sin una adecuada Inteligencia estatal
Por Miguel Angel
Toma
Foro Patriótico
Manuel Belgrano, 21-8-22
El mal
funcionamiento de las instituciones no se arregla destruyéndolas. Cuando funcionan mal se las
debe reconstruir.Esto tiene particular
significación cuando de inteligencia se trata.
Si no se tiene claro qué hacer con ella, lo que no se
debe es decir que hay que deshacerla
simplemente porque es políticamente correcto o porque queda bien frente a un progresismo al que hay que
seducir por conveniencia electoral.
Plantear su
disolución es, en el mejor de los casos,
irresponsable, propio de una visión comarcal que no entiende la naturaleza y profundidad de las amenazas
internas y externas que afectan los
intereses estratégicos de la Nación.
Veamos cómo fue
la conducta del kirchnerismo al
respecto. Cuando la Secretaría de
Inteligencia no fue funcional a sus intereses como gobierno, la desfinanció y gestó una estructura ilegal y
paralela en cabeza militar, como en los
tiempos del terrorismo de Estado.
Esto ocurrió mientras se negociaba el Memorándum de la
Impunidad con Irán y dicha Secretaría
era una piedra en el zapato por apoyar al fiscal Alberto Nisman en la investigación del atentado a la
AMIA, que confirmaba palmariamente la
responsabilidad de ese país y de Hezbollah en la voladura.
Y como en los años
de plomo, el fiscal terminó asesinado y
la estructura de inteligencia legal que lo apoyaba, destruida por la purga que barrió con sus mejores oficiales.
Periodistas, empresarios, opositores, curas y todo otro
que implicara una amenaza a los fines de
mantener en el poder a la nomenklatura gobernante, era objeto de seguimientos o campañas de desprestigio
producto de ese espionaje interno, al
que ya hemos definido como ilegal y paralelo.
Muchas fueron las carpetas encontradas en la casa
particular de la actual Vicepresidente
cuando el juez Bonadío allanó su domicilio en Calafate con información o escuchas telefónicas
ilegalmente obtenidas.
Al desmantelar la Secretaría de Inteligencia se
priorizó el interés circunstancial de un
gobierno por sobre los intereses permanentes de la nación. Es que todas las autocracias
confunden gobierno con Estado. Los
Luises decían “L’ etat c’est moi” . Max Weber las conceptualizó como
la visión patrimonialista del Estado.
Dicho de otra
manera, si las instituciones no sirven
al interés faccioso y circunstancial del
gobernante autoritario, este las disuelve. Pero otros, no por autócratas, sino por ignorantes, terminan
diciendo lo mismo. Eso sí, siempre
argumentando algún fin moralmente elevado o políticamente correcto.
Normalmente se
recurre a la necesidad cierta de su
profesionalización. Esta propuesta es común a unos y a otros. Cuando
en realidad lo primero que hay que hacer
es despartidizar, reestructurar y a
partir de ello recuperar los mejores cuadros desplazados o convocar a provenientes de diversos ámbitos e
instituciones y formar a las nuevas generaciones.
Y ni que hablar de la incorporación de nuevas tecnologías.
Las instituciones de inteligencia no pueden ser
la variable de financiamiento de la
militancia rentada ni sus fondos reservados
utilizados para pagar mano de obra externa para la persecución, el control o la represión social.
Unos y otros
también coinciden en desmembrarla: la
Inteligencia criminal sólo en las fuerzas de seguridad, la inteligencia estratégica militar en manos
de las Fuerzas Armadas y la inteligencia
exterior en la Cancillería.
Pero ¿quién
sintetiza a todas ellas? ¿Quién debe
hacer la fusión en una visión integral que
permita también un combate integral contra esas amenazas?
Vayamos a un ejemplo de lo que nos enfrentamos. Hoy en
la Triple Frontera conviven y se
articulan el EPP (Ejército Popular Paraguayo), PCC (Primer Comando Capital), CV (Comando Vermelho),
Hamas, Hezbollah, opera la inteligencia
cubana e Iraní con apoyo de Venezuela, y la narcoguerrilla remanente de las FARC y Sendero Luminoso.
Se sabe, por
ejemplo, que tienen vínculos con las CAM
en Chile (ya a principios de los ‘90 Moshen
Rabbani fundó una mezquita en Temuco). En nuestro país, las RAM se vincularon con las FARC, concretamente con
el prófugo Facundo Jones Huala. Desde
perfumes truchos hasta droga o un Kalashnikov se puede comprar con delivery en Ciudad del Este.
Precisamente por
esa ciudad ingresó en 1994 a nuestro
país Hussein Ibrahim Berro, el militante
de Hezbollah que se inmoló en la voladura de la AMIA. Y el avión venezolano iraní tripulado por miembros
de la fuerza AL Quds estacionado en
Ezeiza, casualmente hizo escala en esa ciudad.
Este cocktail explosivo de grupos con objetivos
distintos pero intereses coyunturales
convergentes se puso de acuerdo, cada uno puso su parte y terminó asesinado en Colombia por sicarios el
fiscal paraguayo Marcelo Pecci, que los
investigaba a todos ellos. Cualquier similitud con lo que le pasó a Alberto Nisman no es pura
casualidad.
El desafío de eliminar estas amenazas que afectan la vida,
los bienes y la libertad de nuestro
pueblo, la soberanía y la integridad territorial, como así también agrede a nuestra instituciones por su
enorme capacidad de corromper ¿puede ser
abordado por agencias separadas que no tengan un punto de fusión que integre la información
parcial, elabore inteligencia
estratégica y coordine las operaciones para neutralizarlas?
Bajo ningún punto de vista, es la única respuesta
posible. Queda claro, finalmente, que
sin un centro que integre, elabore y coordine lo que de su ámbito específico obtienen las fuerzas de
seguridad o las fuerzas armadas, todo
esfuerzo será parcial e inconducente. Y esa función es la que define a una central de inteligencia,
como sabiamente ha planteado la ley
25.520.
(Publicado en
Clarín) -
Miguel Angel Toma
fue secretario de Inteligencia y
diputado nacional. Referente de la Fundación Encuentro Federal del Peronismo Republicano.