el gran peligro de la sociedad y la estrategia
para enfrentarlo
Gran Rabino Isaac
Sacca
Infobae, 3 de
Febrero de 2022
Todos pensamos que
las grandes amenazas que enfrenta la humanidad son las guerras, la pobreza, la
corrupción, la inseguridad, las crisis económicas o ahora también las
pandemias, pero hay una amenaza mayor, silenciosa y hasta aparentemente ingenua
que puede llevar a la sociedad del futuro al colapso total.
Trabajo con la
juventud desde hace más de 30 años y hemos fundado, junto a otras personas y
fundaciones, Menora, una organización mundial para la juventud. Interactúo con
jóvenes de manera diaria. Me asesoro, diálogo y trabajo constantemente con
otras organizaciones, especialistas, educadores, pedagogos y profesionales de
la salud. Las situaciones que enfrentamos en todos los estratos sociales y en
todos los países y culturas son alarmantes.
Hay una amenaza a
la que están expuestos los jóvenes ya desde adolescentes y si no fortalecen con
intensidad su voluntad moral y ética y adoptan estrategias inteligentes, es muy
probable que les sea difícil superarla.
Me refiero a los
vicios.
¿Hemos caído tan
bajo como sociedad que los padres deberemos decir a los hijos que cuando
consuman droga se cuiden que sea de buena calidad y no esté adulterada? ¿Droga
autorizada por los organismos de sanidad?
No son los jóvenes
los que consumen droga, es la droga la que está consumiendo a los jóvenes. La
droga es la reina de los vicios.
¿Qué hacer ante
los inminentes vicios que acechan hoy a los jóvenes? ¿Cómo lidiar con el
consumo de drogas y alcohol, los juegos de azar y desvirtuaciones y excesos en
la sexualidad, entre otras adicciones? ¿Cómo enfrentar los desafíos del uso de
la tecnología, y la posibilidad siempre latente de abusar de ella? ¿Por qué los
vicios van ganando terreno cada vez más?
Los problemas se
repiten generación tras generación: “No hay nada nuevo bajo el sol”
(Eclesiastés 1:9). Pero hoy en día la intensidad, la sofisticación, la potencia
y principalmente la accesibilidad a los vicios los hace más peligrosos y
poderosos.
Somos muy pocos
los adultos que recordamos que en nuestros ámbitos familiares, escolares o
comunitarios se mostrase la práctica de estos vicios con la virulencia que hoy
se ve. Los vicios tradicionales se han sofisticado y se han reconvertido en
tentaciones difíciles de enfrentar para los jóvenes, Este es un nuevo desafío
que se suma al lidiar con los problemas comunes de la vida.
Por otro lado,
vivimos en un contexto de desilusión por la falta de valores, la frustración
por los delitos de los líderes, la
pérdida de confianza y fe en los adultos y en el egoísmo manifiesto de los que
deberían dar el ejemplo de solidaridad. Todo ello genera una dramática pérdida
de esperanza y perspectiva hacia el futuro, y entonces muchos jóvenes se
amparan en esos vicios como si fueran acogedores refugios.
Los jóvenes son
inexpertos pero también son maestros de la percepción. Ven la incongruencia
entre el discurso y la realidad, y lo peor que le puede pasar a un joven es
frustrarse. Sentirse defraudado por sus padres, su líder político, su guía
religioso o sus maestros es una fuente enorme de dolor. Aquellos que desde su
niñez le transmitían una sensación ideal de la vida pura y noble ahora se
muestran como hipócritas. Cuando se percatan de la falsedad, caen en un abismo
depresivo muy peligroso.
La virulencia de
estas prácticas se explica como una forma de escapismo: son refugios frente a
la pérdida de confianza en uno mismo, las autoridades y la sociedad en general.
¿Cómo deberíamos
actuar?
Los vicios son
atractivos porque utilizan la debilidad del ser humano por el placer.
No podemos negar
el placer. Iría en contra de nuestros instintos más humanos. Lo único que
podemos hacer es sumar un placer más poderoso y que sea beneficioso para
nosotros y la sociedad. Este placer altruista atempera la búsqueda de cualquier
otro tipo de placer meramente egoísta y perjudicial como los vicios.
La solución es
dar.
Hacer algo noble
por la sociedad, por la vida, por la naturaleza o por los demás proporciona un
placer inmenso y superior al mero placer egoísta. Ese placer que se percibe al
brindarse al prójimo supera con creces cualquier tentación material.
Actuar
comprometidos con el bienestar de la sociedad honestamente, brindarse al bien
desinteresadamente y enfocarse en la búsqueda del beneficio del otro,
combatiendo la maldad y la injusticia, son mecanismos que principalmente son
nobles y dignos de ejecutarlos, pero también proporcionan un placer autentico
mucho más potente que los vicios, que nos hacen sentir placeres efímeros y
pasajeros.
Una madre cuida
amorosamente a su hijo. No está pensando en obtener algo a cambio. Lo hace de
manera desinteresada. No está dispuesta a abandonar a su hijo por ningún otro placer
o vicio, porque el amor al prójimo es el placer más poderoso.
Uno de los
recuerdos que más atesoro es una anécdota que para otros podrá parecer casual
pero para mí es una fuente de satisfacción inmensa: un día, mi hijo de 15 años
me contó que nunca se sintió tan bien como cuando un ciego le pidió que lo
ayudara a cruzar la calle. Ese placer obtenido quizá lo fortaleció para no caer
en tantos vicios a los que los jóvenes están expuestos.
Por ello, la única
solución frente a las adicciones que nos aquejan es fomentar en los jóvenes la
responsabilidad social. Asumir metas y compromisos que cambien para bien algo
del mundo y generar que se prenda la llama de la pasión por un placer mayor a
la mera gratificación temporal, el placer que otorga hacer el bien y la
práctica de la solidaridad. No hace falta hacer todo, pero sí empezar la tarea.
Dar -aunque sea un
poco- ya genera un placer infinito a nivel personal y un beneficio infinito
para la humanidad.
Con nuestro equipo
de trabajo en la organización mundial Menora para la juventud, siempre
procuramos utilizar esta estrategia: convocar a los jóvenes a hacer en pos del
prójimo. No se les regala nada, no se les fomenta pasarla bien de manera
frívola como objetivo esencial. Las propuestas a los jóvenes principalmente
radican en ayudar al necesitado, colaborar con el enfermo, sostener al caído y
alegrar al angustiado. Hemos notado que esas propuestas son las que más
revitalizan a la juventud. Les da entusiasmo y ganas de vivir y, por ende, no
necesitan de esos refugios de placeres efímeros para anestesiar el dolor de la
existencia.
El altruismo no es
una mera obra de caridad optativa. Amar al prójimo como a uno mismo (Levítico
19:18) no es solo una frase simpática. Significa que si una persona ama a su
prójimo, se ama a sí mismo, porque brindarse al otro es el más elevado placer
que uno puede percibir.
Esta frase es la
que salvará al mundo de los mayores peligros que nos acechan y el mayor es la proliferación endémica de las
adicciones y los vicios.
Abrirse al otro y
entregarse hacia el prójimo es la mejor forma de superar el desencanto y la
desesperanza.
No hay nada que
pueda contra el placer que proporciona el dar.