pero la criticó y el kirchnerismo fue a Luján
pero no concilió
Claudia Peiró
Infobae, 14 de
Septiembre de 2022
El leit motiv de
los críticos de la misa del sábado pasado en la Basílica de Luján es que fue un
acto partidario. Algún malintencionado hizo circular un video en el que se ve a
varios jóvenes cantar y tocar el bombo en el interior del templo. Varios
sacerdotes los acompañan con palmas. Pero esa filmación es del año 2019.
El ex senador
Miguel Ángel Pichetto usó esas imágenes para decir que vio a “curas saltando y
cantando” y muchos políticos y comentaristas en la TV mostraron ese mismo video
para criticar la ceremonia, incluso cuando ya se sabía que no era una filmación
de la misa del sábado.
“Vi la misa por
televisión -mintió Pichetto-. Me pareció otra muestra de esta Iglesia argentina
sectaria y clasista. El arzobispo que dio la misma podría ser un militante del
gobierno, lo secundaban curas pro montoneros y seguidores del Padre Mugica”. Y
agregó: “El escenario me pareció flojo. Vi a curas saltando y cantando. Me
pareció patético”.
Es evidente que no
vio la misa ni escuchó la homilía del arzobispo Jorge Scheinig al que califica
livianamente de “militante del gobierno”. El ex senador, otrora activo portavoz
del kirchnerismo sin notar los defectos que hoy señala, se estaba refiriendo a
un video de abril de 2019, en el que jóvenes de los Hogares de Cristo, los
centros de recuperación de adicciones en los que los curas hacen lo que el
Estado obeso pero ausente no hace, cantan, al final de la misa, la canción “La
vida como viene”, celebrando el haber emprendido un camino de recuperación. Un
grupo de sacerdotes los acompañaban con palmas. Es la escena que a Pichetto le
pareció patética…
Hay que creer que
nadie lo sacó del error, porque el martes reiteró sus críticas: “La misa fue
lamentable porque vuelve a mostrar a un sector de la iglesia argentina con una
identificación muy fuerte. Me pareció un poco mucho que haya auxiliares con
camisetas del padre Mujica que era protomontonero”. Otra muestra de que no vio
la misa, porque en ella no hubo consignas ni carteles, ni referencia partidaria
alguna. La crítica a la imagen de Mugica, que no estaba en una “camiseta” sino
en una banda cruzada sobre la sotana de uno de los oficiantes, es mala
intención o ignorancia: Mugica fue asesinado por no comulgar con los montoneros
y muy posiblemente a manos de esa organización que lo había condenado a muerte.
El ex senador, que ya estaba en política en los 90, debería recordar que Mario
Firmenich fue echado de un homenaje a Carlos Mugica por la hermana del
sacerdote.
En la misa, el
nombre de Cristina Kirchner fue mencionado solo dos veces: antes y después de
la homilía. En ambas ocasiones, en el contexto de los motivos de oración e
intercesión -es decir, en un marco estrictamente litúrgico- y junto al nombre
del ex senador Esteban Bullrich, por cuya salud se pidió.
“Te pedimos Señor,
que así como cuidaste la vida de la señora vicepresidente de la Nación, doctora
Cristina Fernández de Kirchner, sigas cuidando y sosteniendo la vida de todos y
cada uno de los argentinos y las argentinas y te pedimos que nunca más la
violencia se instale entre nosotros poniendo en riesgo la convivencia
democrática”. Y a continuación se pidió por todos los enfermos y “en especial”
por “la salud del ex senador Esteban Bullrich”.
Los críticos del
kirchnerismo dejaron pasar la oportunidad de resaltar el mensaje de la homilía.
Porque no solo el oficialismo vive de la grieta y la polarización. Hay sectores
de ambos lados que ven al diálogo y a la conciliación como la criptonita que
los disolvería. Porque las partes se desvanecen cuando hay un todo que convoca
y contiene.
El obispo empezó
la ceremonia instando a pedir perdón, “especialmente por todos los pecados que
hacen que nos distanciemos, nos peleemos”.
La homilía se
centró en la parábola del hijo pródigo, llena de alusiones a la situación
actual. Cuando los fariseos lo critican por recibir “a los pecadores” y hasta
comer con ellos, Jesús se explica a través de la historia del joven que le pide
a su padre la herencia, se marcha y por un tiempo se da la buena vida hasta que
se queda sin dinero y vuelve “vencido a la casita de los viejos”, como dice el
tango. El padre lo perdona y lo recibe con pompa, lo que genera el enojo y los
celos del hermano mayor.
Scheinig usó ese
pasaje para recordar que “en la época de Jesús” se respiraba un clima de
“fatalismo”, como ahora, un clima que “todo lo contamina” y que lleva a vivir
en “conflicto permanente”, y a que cada uno se encierre en sí mismo o en su
grupo.
“¡Así, todos
perdemos!”, dijo Scheinig. El hijo mayor, “encerrado en su enojo, no quiere
reconocer a su hermano” e “intenta justificarse con muchas razones, todas
entendibles, pero es incapaz de abrazar, de recomponer, de reconciliar”, agregó
el arzobispo. Para luego recordar que, en 2001, los obispos argentinos dijeron:
“La Patria requiere algo inédito”. La novedad hoy sería “animarse a abrazar al
otro”, dijo, a “perdonarlo de corazón”, “romper las cadenas del odio” y
“apostar por salvarnos todos”.
“Es un drama que
el hijo mayor se quede afuera de la fiesta”, agregó, en evidente metáfora. “Sin
él, la fiesta está incompleta. Este es el desafío más urgente de la historia
humana que estamos transitando hoy: que nadie se autoexcluya y lo que es peor,
que nadie ose excluir a nadie por ningún motivo”.
Y finalmente, les
recordó su deber como autoridades, al gabinete casi en pleno, gobernador e
intendentes, sentados en las primeras filas: “Nuestro pueblo está
paradójicamente cansado y agobiado, pero también cargado de paciencia y de
esperanza. Esto, no siempre, pero muchas veces contrasta con las actitudes de
quienes tenemos responsabilidades en los diversos ámbitos de la vida de nuestra
Nación”.
(Gustavo Gavotti)
(Gustavo Gavotti)
Pichetto también
dijo que “en la misa había gente que nunca creyó en Dios”. Más bien había gente
que olvidó tanto los mandamientos bíblicos como las verdades peronistas. Está
claro que Cristina Kirchner y sus seguidores se repliegan en la Iglesia cuando
están en la adversidad; por las mismas razones que buscan arroparse en el
peronismo.
Para ese
oportunismo, también hubo un mensaje del arzobispo: “Mucho lamentaría que se
malinterprete este gesto. La Virgen de Luján es Inmaculada y cualquier mala
intención, lejos de mancharla a Ella, nos mancha aún más a nosotros mismos”,
advirtió.
Sus disculpas
finales estaban orientadas a la ausencia de la oposición, haciéndose cargo de
la parte que le tocaba.
Pero del mismo
modo que se pudo percibir un intento de aprovechamiento por parte del
oficialismo que asistió a la misa, hay opositores que usan esta presencia
kirchnerista en Luján para descalificar a la Iglesia -que es su principal
objetivo- a pesar de que no hubo nada en la misa que justifique sus desaforadas
críticas. Es la vocación de seguir siendo facción que hoy caracteriza a muchos
exponentes de ambos lados de la grieta.
El kirchnerismo no
convoca a la participación: llama a adherir a sus postulados e intereses. Es la
forma de asegurarse de que nadie venga, de que el otro hermano se quede afuera.
Es lamentable que
todos saboteen así una instancia posible de conciliación. Las “partes” que
deberían conciliar están en el escalón del poder; la Iglesia, en el de la
autoridad, categoría de orden ético, mientras que el poder es de orden
esencialmente físico. Por lo tanto, respondiendo a la convocatoria, nadie
pierde, ganan todos. Porque la Iglesia, en el clima faccioso que vivimos, y de
“fatalismo”, en palabras de Scheinig, es la única institución que puede poner
la mesa para que se sienten todos, como ya sucedió en el 2001.
Es la única
institución, por su carácter y por el rol que ha tenido en la historia argentina,
que puede poner a la Argentina a conversar.
*****