“Muchos profesores universitarios no pueden
empezar sus clases por el bajo nivel de los que ingresan”
Claudia Peiró
Infobae, 29 de
Marzo de 2022
“Si la escuela
pública es buena el país crece con menos injusticia”, sostiene Paola Scarinci
Delbosco, doctora en Filosofía y profesora en la Universidad Austral, con
décadas de experiencia docente en el nivel superior y secundario.
Delbosco es la
nueva presidente de la Academia Nacional de Educación. Sucede a Guillermo Jaim Etcheverry que la presidió
hasta ahora. La acompañan Héctor Masoero como vicepresidente 1° y Jorge Vanossi
como vicepresidente 2°.
Actualmente es
profesora adjunta en la Cátedra de Historia de la Filosofía Contemporánea de la
Facultad de Filosofía y Letras de la UCA, también trabaja en el Instituto de
Altos Estudios Empresariales y enseña ética de la comunicación en la
Universidad Austral.
En su libro Educar
en posmodernidad, Delbosco define a la educación como “la actividad que abre
las puertas para que cada persona en crecimiento no sólo descubra que es
valiosa, no sólo perciba que tiene dones, sino que también tenga la oportunidad
para desarrollarlos y para ponerlos generosamente al servicio de los demás”.
Paola Delbosco, y
la casi totalidad de los miembros de la Academia Nacional de Educación, junto a
otras personalidades de la cultura, firmó recientemente un duro documento, casi
una requisitoria, con el título “A las autoridades les pedimos que empiecen a
educar en serio y reconstruyan la escuela argentina”.
En esta charla con
Infobae, señala algunos puntos que deberían considerarse en esa reconstrucción.
Delbosco cursó la primaria y el secundario en Italia, de donde es originaria.
Como en la Argentina hasta hace algunas décadas, recuerda que en esos tiempos
“se iba a la escuela pública y a la que estaba más cercana a la casa”.
—Existe hoy un
consenso en torno a que la educación argentina sufre un deterioro desde hace
muchos años. ¿Coincide con ese diagnóstico?
— Muchos de los
diagnósticos sobre la decadencia educativa los hacen los mismos ciudadanos;
ellos son el parámetro cuando perciben que lo que recibieron en su educación es
mucho mejor que lo que se enseña hoy y me refiero a gente que se formó en
escuelas de gestión pública. La educación era un orgullo argentino y el país
era también un faro cultural en Latinoamérica. Si la escuela pública es buena
el país crece con menos injusticia. Una evidencia más concreta es que en las
pruebas PISA hay un retroceso continuo de nuestro país. Ecuador en cambio
creció de manera asombrosa.
— ¿Y cómo logró
eso Ecuador?
— Nosotros
hablamos con la que fue ministra de Educación de Rafael Correa (Gloria Vidal
Illingworth) cuando se desempeñó como embajadora de Ecuador en Argentina. Ella
no pertenecía al partido de Correa, pero junto con otro especialista habían
elaborado una propuesta y hablaron con los tres candidatos a presidente y
Correa cuando ganó los convocó. Uno de los elementos centrales, que acá sería
casi imposible de aplicar, fue una continua evaluación de los docentes. El
maestro que no alcanzaba el nivel requerido, debía realizar un curso de
fortalecimiento. Si fallaba en una segunda evaluación, se le daba una segunda
oportunidad; a la tercera, debían pagar ellos su curso y salir del sistema por
un tiempo.
Autoridad no es
hacer sonar los tacones, la autoridad bien entendida es una acción de servicio,
es hacer crecer
— Es frecuente
escuchar a las autoridades educativas decir que el docente no es el dueño del
conocimiento, que aprende a la par del alumno. ¿Qué opina?
— Eso viene del
(pedagogo brasileño Paulo) Freire joven que sostenía que no hay transmisión del
conocimiento. Pero el Freire más maduro corrigió eso: dijo que hay una
asimetría, uno sabe de un tema y lo enseña. Un chico puede abrirme ventanas.
Los chicos pueden darnos dones, podemos recibir de ellos originalidad,
generosidad, Pero la palabra autoridad tiene un origen latino, derive de
auctoritas, de auctor, cuya raíz es augere, que significa aumentar, promover,
hacer crecer. Autoridad no es hacer sonar los tacones, la autoridad bien
entendida es una acción de servicio y una mínima reflexión puede devolverle su
significado.
— Hay alarma por
la mala preparación que da el secundario en estos momentos.
— Es cierto y los
mismos estudiantes lo padecen. La mayoría de los chicos que ingresan a la
facultad se quejan de eso, de la falta de preparación adecuada para la carrera
universitaria, de que se aflojó la exigencia, que hay una menor preparación.
Esto se agudizó en los últimos dos años claro. Hay que compensarlo de algún
modo. Reforzar con cursos de lectoescritura y matemática, materias troncales
que son base de todo. Muchos profesores dicen que no pueden empezar a dictar
los contenidos del programa de sus materias por la mala preparación con la que
llegan los alumnos.
— En reacción al
enciclopedismo se pasó al extremo de dictar cada vez menos contenidos...
— Sí, potenciado
por la idea de que todos los datos están en la web. Para qué memorizar,
recordar, si está todo en internet. Se memoriza menos contenido, porque basta
con el celular. Pero el contenido que no se repite, que no se ejercita, no se
fija. Un curso sin ejercitación se olvida. Hoy hay una especie de recibimiento
entusiasta de lo nuevo en materia de pedagogía, pero hay cosas sólidas que
funcionan bien siempre. Algunos métodos de la educación hoy consideradas
anticuadas son buenas. Me contaban de un alumno que le decía al profesor: ¿por
qué me pregunta todo de memoria? Y el profesor le dijo: “Decime algo que no te
acuerdes”. Y es imposible, no podemos pensar, enunciar, lo que no está en
nuestra cabeza. Ejercitar la memoria es fundamental para que los contenidos
sean propios, sin Google, sin diccionario. Para tener autonomía para pensar.
Para poder distinguir lo verdadero de lo fabricado. Por ejemplo, al alumno que
no ha incorporado conocimientos de historia se le puede dar una versión del
pasado que coincida con la lucha del presente. El espíritu crítico no surge de
la nada, sino del conocimiento. El espíritu crítico debe ser respetuoso del
conocimiento. No se trata de rellenar cabezas sino de tener capacidad de
análisis. La imaginación, la fantasía, la creación, surgen de lo vivido y de lo
aprendido. Todo eso no se reemplaza con herramientas. La tecnología no
reemplaza a la educación. La educación es un trabajo artesanal, entre personas,
internet no es la panacea. Vimos en estos dos años el resultado de la falta de
contacto. No solo en el menor aprendizaje, sino en deserción. Más de un millón
de alumnos abandonaron la escuela y todavía son unos 600 mil no se han
reincorporado. La educación es un trabajo de personas con personas que no se
puede delegar en una aplicación.
— Bastaría con
repartir computadoras….
— Yo fui a una
escuela del Estado; en ese tiempo uno iba a la que quedaba más cerca de la
casa, porque todas eran buenas. Pero el último año del secundario lo rendí
libre. Era un examen muy exigente. Estudié trigonometría, astronomía,
literatura italiana, griega y latina, un montón de materias. Las aprobé, pero
no me acuerdo casi de nada, porque me faltó ese entorno estimulante del aula,
del intercambio, de la repetición, de que te preguntan, te expliquen, te
vuelvan a explicar. Si uno se queda en lo teórico las cosas se van. Los
ejercicios hacen que los contenidos se fijen.
Uno de los
principales problemas reside en la escasa formación docente. No se puede
enseñar con gusto lo que no se sabe en profundidad
— ¿Qué habría que
hacer? ¿Por dónde empezar?
— La prioridad es
entender que el tema es transversal y debe ir más allá de los partidos
políticos. No hay país que crezca sin una educación de nivel. Si la escuela
pública es buena, el país crece con menos injusticia. Desde el ministerio debe
haber un acompañamiento para que la fiebre sagrada de enseñar no se pierda en
la burocracia; que cada docente tenga un mentor y no secarlo con la fría
burocracia; que se fomente la dedicación vocacional de quien enseña. Ese es un
requerimiento para crecer. Guillermo Jaim Etcheverry escribió en La tragedia
continúa que “ningún sistema educativo es mejor que sus docentes”. Ellos hacen
que el sistema funcione. Por eso uno de los principales problemas reside en la
escasa formación docente. Uno no enseña con gusto lo que no sabe en
profundidad. El menor ingreso a carreras científicas, por ejemplo, se debe
entre otras cosas a que los estudiantes no recibieron el estímulo para volcarse
a esos estudios porque no tuvieron docentes a la altura. ¿Cómo entregar con
pasión algo que esos profesores no recibieron a su vez de modo adecuado?
Voy a decir algo
políticamente incorrecto: no nos atrevemos a exigir porque hay una
“maternización” de la educación. La exigencia es más propia del padre
— ¿A qué se debe
esa idea de que se puede enseñar sin disciplina, sin exigencia?
— Voy a decir algo
políticamente incorrecto: no nos atrevemos a exigir porque hay una
“maternización” de la educación. La exigencia es más propia del padre. Y en la
educación hay una ausencia fuerte de lo paterno, de la exigencia. Pero amar no
es dar palmaditas. Es sacar del error, enderezar, corregir. Porque el mundo a
ese chico no lo acogerá con abrazos. Por eso las nuevas generaciones necesitan
de la experiencia y de la capacidad de servicio, de enseñar, de la anterior.
Cada nuevo ser humano necesita educarse para poder atesorar lo antes posible
las experiencia y conocimientos de otros porque eso mejorará sus posibilidades
de desarrollar sus talentos.
Cuando el esfuerzo
es coronado con un logro, la satisfacción del alumno es muy grande. Se ve en el
deporte donde no se ha abandonado la disciplina ni la idea del esfuerzo.
— La contracara de
la idea de que no hace falta disciplina para enseñar es que se aprende sin
esfuerzo.
— Sin embargo,
cuando el esfuerzo es coronado con un logro, la satisfacción que eso genera en
el alumno es muy grande. Se ve en el deporte donde no se ha abandonado la
disciplina ni la idea del esfuerzo. Los resultados deportivos enorgullecen.
Tendríamos que imitar al Deporte, promover la competencia, pero también vigilar
que no haya heridos. El que va lento debe ser sostenido por el sistema. Pero es
necesario que a un chico se lo reconozca cuando se aplica, cuando se esfuerza.
Si aprender o no da lo mismo, se desincentiva al que se esfuerza y se consiente
al que no lo hace. Hay que estar cerca haciendo crecer para que a cada persona
se le dé la oportunidad de desarrollarse.
— El alumno
recuerda al profesor exigente, al que le enseñó mucho.
— Sí, porque lo
interesante ordena, el interés de los chicos por lo que ofrece el profesor
determina los momentos de mayor calma en el aula. En cambio los de desinterés
producen problemas y nada positivo. Incluso generan agresividad, porque la
energía que no se utiliza para crecer, para aprender, se desvía hacia otras
cosas. Muchos días de un régimen blando generan agresividad.
— Con más razón el
docente debe ser acompañado...
— El trabajo
docente no se puede hacer en solitario. Hay que transmitir, hay que compartir
las estrategias que funcionan bien. Debería existir un foro por el cual circulen
las buenas ideas. Hoy sucede informalmente en sala de profesores. Tampoco debe
burocratizarse esto. Pero es bueno que los docentes más experimentados
monitoreen a los más jóvenes. Lo que yo me propongo es que la Academia piense y
repiense la educación a través de jornadas, foros, grupos de reflexión, y
mediante la producción de textos. No se pudo hacer en los últimos dos años pero
se retomará ahora. Mi función es coordinar las capacidades reunidas en ese
ámbito. También llevar adelante investigaciones específicas, tantos numéricas y
también conceptuales.