a merced del
narcotráfico
por Hernán Andrés
Kruse
Informador
Público, 4-2-22
“Leviatán” fue uno
de los libros de filosofía política más importantes de todos los tiempos. Su
autor fue el inglés Thomas Hobbes, quien su propuso legitimar el absolutismo
monárquico. Consideraba que, previo al surgimiento de la sociedad política,
reinaba el estado de naturaleza apoyado en el único principio aceptado por los
hombrees: la ley del más fuerte. En el estado de naturaleza no existían el
imperio de la ley, una justicia independiente y el monopolio del uso legítimo
de la fuerza a cargo del aparato estatal. En el estado de naturaleza reinaban
la barbarie, la justicia por mano propia y la impunidad.
Desde hace muchos
años la cuna de la Bandera se asemeja cada día a más al estado de naturaleza
hobbesiano. Puede afirmarse que en Rosario coexisten, como diría Domingo
Faustino Sarmiento, la civilización y la barbarie. La civilización está
concentrada en la zona opulenta de la ciudad, comprendida entre el río Paraná y
las avenidas Oroño y Pellegrini. Más allá está la barbarie o, si se prefiere,
el estado de naturaleza hobbesiano. Es una amplia zona conquistada desde hace
muchos años por el narcotráfico. Si alguien prefiere que le ponga nombre al
narcotráfico no tengo ningún inconveniente: el clan Cantero o, si se prefiere,
“los Monos”.
Este grupo mafioso fue el protagonista principal de la inmensa cantidad de hechos de violencia que han venido sacudiendo a Rosario desde que se instaló en la zona sur de la ciudad (barrio Las Flores). Hoy está, aparentemente, en retirada. Pero ningún rosarino podrá olvidar que durante casi dos décadas sus miembros fueron amos y señores de lo que se conoce con el nombre del “Gran Rosario”, situado más allá del Paraná y las avenidas Oroño y Pellegrini. Fueron amos y señores de la vida de miles de rosarinos, casi todos de origen humilde.
El monopolio del uso de la
violencia quedó en manos de los Monos, lo que en la práctica significó una suerte
de privatización del uso de la fuerza. En esa zona el Estado literalmente
desapareció, lo que explica la impunidad con que contaron los Cantero para
imponer su régimen de terror durante tanto tiempo.
Ahora bien, ¿cómo
fue posible que los Monos hayan podido construir semejante imperio de violencia
en Rosario? La respuesta se cae de madura. Los Monos fueron el resultado de una
compleja red de complicidades al más alto nivel político, judicial y policial.
En otros términos: los Cantero existieron porque contaron con el apoyo del
poder político, judicial y policial. Todo se resume en la siguiente palabra:
corrupción. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que Guille Cantero continúe
ejerciendo el liderazgo del clan desde la cárcel? ¿Cómo es posible que en 2013
un sicario haya baleado el frente del domicilio del entonces gobernador Antonio
Bonfatti? ¿Cómo es posible que el condenado por ese ataque, Ema Pimpi Sandoval,
haya sido asesinado a fines de 2019 por un grupo comando en una mansión de un
camarista santafesino situada en el lujoso barrio de Alberdi? Estas preguntas
tiene una sola respuesta: corrupción.
Todo parece
indicar que desde hace un tiempo otras bandas de narcotraficantes estarían
luchando por adueñarse del espacio que aparentemente dejaron los Monos, hoy
aparentemente caídos en desgracia. Lo real y concreto es que la violencia se
viene ensañando con los rosarinos desde hace un largo tiempo y todo parece
indicar que el panorama empeorará. Como prueba de lo que acabo de afirmar transcribo
un esclarecedor y dramático artículo de Leo Graciarena del diario La Capital,
titulado “Triple crimen en Ybarlucea: una demencial emboscada terminó con una
familia” (29/1/022). Su lectura provoca escalofríos.
“El casamiento de
“Pinky”, un hombre acusado por haber integrado la banda de Olga “La Tata”
Medina, terminó en un trágico triple homicidio la madrugada de este sábado en
Ybarlucea, unos 10 kilómetros al noroeste de Rosario. Fue alrededor de las 4.15
cuando una familia que se retiraba en un Audi TT blanco de la fiesta realizada
en un salón de eventos sobre la ruta provincial 34 S fue emboscada a balazos.
Iván Maximiliano Giménez, de 35 años, recibió entre 8 y 10 balazos calibre 9
milímetros. Su hija Elena, de 1 año y medio, padeció media docena de impactos.
Ambos fueron trasladados en una camioneta VW Amarok, piloteada por un vecino
que asistió al evento, hasta el hospital Eva Perón de Granadero Baigorria.
Ambos llegaron muertos. Mientras eso sucedía el Audi TT y Erica Vanesa Romero,
de 37 años, mamá de la nena y pareja de Giménez, desaparecieron. Nada se supo
de ella y el vehículo hasta que alrededor de las 5 de la mañana vecinos barrio
Espinillo alertaron que en un camino rural a unas 35 cuadras de salón de
eventos se estaba quemando un auto. Cuando los bomberos pudieron sofocar el
incendio, comprobaron que en el interior estaba Romero sin vida.
Brutalidad
El departamento
Rosario se ha acostumbrado a asesinatos brutales, despiadados, sanguinarios.
Sin escrúpulos. Con algo, o mucho, de planificación. Crímenes sin códigos en
los que ya no importa si entre los objetivos hay nenes pequeños o mujeres
embarazadas. Los sicarios llegan y ejecutan. Emboscan y disparan. Como acto
reflejo la memoria se dispara hacia el triple crimen ocurrido a las 20.30 del
domingo 17 de febrero de 2020 en Empalme Graneros. Esa noche circulaban en una
moto Christopher Nahuel Albornoz, de 21 años; su pareja Florencia Noemí
Corvalán, de 21 y la hija de ambos, Adelain Chelsi Albornoz, que iba a cumplir
dos años. Al llegar a Génova y Cabal fueron emboscados y asesinados con ráfaga
de pistola ametralladora. Los vecinos aseguran que la pequeña Chelsi fue
rematada en el piso. Christopher era uno de los hijos de Miguel Angel Albornoz,
un hombre de 72 años sindicado como narco aunque él lo niega cada vez que tiene
la oportunidad.
La fiesta
Según pudo
reconstruirse entre distintas fuentes consultadas, el viernes por la noche se
celebró en Campos de Ibarlucea, un salón de eventos sobre el kilómetro 5 de la
ruta provincial 34 S que une Ybarlucea con Granadero Baigorria, la fiesta de
casamiento de dos personas investigadas como presuntos miembros de la banda de
Olga “Tata” Medina, condenada en junio de 2020 a cinco años de prisión por
comercialización de drogas. Los novios, Esteban Enrique “Pinky” Rocha y Brisa
Milagros Leguizamón Ferreyra, fueron procesados acusados de "integrar una
organización dedicada al traslado, acopio, fraccionamiento y comercialización
de estupefacientes cuya principal zona de influencia es el barrio La Cerámica
de Rosario que funcionaría al menos desde abril de 2016 y en la cual distintas
personas cumplen roles asignados”, según pudo leerse en una de las resoluciones
de la investigación del juez federal Carlos Vera Barros. Fuentes policiales
señalaron que la mujer estaba con prisión domiciliaria en un domicilio de Rueda
al 200 bis —al parecer porque tiene hijos pequeños a su cuidado— y el hombre
había sido excarcelado por la Justicia Federal.
Antes de la
fiesta, según podía verse en un posteo de redes sociales, hubo una previa en un
hotel de Puerto Norte para los más allegados. Luego el festejo se trasladó a un
salón de eventos ubicado en un predio de 9.200 metros cuadrados. El lugar,
ubicado al este del arco de bienvenida a Ybarlucea, tiene un espacioso parque
rodeado de árboles añejos y un interior con escenario donde, según postearon en
redes algunos de los invitados, tocó entre otros Sergio Torres, uno de los
números más fuertes y celebrados de la cumbia santafesina. Según pudo saberse
al festejo fueron invitadas alrededor de 300 personas, entre los que estaban
varios integrantes de la familia Cantero con sus hijos. También estaban entre
los invitados Maximiliano Giménez, su compañera Erica Romero y su pequeña hija
de un año y medio. La familia llegó al lugar a bordo de un Audi TT patente
ILX-987 valuado en alrededor de 75 mil dólares.
Sobre el final
De acuerdo a lo
que explicaron encargados del lugar la fiesta culminó a las 4 de la mañana y
entonces los invitados comenzaron a retirarse. Minutos después, sobre las 4.15
los empleados que desmontaban el servicio se toparon con que buena parte de los
invitados regresaba hacia el salón a los gritos, espantados por algo que había
sucedido afuera del predio. ¿Qué había pasado? El Audi TT en el que se
retiraban Giménez y su familia había sido emboscado en inmediaciones del canal
Ybarlucea por una camioneta gris o blanca cuya marca y modelo se preserva para
no entorpecer la pesquisa en manos del fiscal Gastón Avila. En medio de una
oscuridad sólo aplacada por las luces altas de los autos que circulaban por la
34 S, de la camioneta bajaron entre dos y tres personas que dispararon contra
Giménez y su pequeña hija. Uno de los invitados, vecino de Ybarlucea, subió a
los heridos a su camioneta VW Amarok y los condujo hasta el hospital Eva Perón
de Granadero Baigorria, ubicado a unos 6 kilómetros de distancia.
Un amigo de
Giménez que llegó al lugar reportó ante la guardia policial que el muchacho
asesinado era dueño de una cadena de panaderías. Si bien en un primer momento
se referenció que la familia era oriunda de barrio Tablada, Erica Romero tenía
domicilio en Asunción al 5400, en barrio Villa Urquiza, cerca del Fonavi del
Parque Oeste. Giménez, por su parte, estaba domiciliado en Lima al 2600, a
metros de avenida 27 de Febrero, en Villa Banana. Vecinos de Ludueña Sur, donde
vivió y se crió Romero, recordaron a Giménez como "un pibe de la villa que
echó vuelo y que movía mucha guita". Y agregaron: “El siempre decía que
movía para Alvarado”.
Misterio
Mientras los
heridos eran evacuados en estado desesperante —Giménez había recibido entre 8 y
12 balazos y su hija Elena otros 6, uno de ellos en la cabeza— el Audi TT y
Erica Romero literalmente desaparecieron de la escena. La madre de Giménez
llegó hasta el Eva Perón donde le comunicaron el deceso de su hijo y de su
nieta. Entonces la mujer dijo a la guardia policial que nada sabía de su nuera
y así se irradió un alerta para buscar el auto y la mujer. ¿Qué pasó con Erica?
¿Los sicarios aprovecharon la confusión y se la llevaron? ¿La mujer intentó
escoltar el auto en el que llevaba heridos de muerte a su hija y su compañero y
fue emboscada? ¿La secuestraron de la escena del crimen de su familia y se la
llevaron? En un principio una versión indicó que Romero había llegado en el
Audi hasta el hospital Eva Perón escoltando a su familia y que luego había
regresado a Ybarlucea, pero con el correr de las horas esa hipótesis quedó
descartada.
En la escena de la
balacera, en un zanjón que se confunde con la banquina frente al salón de
eventos, se hallaron una docena de vainas calibre 9 milímetros. Una vez que los
heridos fueron evacuados en “Campos de Ibarlucea” no quedó nadie: todos los
invitados se esfumaron y cuando la policía llegó al lugar, solo estaban los
encargados y empleados del lugar. Alrededor de las 5 de la mañana, un vecino
llamó al 911 y contó que en inmediaciones de Avellaneda y San Juan, al oeste
del arco que da el recibimiento a la localidad de Ybarlucea, había un auto en
llamas. Cuando un móvil policial se acercó al lugar, al costado de un obrador,
vio que el auto blanco buscado se estaba incendiando.
Silencio
Cuando los
bomberos apagaron el incendio constataron que en el interior del auto estaba el
cuerpo de una mujer. El vehículo quedó reducido a menos de un metro de chatarra
chamuscada. “No escuchamos nada. Mirá que por esta zona suele haber fiestas.
Pero anoche no se escuchó nada”, dijo una vecina que aprovechó la desgracia
ajena para hacer un reclamo: “¿Podrías poner que en esta zona de Ybarlucea no
tenemos agua potable?”. “No se escuchó nada. Pero nada de nada. Ni gritos ni
otros autos. Mirá que los perros son celosos y ladran mucho. Ninguno ladró
anoche”, indicó otra vecina. Lo que quedó del Audi TT terminó en medio de un
camino de tierra, ubicado en inmediaciones del Club Social y Deportivo
Ybarlucea y el camping de la Asociación Mutual de la Educación Nacional (Amen),
que conduce para un lado a la ruta 34 a la altura de estancia La Rinconada y
hacia el otro, para Funes o Roldán por caminos rurales.
El fiscal Avila
comisionó a efectivos de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) para
trabajar en la escena del crimen buscando dar con potenciales testigos de
alguna de las secuencias que tuvo el triple crimen. En el salón de eventos hay
cámaras de video vigilancia que enfocan fundamentalmente hacia el interior. En
el exterior a simple vista no se visualizaban, al igual que en la zona donde
fue quemado el Audi TT con Romero en su interior. En ese sentido, algunos
vecinos de Ybarlucea contaban ayer que si bien en la localidad hubo cámaras de
vigilancia, hoy ninguna está en funcionamiento”.