apuesta a todo o nada, dispuesta a destrozar
las instituciones
Jorge Grispo
Abogado,
especialista en Derecho Corporativo, autor de numerosos libros y publicaciones
Infobae, 4 de
Diciembre de 2022
Nos encontramos a
horas de que se produzca un hecho histórico. El Tribunal Oral Federal Nro. 2
que juzga entre otros a Cristina Fernández de Kirchner por hechos de corrupción
hará público su veredicto. Como sucede con la mayoría de las sentencias judiciales,
suelen dejar un sabor amargo ya sea por poco o por mucho. Lo realmente
importante es que, como sociedad, entendamos el valor de respetarlas, más allá
de que estemos de acuerdo o no. En este caso la trascendencia institucional,
política e histórica es de una magnitud equiparable al fallo que dictó la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal Federal de la Ciudad de Buenos
Aires, el 9 de diciembre de 1985 en el ya conocido juicio a las Juntas
Militares.
La democracia
argentina enfrenta horas decisivas. La dirigencia política deberá demostrarnos
si está a la altura de las circunstancias, o si su comportamiento es propio del
de una república bananera, como ya lo evidenciaron el pasado jueves en la
Cámara de Diputados. El fallo en la causa Vialidad, sea cual fuere, deberá ser
respetado por todos, en un acto de civilidad pública tan necesaria como
imperiosa para la vigencia plena de nuestra Constitución. Si los imputados
resultan absueltos, corresponderá a los fiscales la tarea de impulsar las
apelaciones en las instancias superiores. Por el contrario, si resultan
condenados esa tarea recaerá en los abogados defensores. Punto. De eso se trata
la vida en democracia.
Lamentablemente
todo parece indicar que estamos en vísperas de un quiebre institucional que pondrá
en severo riesgo nuestras instituciones democráticas. La teoría del caos social
como respuesta a una posible sentencia adversa para Cristina Kirchner ya fue
anunciada a viva voz por su feligresía más extrema. Pero la mayor responsable
es la propia Cristina quien se muestra dispuesta a destrozar las instituciones.
En una actitud tan tóxica como irresponsable, apuesta a todo o nada.
Toda estrategia de
comunicación debe tener un “sentido”, en punto al cual giran los diferentes
argumentos. CFK busca, hace tiempo, colocarse en el sitial de “víctima” de un
poder superior que pretende subyugarla porque representa el paradigma de la
lucha por la defensa de los más necesitados, como lo dejan en claro los dichos
del ministro del Interior, “Wado” de Pedro: “La persecución sobre Cristina no
es algo que tenga que ver con delitos del Código Penal, sino que tiene que ver
con el código electoral”, afirmando insólitamente que la persiguen “por
recuperar los fondos para los jubilados y por haber implementado la Asignación
Universal por Hijo”, demostrando que cualquier argumento, por más insólito que
sea, sirve para sostener el relato por sobre la realidad de los hechos.
De esta forma se
nos somete a un caos argumental donde se pone en tela de juicio la realidad
misma. No es casual que CFK -quien en reiteradas oportunidades apeló a su
condición de “abogada” exitosa- no hiciera una defensa jurídica sino política.
Tampoco es casual que jamás diera explicación alguna sobre el crecimiento
patrimonial de Lázaro Báez durante el gobierno de Néstor y los dos suyos. Ese
caos que se genera provoca la equiparación entre lo real y lo falso. En el caso
de Cristina es tan grande su narcisismo que la verdad poco importa. No resulta
relevante la discusión jurídica, el estudio de las pruebas, las pericias ni
todas las constancias que se recolectaron en años de investigación, sino la
imposición de un relato por encima de todo lo demás. Pretende que sus diatribas
carentes de sustento jurídico se impongan por sobre las constancias de las causas.
Es el pensamiento mágico que intenta encausar la atención hacia su
victimización al mismo tiempo que horada al Poder Judicial en beneficio propio,
pero con grave perjuicio para la institucionalidad de nuestra nación.
De esta forma con
medias verdades, frases pensadas desde la estrategia del relato de la
victimización, un hábil manejo de las redes sociales, con la inclusión de
videos producidos al mejor estilo hollywoodense, logra construir su “propia”
verdad, esa que sus feligreses están deseosos de comprar, sin importar el
precio que paguen (en algunos casos incluida su propia dignidad). Ya en sus
últimas palabras, la imputada CFK habló de “pelotón de fusilamiento” en una
comparación dónde se coloca en el lugar de “fusilada”, olvidando que las
verdaderas víctimas de los pelotones de fusilamiento tuvieron un destino real y
trágico. Además de vincular insólitamente al proceso judicial al que se
encuentra sometida con el intento de magnicidio que sufrió. Con relatos
inverosímiles terminamos perdiendo la verdad todos los argentinos, sin importar
el color político que abracen.
Cristina viene
irresponsablemente azuzando un alzamiento contra la Justicia. Sus palabras y la
forma en la se refiere a otro Poder del Estado Nacional son de una gravedad
institucional sin parangón, ya que promueve, entre otras cosas su copamiento.
De esta forma ha logrado que la noción de verdad sea una pérdida más que nos
dejará como legado. En su lugar se ocupó de construir un relato que terminó,
por mucho tiempo, con la credibilidad en las instituciones de la nación y en la
“casta” política. Los argentinos convivimos, hace años, con la incertidumbre
entre lo que es real y la ficción, bombardeados por los relatos salvajes de una
política de caos y confusión.
¿Cuál debería ser
el parámetro aceptable entre lo real y lo falso? Muy simple, en una sociedad
madura y honesta el límite siempre es la sentencia judicial. Una vez que se
dicta es acatada, con independencia de que pueda ser apelada y hasta
eventualmente revertida. Más allá de que las sentencia que conoceremos en horas
sea condenatoria o absolutoria, es importante que todos respetemos el fallo y
entendamos que la causa no termina acá, sino que restan todas las etapas
recursivas que garantizan expresamente el derecho de defensa en juicio de
cualquier ciudadano, por supuesto, Cristina incluida. Falta mucho para que
tengamos una sentencia firme que adquiera el estatus jurídico de “cosa
juzgada”.
En este contexto
las amenazas de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) de la Capital
Federal de paralizar las principales dependencias públicas de la Ciudad de
Buenos Aires, no es más que una demostración del desvarío mental de un sector
importante de la dirigencia cristinista, poco afecta a respetar las reglas de
juego y las instituciones. Emitir un comunicado público con la consigna “Si la
tocan a Cristina … paramos el Estado. Los trabajadores no vamos a permitir un
Lula en nuestro país. Basta de lawfare y persecución política” demuestra el
poco apego a cumplir la ley. Se suma a lo anterior el brazo “armado” del
cristinismo, La Cámpora, quienes están evaluando una movilización en apoyo a
Cristina, pero en este caso con más foco en el terreno electoral que en el
judicial. Lo grave es que confirman el sesgo paranoide que impera en un sector
importante de la sociedad para el que la “verdad” está conformada por sus
propias creencias sobre Cristina, todo lo demás no importa.
Como sociedad nos
enfrentamos a una porosa realidad. CFK maneja como nadie el arte de la creación
de relatos que usa convenientemente conforme a las necesidades de turno. En
toda su perorata la verdad dejó de tener importancia. Solo interesan las
apariencias donde su capacidad de elaborar un “sentido” tiene un alto impacto
en sus seguidores, generando el combo perfecto para poner en tela de juicio
todo lo que sea contrario a los intereses de la dueña del Frente de Todos,
cualquier cosa puede ser mentira o verdad, dependiendo de las circunstancias.
En palabras de
José “Pepe” Mujica: “El poder no cambia a las personas. Solo revela lo que
realmente son”.