«La guerra la quiere Rusia pero fue preparada
desde el 2014 por quienes quieren poner a Rusia de rodillas»
Andrea Tornielli
ha entrevistado sobre la guerra en Ucrania al P. Gaël Giraud, sj, economista,
director de investigación económica del Centro Nacional de Investigaciones
Científicas de Francia y exdirector de la Agencia Francesa de Desarrollo entre
2015 y 2019. El sacerdote da su parecer sobre las causas de la guerra y cuál es
la única solución viable si no se quiere que Ucrania sea totalmente destruida.
(Vatican.news/InfoCatólica)
6-7-22
«Hago un
llamamiento a los jefes de las naciones y de las organizaciones internacionales
para que reaccionen ante la tendencia a acentuar el conflicto y la
contraposición. El mundo necesita paz. No una paz basada en el equilibrio de
las armas, en el miedo mutuo». La crisis ucraniana «todavía puede convertirse
en un reto para los sabios estadistas, capaces de construir en el diálogo un
mundo mejor para las nuevas generaciones». Así es como el Papa Francisco, a la
hora del Ángelus del domingo 3 de julio, volvió a hablar de la paz en Ucrania,
deseando que se pase «de las estrategias del poder político, económico y
militar a un proyecto de paz global: no a un mundo dividido entre potencias en
conflicto; sí a un mundo unido entre pueblos y civilizaciones que se respetan».
La del Obispo de
Roma, en estos últimos meses de combates y de ausencia de iniciativas
diplomáticas eficaces, ha sido una de las pocas voces que se han alzado a favor
de la paz y de la negociación. Una negociación que parece imposible. Hablamos
de ello con el jesuita francés Gaël Giraud, economista, director del
Environmental Justice Program de la Universidad de Georgetown e investigador
principal del CNRS (Centre national de la recherche scientifique) de París. Al
P. Giraud se le conoce como el «economista de Laudato Si´», por haber sido
quien asesoró al papa Francisco sobre los aspectos económicos de dicha
encíclica
Padre Giraud, ¿por
qué es tan difícil llegar a una negociación?
Vemos la escalada
militar y verbal de esta guerra, las matanzas que han tenido lugar, la
destrucción de las ciudades ucranianas. Pero también vemos la existencia de
lobbies beligerantes que no quieren el fin del conflicto, no quieren una
negociación que lleve a los gobiernos ruso y ucraniano a la misma mesa para
negociar un proyecto concreto, porque son lobbies interesados en el rearme y el
cambio de régimen en Moscú, es decir, quieren el fin de Vladimir Putin. Pero,
gracias a Dios, el número de personas que piden la paz, y creen en la necesidad
absoluta de una solución negociada, está creciendo. En Estados Unidos, un
académico como Jeffrey Sachs ha apoyado públicamente una tregua negociada.
¿Quién quiere esta
guerra?
Digamos que, ante
todo, la quiere Rusia, que ha agredido a Ucrania y comete crímenes de guerra.
Pero ha sido preparada desde el 2014 por quienes quieren utilizar esta guerra
para derrocar a Putin y poner a Rusia de rodillas, aun a costa de transformar a
Ucrania en un nuevo Vietnam llevándola a la destrucción total. Precisamente
para evitar este desenlace desastroso, que podría llevarnos a un nuevo
conflicto mundial, es absolutamente necesario negociar, alcanzar una tregua y
luego la paz...
¿Qué soluciones de
negociación ve posibles?
La guerra se
encuentra hoy en un punto de inflexión si es cierto que las tropas rusas han
conquistado la ciudad de Lisichansk, un punto estratégico para una posible
reconquista del norte por parte de Rusia. Estoy convencido de que la base para
unas negociaciones serias sigue siendo los acuerdos de Minsk 2 del 2015, que
jamás son respetados ni por Rusia ni por Ucrania. La solución – es mi
opinión personal – es el reconocimiento de la independencia del Donbás, incluso
a través de un referéndum popular que atestigüe la voluntad de sus habitantes.
Lo mismo ocurre con Crimea, que fue parte de Rusia hasta 1954 y donde la
población ya se ha expresado en un referéndum. Además, es necesario que Ucrania
se comprometa a no solicitar el ingreso en la OTAN, ni ahora ni en el futuro.
Pero, ¿negociar
con estos objetivos no sancionaría de hecho la victoria del agresor ruso?
Comprendo
perfectamente que lo que he dicho representa un problema para la unidad
territorial de los ucranianos. Pero me pregunto: ¿cuál es la alternativa y qué
precio tiene? La alternativa es la destrucción total de Ucrania, después de una
guerra muy larga, con el país devastado y convertido en un campo de ruinas
comparable a Chechenia en el año 2000. Las consecuencias para todos, pero sobre
todo para los ucranianos, serían mucho más devastadoras de lo que ha sido hasta
ahora esta absurda guerra en el corazón de Europa.
¿Cree en el hecho
de que el actual gobierno ruso puede implosionar, como se lee a menudo en los
análisis de los expertos?
Creer que
derrocando a Putin Rusia se convertirá en un país más pro-occidental es una
piadosa ilusión, en mi opinión. El número dos del Kremlin es – según los
analistas más atentos – el secretario del Consejo de Seguridad, Nikolai
Patrushev. A él se le habría confiado el poder cuando Putin fue operado, y
según muchos observadores es Patrushev quien podría ocupar el lugar de Putin en
el futuro. Ciertamente, con él Rusia no será diferente, pero más bien hay un
riesgo de inestabilidad, y la inestabilidad siempre conduce a nuevas guerras,
no a la paz. A los que sueñan con un cambio de régimen, les aconsejaría
cautela y una mirada atenta a la historia reciente: miren a Saddam Hussein o a
Gadafi. Sé que la comparación es fuerte y que las situaciones son muy diferentes
porque Rusia no es Iraq o Libia, pero piensen en lo que les sucedió a esos
países después del cambio forzado de régimen.
¿Usted está de
acuerdo con el envío de armas pesadas y misiles a Ucrania bajo ataque?
Si puedo
expresarme con toda sinceridad, permítanme decir que esta actitud me parece un
tanto hipócrita, especialmente por parte de Europa. Por un lado, se envían
armas para ayudar al ejército ucraniano a luchar contra el ruso y, por otro, se
sigue comprando gas y petróleo ruso pagándolo en rublos y así se financia la
guerra que libra el Kremlin. Por el momento, Alemania no tiene intención de
renunciar al gas ruso, ni siquiera a largo plazo. Si la transición ecológica,
que habría sido una gran oportunidad para las economías de los países, se hubiera
aplicado en serio, no estaríamos en este dilema.
Pero,
efectivamente, el gas ruso es necesario, y lo necesitan especialmente algunos
países europeos...
Sí, y todavía no
nos damos cuenta de las consecuencias de esta guerra en un futuro próximo.
Ucrania es un país que puede producir el trigo necesario para alimentar a
seiscientos millones de personas, posee importantísimos yacimientos de
minerales y formaba parte de la nueva Ruta de la Seda, uno de los mayores
planes de infraestructuras e inversiones para conectar China con otros sesenta
y siete países.
Ya vemos cómo la
guerra está teniendo consecuencias por la falta de trigo que necesitan los
países del norte de África. Hay muchos intereses en juego. La perseverancia de
la guerra significará una tragedia alimentaria para algunas partes de África y
la continuación de la inflación mundial, impulsada principalmente por la falta
de petróleo ruso. Y esta inflación puede, a su vez, provocar una nueva crisis
financiera debido a la subida de los tipos de interés de los bancos centrales.
Mientras tanto, las sanciones contra Rusia están teniendo un efecto mixto. El
caos de los años 90 alimentó el odio antioccidental de algunos rusos y llevó a
Putin al poder. Un mayor caos ruso no ayudará ni a la paz ni a la democracia
rusa. ¿Verdaderamente queremos que los ucranianos derramen su sangre por esto?
Hablamos de
Europa: ¿qué debería hacer?
Me parece que hay
que reconocer la falta de iniciativas diplomáticas fuertes y compartidas por
parte de Europa, que tendría todo el interés en lograr la paz lo antes posible.
Al menos Alemania, Francia e Italia deberían hablar con una sola voz y proponer
un Plan Marshall para la reconstrucción sostenible de Ucrania, según la
transición ecológica. Una paz negociada, asegurando a los rusos las futuras
fronteras de la OTAN, que desde la caída de la Unión Soviética ya no es una
alianza defensiva.
El Papa, citando a
un jefe de Estado que había recibido en audiencia, habló de los «ladridos de la
OTAN» en las fronteras rusas, palabras que causaron polémicas. Una agresión
como la que está en curso jamás puede justificarse. Pero si no nos detenemos en
los últimos meses, y consideramos los contextos mirando la historia de los
últimos treinta años, esto ayuda a comprender mejor la situación y, sobre todo,
a no repetir errores y subestimaciones...
La agresión rusa
contra Ucrania, una verdadera guerra, aunque se la llama «operación militar
especial», no tiene justificación y el Papa la ha condenado repetidamente. Sin
embargo, las palabras que ha citado nos ayudan a entender el contexto y nos
recuerdan lo que ocurrió tras la caída del Muro de Berlín y el colapso de la
Unión Soviética. Está documentado que a principios de la década de 1990 los
países occidentales aseguraron a Moscú que la Alianza Atlántica no se ampliaría
para incluir a los antiguos estados satélites del Pacto de Varsovia. El
incumplimiento de estos compromisos verbales ofreció a Putin, hasta entonces
considerado un aliado de Occidente, la oportunidad de anunciar públicamente –
durante la Conferencia de Seguridad de Múnich de febrero de 2007 – su rechazo
al mundo unipolar bajo el predominio de Estados Unidos.
El Papa Francisco
definió la carrera armamentística como una locura. ¿Qué piensa usted al
respecto?
Tiene razón, es
una auténtica locura, porque significa dar grandes pasos hacia la Tercera
Guerra Mundial. Incluso la continuación de esta guerra significa dirigirse
hacia el Apocalipsis, con el aumento del hambre en los países africanos y el
riesgo de una escalada militar con armas nucleares. El Papa, en una entrevista
a la agencia de noticias Télam del viernes 1° de julio, también señaló que las
Naciones Unidas no habían sido escuchadas durante este conflicto.
E incluso en este
caso, ¿cómo se los puede culpar? Lamentablemente, las Naciones Unidas son hijas
de los desequilibrios de la Segunda Guerra Mundial. No hicieron nada por la
pandemia, no hacen nada por esta guerra. Tenemos que repensar, juntos, un
sistema de relaciones internacionales más justo y multilateral, en el que no sean
sólo los poderosos quienes tomen las decisiones. Como dijo durante el último
Ángelus: debemos pasar de las estrategias del poder político, económico y
militar a un proyecto de paz global. En mi opinión, esto requiere la creación
de instituciones internacionales que se ocupen de nuestros bienes comunes
globales: salud, clima, biodiversidad, paz.