y el idioma nacional argentino
Por Germán
Masserdotti
Foro Patriótico
Manuel Belgrano, 7-8-22
Ha escrito con
acierto el poeta Karol Wojtyla: “Así
vinculados por la misma lengua, / existimos y nos ahondamos en nuestras raíces, / a la espera del fruto / de
nuestras maduraciones y nuestros virajes
continuos. / Envueltos, cada día más, en la belleza de nuestra propia lengua, / no nos hiere la
amargura / de que en los mercados del
mundo / no se vendan los frutos de nuestro pensamiento / por el gran precio que hay que pagar / por
nuestras palabras. / Pero no deseamos
cambiar de mercancía… / Pueblo que a través de las generaciones / se queda en el corazón de su propia idioma,
/ no puede explicar del todo / el
misterio de la idea” (Poesías, Cuando pienso en la Patria II).
Estos versos de
Wojtyla (futuro Juan Pablo II), ejemplar patriota polaco, y que cita el P.
Alfredo Sáenz, S. I. en su trabajo sobre el patriotismo, introducen en el tema
sobre el que trata la presente columna. Hoy quiero escribir sobre Indalecio
Gómez y el idioma nacional argentino.
La vida y obra de
Indalecio Gómez, patriota argentino
nacido en Molinos (Salta) el 14 de septiembre de 1850 y figura señera del laicado católico
nacional, merece ser recordada del mismo
modo que ya lo hice, una vez más gracias a La Prensa, con otros de su
generación -la del Ochenta- como Emilio Lamarca y Tristán Achával Rodríguez.
Indalecio Gómez fue, como otros contemporáneos suyos, discípulo del beato fray
Mamerto Esquiú. La edición de Los
Discursos de Indalecio Gómez (Buenos Aires, Guillermo Kraft Ltda., 1953) resume su vida pública de
esta manera: Estadista – Diplomático –
Parlamentario. Fue, usando una expresión bien argentina, la “mano derecha” del presidente Roque Sáenz
Peña como Ministro del Interior. Su
nombre ha quedado relacionado, sobre todo, a la ley de reforma electoral de 1912.
En el tomo II de
Los Discursos antes mencionados, figuran
sus intervenciones en la Cámara de Diputados de la Nación sobre la defensa del idioma nacional en la enseñanza.
Se titulan “Los fundamentos del proyecto
ante los hechos” (17 de septiembre de 1894), “El idioma y la unidad de la Nación” (4 de septiembre de
1896) y “El significado social y
político del idioma nacional” (9 de septiembre de 1896). Rescataré, debido a la brevedad, algunas de
sus ideas sobre el asunto.
El idioma nacional
–afirma el 09/09/1896– “sigue al individuo desde que nace hasta que muere, lo acompaña toda su
vida, y es el instrumento de expresión
de todos los movimientos de su alma, pensamientos, afectos, voluntades, en la comunión nacional”. A su
juicio, a los efectos de la educación en
la argentinidad, en las escuelas primarias “basta y sobra que se haga obligatorio, no el aprendizaje
del idioma nacional como un ramo del
programa; sino que el idioma nacional sea el vehículo necesario de la enseñanza: que no se pueda enseñar sino
en idioma nacional” (17/09/1894). Esto
no implica –aclara nuestro autor respecto de sus intenciones– “ningún designio agresivo ni
malevolente” hacia los extranjeros, en
particular los inmigrantes y su descendencia
(04/09/1896). “Tengo la suerte –destaca él mismo– de haber recibido una educación que me permite traducir el inglés,
el italiano y el francés”. Puntualiza
que “se ha de enseñar todo aquello que se quiera, pero se ha de enseñar sirviendo de vehículo el idioma
nacional. Éste es el verdadero concepto
del proyecto”. Para la salvación del sentimiento nacional no hay remedio “tan sencillo,
ninguno tan eficaz, como la enseñanza
del idioma nacional o, más bien [sic] dicho, como el uso del idioma nacional en las escuelas, como
vehículo de la enseñanza primaria”.
Dicho esto,
concluyo con una breve reflexión. Como sostuvo sabiamente fray Francisco de
Paula Castañeda, los argentinos “por
Castilla somos gente”. Esto significa, entre otras cosas, que mediante el idioma castellano se
ha forjado nuestra nacionalidad y,
realidad que no debe olvidarse, en continuidad con nuestra tradición histórico-cultural. Como
apunté en otra ocasión, también en La Prensa,
los argentinos “somos herederos de España. Así es, señores.
Argentina no se explicaría sin la
presencia de España en América. Es un hecho e
información histórica. Resulta un dato inconmovible”. Por esto, y
por muchas más razones, cultivar y
defender nuestro idioma nacional es
hacerlo con nuestra misma identidad argentina. Sí, damas y
caballeros: no debe resultarnos
indiferentes el idioma común de los argentinos. Que nos importe, y mucho, es uno de los mejores
servicios que podemos ofrecerle a
nuestra Patria Argentina y, por qué no, servir de inspiración para otros pueblos.
Por último, debo
mi reconocimiento y agradecimiento a Horacio Sánchez de Loria Parodi dado que,
gracias a su libro Indalecio Gómez y su época. Sus ideas
político-jurídicas (Buenos Aires,
Cathedra Jurídica, 2012) pude aproximarme, por primera vez, a la vida y la obra de este notable
católico social argentino.
(publicado en La
Prensa)