un cóctel de identitarismo, indigenismo e
ideología “queer” partió en dos el Encuentro de Mujeres
Claudia Peiró
Infobae, 8 de
Octubre de 2022
“Visibilidad
lésbica”; “Activismos lésbicos”; “Activismos Bisexuales”; “Pansexualidades” y
“Polisexualidades” (¿qué diferencia habrá?); “No Binaries”; “Cuerpes
gestantes”; “Preservativos para vulvas”; “Cuerpes menstruantes”; “Lenguaje
inclusivo”; “Fútbol feminista”... Recorrer la lista de temas de los más de cien
talleres del Encuentro de Mujeres de este fin de semana en San Luis es muy
revelador sobre la verdadera naturaleza de este feminismo de tercera ola.
Un Encuentro de
Mujeres ya era un dolor de cabeza para cada ciudad anfitriona; imaginen dos… En
San Luis se respiraba una clima de temor y tensión en la previa del primero de
los dos encuentros que tendrán lugar allí.
En la capital
provincial, la Catedral y otros templos fueron blindados previendo el habitual
vandalismo en que degeneran las marchas feministas que tienen lugar durante estos
encuentros. Este difícilmente sea la excepción, si juzgamos por los títulos de
otros talleres: “Iglesia y Estado: asunto separado” o “Religiones, cultos y
mandatos”, que confirman la lectura deformada de la historia por el feminismo
actual.
Para sumergirse en
los motivos de la fractura del Encuentro haría falta un diccionario nuevo; no
es fácil penetrar en la maraña de neologismos que inventa la gente que libra
sus batallas en el mundo virtual.
El primero, con el
nombre “Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis,
Intersexuales, Bisexuales y No Binaries”, tendrá lugar los días 8, 9 y 10 de
octubre. El otro, que lleva el nombre tradicional, “Encuentro Nacional de
Mujeres”, se hará el 19, 20 y 21 de noviembre. Para abreviar, “Plurinacional”
versus “Nacional”.
El centro del
conflicto lo reflejan los nombres: es la incorporación -nominal, aclaremos- de
las indígenas y las “diversidades sexogenéricas” (sic).
Por un artículo de
Lucia Demarchi en el portal elciudadanoweb (9/8/22), nos enteramos de que a
mediados de año, “por el pedido de encuentreras y encuentreres (sic) de todo el
país”, hubo negociaciones entre las comisiones organizadoras enfrentadas, pero
no se llegó a un acuerdo. De hecho, se están destrozando verbalmente unas a otras.
Desde un sector
llaman al otro “feminismo conservador transodiante”. Hay que reconocerles
creatividad.
Según la crónica
citada, en La Plata en octubre de 2019 -último encuentro presencial pre
pandemia-, hubo polémica por la negativa de la Comisión Organizadora de cambiar
el nombre del Encuentro para incorporar “a todas las naciones [¿?] que habitan
el territorio argentino” y a todos los minibuses (esta nomenclatura es mía) en
los que dividen al colectivo feminista, a saber, lesbianas, travestis, trans, intersexuales,
bisexuales y no binaries.
La géneromanía nao
tem fim…
Las “diversidades
sexogenéricas” se multiplican incesantemente. Y ese fue el motivo de la
discordia entre las “personas con útero”.
“¡Plurinacional y
con las disidencias!”, fue el grito de guerra del sector que se dio cita este
fin de semana en San Luis, en “territorio Huarque, Comechingón y Ranquel”. San
Luis no es la Argentina, parece.
“Ya no podíamos
seguir sin nombrarnos”, le dijo Noelia Aguilar Moriena, vocera del 35°
Encuentro Plurinacional, a la autora de la nota citada. Su argumento es que
desde los primeros encuentros, “además de las mujeres”, participaron “todas las
identidades sexogenéricas” y también las “indígenas u originarias”.
¿Mujer indígena no
es mujer? ¿Mujer lesbiana no es mujer? ¿Por qué tiene que tener otra etiqueta?
Es notable cómo, en nombre de la inclusión, de la no discriminación, del
antirracismo, se hace lo contario: se etiqueta, se encasilla, se crean guetos.
La lucha contra el
sistema capitalista, colonial y patriarcal las encontrará desunides. Sostienen
que nombrarse no es un tema solo formal. Es cierto, es una cuña más para la
fragmentación social. Estos encuentres, en su versión oficial o disidente,
implican promoción de la guerra de sexos, revisión del pasado para cuestionar
la legitimidad de nuestras naciones, invención de patriarcados y
discriminaciones inexistentes, etcétera.
En una tribuna en
Página 12, el 29 de julio pasado, Adriana Carrasco, una de las fundadoras de
estos encuentros, hoy Plurinacional, acusó al Encuentro Nacional de tener un
“discurso de odio”. Es la imputación de moda.
Carrasco dice
también que “las otres” quieren contener “a los sectores populares que guían
las iglesias católicas y evangélicas pentecostales de los barrios”, a los que
por supuesto llama “antiderechos”.
Mujer cristiana no
es mujer. Mujer pobre, o de sectores populares, tampoco. Mujer que se opone al
aborto, ni hablar…
Por ella nos
enteramos de que el feminismo no es uno solo: hay transfeminismo, feminismo
lesbiano, movimiento del fútbol feminista/transfeminista [feminista que no
juega al fútbol no es feminista, parece], mostris (¿?) no binaries y sectores
antipatriarcales antirracistas, que deben tener mucho trabajo en un país que no
tiene patriarcado, ni se construyó sobre el racismo. El antirracismo, otra moda
importada, dicho sea de paso.
Recientemente, los
chilenos rechazaron una Constitución plurinacional de modo contundente,
poniendo a su país a salvo, por un tiempo, de estas iniciativas de segregación.
Los sucesos de los
últimos años en nuestra Patagonia -ocupaciones, ataques y sobre todo la
proclamación de supuestos derechos ancestrales- demuestran que Argentina no
está al abrigo de esa “plurinacionalidad”, que busca consagrar institucionalmente
el indigenismo y tiene por objetivo la fragmentación bajo cubierta de
reivindicación de derechos. Como dijo Fernando Fuentealba, presidente de la
Fundación de Víctimas de la Violencia en la Macrozona Sur de Chile, la
situación que se vive en esa región, “no es un tema de reivindicación mapuche,
sino de terrorismo que afecta a la seguridad del Estado”.
Un periodista
mapuche explicó cuál es la intención de esta reivindicación plurinacional: “Se
entiende como lo opuesto al Estado-nación, aquella ficción de las élites
chilenas del siglo XIX que artificialmente homologó el Estado con una nación
única, la chilena, de características monoculturales y monolingües”.
Llamar
“Plurinacional” al encuentro confirma que el feminismo actual -o los
feminismos, como les gusta decir a ellas- está muy lejos de ser un movimiento
de liberación de la mujer. En la Argentina las mujeres ya estamos liberadas. No
necesitamos a las feministas.
La deconstrucción
no es sólo “plurinacional”, es decir territorial, sino que apunta a la propia
naturaleza humana. Por ejemplo, habrá un taller de “Antiespecismo”. Es la
ideología que sustenta el veganismo que sostiene que el hombre no es diferente
de los animales, es una especie más y no tiene más derechos que ellos. De
hecho, el huevo de la gallina tiene más estatus que el feto humano para esta
gente.
Luego tenemos la
teoría queer. Señalemos de paso que, sin previo aviso, la actual administración
ha abrazado esta teoría, que ya le ha inspirado varias medidas -el DNI no
binario por ejemplo- y que vertebra el contenido que quieren darle a la ESI
(Educación Sexual Integral) en los colegios. La teoría queer sostiene que el
sexo no es biológico, que la distinción varón - mujer no es natural sino una
construcción social; el sexo es asignado de modo arbitrario al nacer. El
binarismo, lo heteronormativo, es un invento. Es impuesto como norma de
organización de la sexualidad. Un documento del Ministerio de Educación sobre
ESI dice: “Desde que nacemos, según nuestros genitales, se nos trata como varón
o como mujer; así nos llaman, nos visten [y] nos enseñan a jugar con juegos ‘de
nenas’ o ‘de nenes’. Es decir, se nos asigna (sic) un género y vamos
aprendiendo, casi sin darnos cuenta [...], las pautas sociales que se
desprenden de esta manera de clasificarnos. Es por esto que muchas veces
pensamos que todas las personas pueden ubicarse en una de estas dos categorías:
varón o mujer y que, además, esta manera de entenderlas es “natural’”.
Esta temática es
prácticamente el eje del Encuentro de Mujeres. Pero sus organizadoras también
anuncian que esta vez se incluye la temática “niñez y adolescencia porque hay
que romper con el adultocentrismo”. Y esto se vincula con lo anterior. También
nuestro inefable Ministerio de Educación da las pistas: se trata de subvertir
el vínculo padres-hijos y prácticamente negar la niñez. En el documento
“Propuestas para abordar los NAP (Núcleos de Aprendizaje Prioritarios)”, se
explica a los docentes que, “durante mucho tiempo, los niños, las niñas y los
jóvenes fueron pensados desde una mirada tutelar; es decir, como personas que
aún no habían completado el desarrollo de las capacidades intelectuales y
emocionales necesarias para discernir correctamente y que, por lo tanto,
requerían de la presencia tutelar de un adulto/a para que los/as guiara, los/as
protegiera del entorno e incluso de sí mismos”. ¿En qué momento esto dejó de
ser así? ¿Desde cuándo el niño no es un ser humano que no ha completado su desarrollo
físico, intelectual y emocional?
Patricia Muñoz,
Defensora de la Niñez de Chile -otro país que es campo de ensayo de estas
políticas-, también negó la infancia, al decir, en enero pasado, que “los
niños, niñas y adolescentes no deben seguir siendo mirados como meros objetos
de protección, sino como las personas que son, tan dignas e iguales que los
adultos”.
Los niños ya no
son niños. Detrás de esto viene el derecho a la autodeterminación identitaria
de los menores -léase la transición de género, vía hormonización o cirugía si
el niño o adolescente así lo desea-; y este derecho es esgrimido como algo
absoluto a lo que los padres no tienen más remedio que plegarse.
Los títulos de los
talleres del Encuentro Plurinacional revelan esto claramente: “Niñeces,
adolescencias y adulteces”; “Niñeces libres”; “Adolescencias libres” o, más
claro aun: “Niñeces y adolescencias trans y no binaries sin violencia ni
discriminación”.
En concreto, si
alguna vez el feminismo fue la lucha por el derecho al voto y la libertad
sexual, hoy es transgenerismo. Para el feminismo radicalizado actual, el
matrimonio heterosexual y la división sexual del trabajo son inventos del
monoteísmo y del capitalismo. La antropología y la etnografía lo desmienten: la
pareja varón-mujer es vieja como la presencia del hombre en la tierra, y no una
construcción, ni una conspiración de los varones contra la mujer, o una
imposición de la Iglesia que como sabemos, desde la cosmovisión neofeminista,
tiene la culpa de todo.
Ya no se trata de
los derechos de las mujeres sino de imponer una visión del mundo, completar la
deconstrucción, esa operación que pretende llevarse por delante verdades y
valores universales de nuestra cultura.
Para el
historiador Emmanuel Todd, estamos ante “una autodestrucción identitaria”. “La
sociedad le propone a los jóvenes de hoy una relación incierta con su identidad
sexual”, sostiene. De eso trata este Encuentro y a eso apunta la ESI tal como
la promueve el Ministerio. Vale aclarar que Todd también dice que la única especie
en la cual existe la homosexualidad absoluta es la humana; o sea, que eso
también es natural. Pero hoy el feminismo confrontativo ha lanzado un ataque en
regla contra lo heterosexual.
Finalmente, no
cabe esperar que el Encuentro Nacional de Mujeres, que tendría lugar en
noviembre, difiera mucho de este temario. Como señaló Bryan Caplan en un ensayo
destinado a su hija (“No seas feminista”), “la mayoría de las feministas no son
fanáticas, pero la mayoría de las que se hacen oír sí lo son”, y las demás, la
tropa feminista, “tiende a someterse a ellas”.