recortar este año los subsidios en relación al PBI.
Con menos déficit
fiscal y reducción de la emisión monetaria, se supone que la inflación debería
tender a desacelerarse en los próximos meses. También este punto presenta un
problema para el Gobierno, que aprovechó el “impuesto inflacionario” para
recaudar más y solventar el creciente gasto público. Pero si la inflación no
sigue en aumento, que es lo que ahora cabría esperar, entonces será necesario
avanzar en serio con un mayor recorte del gasto para cumplir con la meta de un
menor rojo fiscal. Para los kirchneristas de paladar negro es un límite que al
menos hasta ahora no estaban dispuestos a cruzar.