y sociedades narco
"Hay
`precarios' en todas partes; si todo esto permanece mucho tiempo en tal
situación, serán como `muertos´ sociales, personas sin futuro que dependerán de
las ayudas del Estado, y sin posibilidades de construir un proyecto propio''.
`La sociedad
desvinculada', de Josep Miró i Aredèvol)
POR JUAN ALBERTO
YARÍA
La Prensa,
18.09.2022
Crecer parece ser
la clave para alcanzar la libertad. Hoy dedico esta columna a las funciones
parentales y a la vida familiar como eje de la salud. Surgen por el deterioro
de estas funciones estructurantes `padres adoptivos' en las barriadas que
suplen la ausencia o limitaciones de los padres biológicos y son los `narcos' los
que dominan los amplios espectros del orden-desorden de la población. Son
proveedores de trabajo y de planes de apoyo social, al más típico y conocido
Medellín de los '80- '90.
Una paciente
contenta con su rehabilitación me comenta que de seis casas en su barrio
capitalino, otrora lleno de inmigrantes genoveses, cuatro venden drogas. De sus
seis amigas de consumo cinco murieron. Ella describe a través de la fuerza del
vínculo en la comunidad terapéutica (verdadera casa de vida) un refugio de
salvación de luz en su vida circundada por la oscuridad de la muerte y la
dependencia a sustancias.
A esto se une una
cultura de la aceptación social del consumo de drogas que alimenta esta triste
realidad. La `progresía' considera un acto de libertad consumir. Prevenir es
una palabra prohibida, ya que es sinónimo de represión y el consumo en su
libertad de crear `paramundos' va originando una masa de `nadies' que
vagabundean `descerebrados' por las calles.
La progresía
olvida que el consumidor tiene cerebro que queda `hipotecado' por el consumo
(valga esta interpretación inmobiliaria). Ya no son libres. El narco con su
poder económico, a través del miedo y la violencia junto con la creación de
trabajo que genera desde las pymes que poseen para la distribución y la
producción de estupefacientes, ofertan tareas a jóvenes sin escuela ni oficios
ni padres que puedan suplir por sus carencias estos poderes de la muerte.
Rosario como
tantos lugares de nuestra Argentina es un emblema de esta decadencia de la ley
y de la paternidad como amparo y protección. Puede serlo Villa Lugano, puerta
de Hierro, Villa Soldati, etc. Informes de Filonews muestran que en Rosario
balear una casa cuesta $3000, matar $50.000. A los jóvenes le dan salida
laboral con empresas que ellos mismos poseen como formas de `lavar dinero' de
la venta.
Todos tienen
miedo, incluso los políticos, jueces, policías. Los grupos narcos pelean
territorios entre sí y en las últimas semanas se han encontrado (símil México,
Colombia o en el Perú de Sendero Luminoso) cuerpos de adversarios
descuartizados (banda de los Gorditos). Se considera a Rosario una `fábrica de
sicarios' y de `gatilleros'. Desde las cárceles los líderes manejan todo como
lo es en Brasil.
HISTORIA DE VIDA
Mientras tanto,
una madre rosarina con idioma simple me escribe: "Es duro vivir al lado
del búnker. Me dicen que no me exponga escribiendo estas cosas y simplemente me
causa risa. ¿Por qué? ¿Las `metras' disparando a pleno mediodía no te exponen a
que te den un tiro? A mí la `falopa' me destruyó la vida y jamás consumí, pero
destruyó a quienes más amaba. Y saber que alguien a quien quiero mucho vendió
la frazada con que mi abuela se tapaba para comprar droga... ¿Por qué tener el
fantasma constante de que tu hijo caiga de nuevo, no es duro?
Y continúa:
"Ver las caras transfiguradas de personas que conocés de siempre digo,
transfiguradas, porque uno ve el proceso, la disminución de peso, como se
oscurece la piel, como la mirada y la esencia de esa persona se pierde, lo que
era un caminar, se vuelve un correr desesperado hacía el objeto de deseo, la
droga, por el cual no importa qué hay que hacer para conseguir''.
"Aparecen
ofreciendo venderte lo que sea, lo que menos se te ocurra, realmente. La carne
del freezer aún congelado, yerba, el ventilador con las paletas aún girando. La
olla con comida adentro. Es que, en la urgencia compulsiva de consumo, todo es
vendible. En cuántas casas amanecen sin pava, sin sillas, sin mate, sin yerba y
sin garrafa. Su propio familiar vendió para el consumo (robó, para ser más
precisa)'', agrega.
Personas que
quizás tenían un conflicto interno o en la trama vincular familiar, y quizás
con terapia psicológica o un factor protector: iglesias, trabajo, nuevas
relaciones interpersonales, hubieran logrado recomponer o establecerse en algún
momento se ven precipitadas en estas situaciones. Cuando el paco entra en la
vida de los menores, ya todo se hace más difícil, extremadamente adictivo,
compromete el sistema de recompensa en el cerebro (eje de las motivaciones y el
placer) produciendo daños irreversibles, afecta el control de impulsos y el
lóbulo frontal (eje de la separación con los primates).
Entonces se compromete
la parte cognoscitiva, de razonamiento, comprensión y autorregulación, así
también se va comprometiendo la conciencia moral, de ley y de límites.
Desaparece el límite y la conciencia. Qué queda de ese ser humano, si sobrevive
a la toxicidad, que afecta todos los órganos de cuerpo.
Todo esto tiene
raíces, desde la familia, la pérdida de la ternura, del valor a la vida que
genera el culto al consumo, que se instala junto con la cultura narco.
La madre rosarina
continúa con su relato y comenta: "¡En conjunto con la pérdida de
oportunidades! ¡La promoción de salud como derecho y la prevención como
estrategia! Faltan centros de atención con profesionales especializados, y
podría escribir tanto más. Y sé que no soy la única, somos miles y miles de personas,
de ciudadanos dolidos y cansados. ¡Esto tiene que parar!''.
Esto dice una
madre desesperada que hasta estudió temas de adicciones para entender al
imperio de la muerte en su barrio, es operadora terapéutica en adicciones.
Trabajo todos los
días con jóvenes que no han tenido padres o que estos han tenido muchas fallas
(ausencias, desaparecidos aun viviendo, muertos, presos, denigrados, devaluados
por sus mujeres, etc). También, con padres desesperados que en este momento de
expansión `narco' en los barrios y de cultura de la aceptación social del
consumo, otros `padres adoptivos', en la época de la máxima vulnerabilidad
adolescente, observaron atónitos como el joven fue tomado por barras, sectas,
grupos de distribución, etc. La voz familiar quedó inaudible frente al ruido
que siempre genera el vacío. Donde hay mucho ruido hay mucho vacío. Este no
tolera el silencio.
También están los
que nunca conocieron al padre, ya que este no se hizo cargo de nada, y por ende
no se podía hacer cargo de alguien. El hijo cargará con esa `cruz' quizás toda
la vida. En la escuela se sentirá diferente y cuando hable con su almohada
quizás llorará.
En los casos de
peor pronóstico adictivo hay una ausencia total del padre como figura de
acompañamiento e incluso como figura de inscripción legal del niño. La falta de
reconocimiento se transforma en venganza hacia otros y/o hacia sí.
Ser compañía del
hijo en momentos clave no es ser amigo del hijo. La asimetría existe porque
todo sistema social tiene aspectos asimétricos marcados por la jerarquía de las
funciones y los distintos roles a cumplir.
El padre se define
por la palabra que transmite, el acompañamiento y que está ahí cuando hace
falta, el silencio que ayuda, la escucha que permite pensar al hijo que habla, el
juicio moral en suspenso en momentos de culpabilidad de los hijos con el
consuelo (con-suelo: darle suelo, o sea firmeza a alguien) y siempre el ejemplo
de la conducta como modelo ético. Pero el verdadero mensaje de los padres está
en la propia vida de los padres. Al padre se lo presenta, y también se presenta
en su función que, como tal, es un deber, un compromiso y una lealtad. Los hay
aquellos que sufrieron a padres que no se presentaron a relevar su papel de
orientadores, educadores y fundamentalmente `parteros' hacia la vida de sus
hijos.
Juan Alberto Yaría
* Director general
de Gradiva - Rehabilitación en adicciones