mujeres
“invisibilizadas” en Malvinas y leyes “machistas” en la Argentina
Claudia Peiró
Infobae, 13 de
Noviembre de 2022
A lo largo de
estos años, sobre todo desde que el estallido hollywoodense del MeToo puso al
varón en la picota, hemos tenido sobrados ejemplos de estas distorsiones de
género.
El dogma feminista
dice que la mujer está en inferioridad de condiciones respecto al varón, que lo
estuvo siempre y lo sigue estando, que es discriminada y que todos los males
del mundo la perjudican primero y más a ella (pandemia, pobreza, calentamiento
global, etc.). El varón es y ha sido un eterno privilegiado y nacer mujer es
una suerte de maldición.
En esto anda el
feminismo: en reescribir la historia a la luz de la perspectiva de género. Con
esa lente deformante se observa el presente y el pasado. Lo que no confirma el
dogma es ignorado o falseado. Todo debe encajar a la fuerza en el credo
feminista.
Veamos dos
ejemplos, flagrantes: uno, la pretensión de que Malvinas sea revisada según la
perspectiva de género para develar cosas deliberadamente ocultadas (por una
conspiración masculina, se entiende); dos, que las leyes argentinas son “las
más machistas de Sudamérica”, sólo superadas por las de Surinam.
¿Ni Malvinas se salva
de la género-manía?
A 40 años de la
guerra del Atlántico Sur, a nuestra Cancillería no se le ocurrió mejor homenaje
que “Pensar Malvinas con perspectiva de géneros y diversidad”, para lo cual
organizó un panel, el 21 de octubre pasado, que reunió a “femineidades” (sic)
supuestamente versadas en el tema. Allí se revelaron “verdades” tales como que
“la guerra de Malvinas siempre se contó desde una perspectiva cis masculina y
heterosexista”, siendo “cis” lo contrario de “trans”. Las personas cis, explican, son “las que se
autoperciben con el sexo asignado al nacer”.
Ya el 26 de marzo
pasado, la agencia oficial Télam había titulado: “Las mujeres de Malvinas: un
capítulo que el machismo intentó dejar en el olvido”.
El Ministerio de
Educación, por su parte, ofrece materiales para “abordar la guerra de Malvinas
desde una mirada de género”, para nivel inicial, primario y secundario. Ningún
chico puede librarse del adoctrinamiento.
“2 de abril y
género: Veteranas: una historia silenciada”, titula el portal Educ.ar
(Ministerio de Educación) en la presentación de textos para “abordar la guerra
de Malvinas desde una mirada de género”. La mentira empieza con el título. No
hubo ningún silenciamiento. En todo caso, ninguno que las tuviera en la mira
sólo a ellas.
“Aunque esta
efeméride alude a los ‘veteranos’, las mujeres también fueron protagonistas de
la guerra de Malvinas (pero) sólo recientemente comenzaron a visibilizarse”,
dice Educ.ar. El portal cita a una antropóloga que investigó “la participación
de las mujeres en la guerra de Malvinas, su experiencia y desempeño en un
entorno históricamente habitado y narrado desde la masculinidad”. Como quien
descubre el agua tibia, agrega: “El mundo militar era completamente masculino y
vedado (a las mujeres)”. Vale aclarar que la época no registra reclamos de
mujeres por ingresar a ese mundo, por ejemplo, haciendo el servicio militar.
Las veteranas de
Malvinas tuvieron que luchar por la visibilización y el reconocimiento porque,
“como siempre, los reconocimientos a las mujeres no vienen sin lucha”, dice la
antropóloga. Algo que puede ser cierto en algunos casos pero no lo fue en
Malvinas.
La guerra, dijeron
las “femineidades” en Cancillería, “se contó desde las subjetividades de los
hombres veteranos de guerra”. Ahora, agregaron, se sumó “la mirada de las
enfermeras que estuvieron en el escenario de operaciones y el relato de una
subjetividad trans”, que “combatió como soldado en Malvinas”. Para que se
entienda: la presencia de un puñado de mujeres —16— y de un soldado que
“transicionó” de masculino a femenino —mucho después de la guerra— deberían
llevar a reescribir la historia de Malvinas.
En un sitio de
profesores de Geografía con enfoque de género —hasta eso se consigue en el
cambalache actual— se explica que un recurso del machismo malvinero fue
“mostrar a los soldados que iban a combatir como ‘héroes’, que no tenían miedo,
frío, ni hambre”. Esta idea “no era inédita en la historia argentina
—lamentan—: la patria está masculinizada”. La heroicidad es “un estereotipo” de
la masculinidad, dicen citando un trabajo titulado: “(de)Construyendo la
Masculinidad: Desentrañar el violento mandato de la masculinidad en Malvinas”.
Veamos ahora cuál
fue la realidad, que es la única verdad.
En la guerra de
Malvinas murieron 649 argentinos. Este plural masculino no invisibiliza a
nadie. No murió ninguna mujer en Malvinas. En el teatro de operaciones, es
decir, las islas y el mar adyacente, hubo más de 23.000 soldados, suboficiales
y oficiales. Este número abarca —invisibiliza, dirían elles— a 16 mujeres.
Dieciséis.
El cable antes
citado de Télam estaba ilustrado con una foto cuyo epígrafe decía: “Primeras
mujeres reconocidas como veteranas por el Estado argentino en 1983″. Pero se
aclara que lo fueron “a pesar de que el machismo vigente en las estructuras
jerárquicas y en sus superiores de aquel entonces conspiró para relegarlas al
olvido”.
La realidad es que
todas, las 16, fueron reconocidas de entrada, como Veteranas de la Guerra de
Malvinas (VGM), y desde entonces gozan de los mismos beneficios que todos los
demás VGM, militares y civiles, que estuvieron en el teatro de operaciones
(islas y mar adyacente).
Algunas de estas
VGM tienen hoy un discurso contradictorio, seguramente arrastradas por la
generomanía. Una de las instrumentadoras quirúrgicas del Irízar dice que el
reconocimiento fue “un proceso que llevó tiempo”. Es la misma VGM que decía
hace unos años: “Después de la guerra nos hicieron notas en los medios y eso
nos dio una visibilidad que ayudó a mostrar que las mujeres estuvimos en
Malvinas”. Y agregaba: “Lo más valioso para nosotras siempre fue la aceptación
de los centros de veteranos que nos integraron”. ¿Y el machismo?
Ninguna mujer
combatió en Malvinas. No porque no quisieran, no fueran capaces o les faltara
coraje. En su obsesión binaria por ver la historia como una sucesión de
padecimientos de mujeres a manos de varones privilegiados, las generomaníacas
olvidan poner en la balanza el hecho de que quienes iban sí o sí a la guerra, a
lo largo de los siglos, y en casi todos los países del mundo, eran los varones.
Como en otras
guerras a lo largo de la historia, en Malvinas hubo mujeres en tareas
sanitarias, de enlace, administrativas, etc. De las 16 mujeres que estuvieron
en el teatro de operaciones, sólo tres estuvieron en las islas. El resto
desempeñó funciones en los buques, la mayoría como instrumentistas quirúrgicas.
El reclamo de
visibilización para quienes nunca estuvieron ocultas se sustenta en que conocer
sus historias “magnifica el coraje y la valentía que han tenido”. ¿Coraje y
valentía no son estereotipos machistas?
Las mujeres de
Malvinas no fueron más ninguneadas que los hombres. Así cuenta una de ellas el
regreso: “En Comodoro Rivadavia nos subieron a un avión; en el viaje nadie nos
llevó el apunte y aterrizamos en Buenos Aires el 20 de junio. El lunes nos
reincorporamos al hospital y parecía que a nadie le importaba Malvinas, todos
hablaban de que habíamos perdido en el Mundial de España”.
¿Qué diferencia
hay con la triste y vergonzante recepción que se les dio a los soldados? Como
señala uno de ellos en el documental 1982 La Gesta, la desmalvinización empezó
el mismo día que acabó la guerra.
El portal Educ.ar
propone una serie de preguntas inductivas que contienen otras tantas mentiras.
Son éstas y, entre corchetes, va la verdad: “¿Sabían que las mujeres podían ir
a la guerra? ¿Escucharon hablar de ellas? [Sí] ¿Cómo se incorporaron a las
tropas argentinas? [No fueron tropa] ¿Saben cuándo fueron reconocidas? [1983]
¿Cuántos años pasaron desde el fin de la guerra? [Menos de un año] ¿Por qué la
historia de estas mujeres resultó silenciada? [No fue silenciada] Aunque las
guerras involucran a toda la sociedad, se las suele pensar a partir de valores
y perspectivas atribuidas al universo masculino [chantada que no amerita
comentario]”.
¿Que sería
“Malvinas con perspectiva de género”? ¿MalvinEs?
Se dice que estas
mujeres tuvieron que adaptarse a un mundo “masculino” donde “la subordinación y
el silencio eran actitudes incuestionables”. ¿Subordinación y silencio son
características machistas o de cualquier ejército, comando, organización
armada, que quiera ser operativa?
Esta
deconstrucción bajo paraguas de reivindicación de las mujeres que actuaron en
Malvinas —con coraje y patriotismo, sin duda— sólo busca afirmar una lectura de
la historia en clave de guerra de sexos. En ese tiempo, existía el Servicio
Militar Obligatorio, un “privilegio” de los que nacían varones; algo que nunca
entra en los relatos victimizantes del neofeminismo argentino.
En definitiva,
Malvinas con perspectiva de género es una variante más de la desmalvinización.
Así lo confirma el aval oficial a quienes sostienen que, “para abordar la
cuestión Malvinas desde la educación” lo importante es “deconstruir los
estereotipos del ‘Héroe’ fundados en la lógica del patriarcado, dentro de un
pacto extremadamente machista…”
Sorprende que,
para quienes dicen querer empoderar a la mujer, el heroísmo sea una virtud
exclusivamente masculina...
Seudo estudios de
género
Hace un par de
años, un informe del Banco Mundial (BM) afirmaba: “Las leyes argentinas son las
segundas más machistas de Sudamérica, sólo superadas por Surinam”.
No hace falta ser
un experto en la materia para saber que no es así; en legislación y con
perspectiva de igualdad, la Argentina fue siempre uno de los países más
avanzados de la región. Y sin embargo, el informe circuló sin debate alguno.
El BM decía haber
medido la desigualdad ante la ley entre hombres y mujeres en el mundo en base a
la inserción en el mercado laboral, la tenencia de los hijos, el matrimonio, la
iniciación en proyectos de negocios, entre otros. El promedio mundial
resultante era de 74,7 (sobre 100). La Argentina obtuvo una calificación de
76,3, apenas por encima del promedio, y el puesto 99° entre 187 países. La
superaban todos los países sudamericanos salvo Surinam (65,6).
Esto se explicaba
porque todavía hay sectores de actividad vedados a las mujeres en nuestro país.
Las leyes laborales argentinas serían las segundas más desfavorables para las
mujeres en Sudamérica.
Veamos la
explicación de este dislate. La Ley 20.744 de contrato de trabajo establece la
prohibición de que las mujeres realicen “tareas penosas, peligrosas o
insalubres” (art. 176). Y el artículo 11 de la Ley 11.317 (trabajo de las mujeres
y los niños) definía cuáles eran esos trabajos vedados: carga y descarga de
navíos, trabajos subterráneos o en canteras; engrasado y limpieza de maquinaria
en movimiento; manejo de correas, sierras circulares y otros mecanismos
peligrosos; fundición de metales, fusión y sopleo bucal de vidrio; transporte
de materias incandescentes; etc.
Es decir que lo
que tiene por origen la protección de la mujer, lo que en su tiempo constituyó
una conquista social, se convierte por obra y gracia de la deformación de
género, en “discriminación”.
Ninguno de los
comentarios o análisis sobre el informe lo cuestionaba. En el Congreso se han
presentado proyectos para derogar estas disposiciones. En los fundamentos de
uno de ellos se dice que estas prohibiciones “ponen en evidencia un inequívoco
contenido discriminatorio”, ya que se restringe a la mujer la posibilidad de
elegir una ocupación por la sola razón de su sexo.
En un trabajo para
la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Laura Pautassi,
Eleonor Faur y Natalia Gherardi decían: “Las primeras normas laborales (como la
prohibición al trabajo nocturno o a ciertos trabajos concretos) asumen a la
mujer como madre y fortalecen la consideración de la mujer como sujeto con
capacidad limitada”. El trío concluía que esas normas “no se introdujeron
considerando la igualdad sino discriminando a un grupo (mujeres) por sobre
ambos grupos de trabajadores (hombres y mujeres)”.
Bajo la mirada
(torcida) de género, la consideración hacia la maternidad se vuelve mala
intención. En cuanto a la “capacidad limitada” es obvio, por el tipo de tareas
vedadas, que es una consideración de orden físico y no intelectual.
La hipocresía del
feminismo es infinita. Proteger a la mujer es desvalorización, paternalismo o
micromachismo. Pero después quieren que les paguen el café y el restaurante
porque “ellos ganan más” (otra falacia). Critican que las leyes consideren su
maternidad, pero quieren subsidio para la menstruación y festejan que ANSES
reconozca un año de aportes por cada hijo. Esto último no está mal, pero vale
recordar que la ley argentina ya lo contempla: por eso las mujeres pueden
jubilarse 5 años antes que los varones.
Siguiendo con la
hipocresía, ¿cuántas veces las vieron —a lo largo de tantos años de luchas que
las feministas dicen haber protagonizado— encaminarse hacia los puertos para
exigir ser contratadas como estibadoras? ¿O para reparar los cascos de los
barcos bajo del agua? ¿O para ser recolectoras nocturnas de basura y correr detrás
de los camiones?
En el año 1948,
Perón envió como agregado obrero a la flamante embajada argentina en Moscú al
sindicalista Pedro Conde Magdaleno. El hombre quedó horrorizado con la
situación laboral en el paraíso del proletariado. En las fábricas vio cómo
“tareas pesadas y malsanas eran realizadas por las mujeres, tales como trabajar
sobre las cadenas ardientes que sacan los moldes del horno a grandes
temperaturas y entre las emanaciones de gases y vapores”. El trabajo nocturno
de las mujeres, decía, estaba prohibido en la Argentina, no en la Unión
Soviética. En lo único que encontró a la mujer equiparada con el hombre fue en
la sobreexplotación.
Esa historia de la
que deberíamos estar orgullosas las argentinas, es traicionada por el feminismo
actual que necesita justificar su razón de ser negando logros e inventando
discriminaciones. Las restricciones de la ley argentina, que confirman que
fuimos un país de avanzada en la materia, son “reinterpretadas” o
“resignificadas” según la actual epidemia deconstructivista.
Los organismos
internacionales están sobrepoblados de burócratas que justifican sus cargos
haciendo estos dibujos. Pero lo preocupante es la falta de espíritu crítico
entre quienes consumen estos papers sin detenerse dos minutos a pensar.
Ahora bien, este
seudo informe sobre el “machismo” de la legislación argentina ilumina la
verdadera situación de los supuestos privilegiados, discriminadores y
explotadores de las mujeres: fueron y siguen siendo los varones los que
realizan las tareas pesadas y riesgosas. Por eso, en materia de accidentes de
trabajo y enfermedades profesionales, la “supremacía” de los hombres es
abrumadora: 70 por ciento. “Privilegio” masculino que ninguna feminista
denuncia.