que se escucha en
Washington sobre el futuro de Argentina
Facundo Chaves
Infobae, 2 de
Diciembre de 2022
(Desde Washington
DC) - “Tienen lo que un mundo inestable y en conflicto demanda: energía,
alimentos, litio y conocimiento. Pero depende de ustedes”.
Las urgencias por
el acuerdo con el FMI no ocultan en la capital de Estados Unidos la
potencialidad que tiene el país para convertirse en un proveedor confiable de
escala global. Son mensajes positivos que se escuchan en enclaves de poder de
esta fría capital, en medio de un presente complicado y del inicio inminente de
otro año. En 2023 se acumularán desafíos económicos extremos -inflación alta,
falta de dólares, salarios deprimidos, pobreza, etc.- junto a las elecciones
que definirán mucho más que la persona que llegará a la Presidencia de la
Nación.
Argentina es, como
habitualmente, una urgencia incómoda en Washington. Faltan pocos días para el
inicio del receso invernal y el staff del FMI y una misión de funcionarios del
Ministerio de Economía trabajaron durante toda la semana revisando los números
finos para destrabar los USD 5.900 millones que se usarán para repagar el mismo
acuerdo de USD 44.000 millones que el gobierno de Alberto Fernández y Cristina
Kirchner heredó de la gestión de Mauricio Macri.
El apuro tiene que
ver con que el equipo del Fondo que lidera Luis Cubeddu debe tener todo listo
para enviar sus recomendaciones a la brevedad y así, antes de las Fiestas, el
board quede en condiciones de decidir si autoriza el último desembolso
correspondiente a la tercera revisión del programa vigente. Todos los
involucrados descuentan que habrá luz verde y que la gestión de Sergio Massa
como ministro de Economía tiene un reconocimiento en Estados Unidos que
favorece el visto bueno del FMI.
La figura de Massa
adquirió en la capital norteamericana una decisiva centralidad. Las medidas
tomadas para moderar las variables económicas que se habían ido peligrosamente
de control con la traumática salida de Martín Guzmán del Palacio de Hacienda le
dieron, en esta etapa de ministro de Economía, ese reconocimiento que activó en
diversas instancias.
Hubo un fuerte
ajuste del gasto público, la estabilización de la inflación entre 5% y 6% y
reservas del Banco Central en línea con lo acordado con el Fondo Monetario
Internacional, aunque para eso tuvo que habilitar en dos oportunidades el
denominado “dólar soja”, que en los hechos es un dólar diferenciado para los
exportadores de esa oleaginosa.
Se espera que en
los próximos días se defina el cumplimiento de las metas del Fondo, se firme el
acuerdo de la AFIP y su homóloga de Estados Unidos, la IRS (Internal Revenue
Service), para intercambiar información fiscal y tributaria de argentinos con
bienes en ese país y estadounidenses con bienes en Argentina. Y a eso se suma
la confirmación del otorgamiento para el año que viene de unos USD 1800
millones por parte del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), 500 millones
de los cuales serán de libre disponibilidad y servirán para fortalecer las
reservas.
Son pasos que se
dan tras años de Massa como interlocutor con centros de decisión gravitantes de
la política estadounidense.
Política proactiva
La gestión del
acuerdo con el FMI, más la firma del intercambio de información entre los entes
de recaudación de ambos países (AFIP-IRS), y el otorgamiento de los fondos del
BID son la confirmación práctica de un compromiso de Estados Unidos con una
agenda propositiva, que busca evitar un agravamiento de la frágil situación
económica que enfrenta la Argentina, más aún con el año electoral por delante.
El gobierno
nacional llegará a los comicios -donde se eligen presidente, gobernadores,
diputados y senadores y demás cargos- con un riesgo cierto de perder el poder,
debido al impacto de una tasa de inflación que en 2022 cerrará en torno al 100
por ciento y que, de manera optimista, el presupuesto del 2023 cifró en 60%, el
déficit que pasará del 2,5 al 1,9%, en línea con el acuerdo con el FMI, y un
enfriamiento de la economía. Se trata de un Presupuesto desprovisto de los
sesgos que habitualmente tienen los años impares, de elecciones, y más cuando
se trata de una administración “peronista”.
A esa realidad
argentina se le agrega una situación global dominada por la inestabilidad y los
conflictos. Las consecuencias de la invasión de Rusia en Ucrania, más la
persistencia de la inflación global, la posible reaparición del COVID -sobre
todo en China- y la agresiva competencia del gigante asiático en todos los
mercados, le suman incertidumbre a un panorama que, por sí solo es desafiante
para la Argentina.
Pero la
perplejidad que existe en los involucrados con las problemáticas argentinas
tiene que ver con medidas que se aplican de manera natural en nuestro país que
siguen generando sorpresa y curiosidad. Son obstáculos que los argentinos se
ponen a sí mismos, que complican el normal desenvolvimiento de la economía, el
crecimiento de la inversión y las oportunidades de empleo y generación de bienestar.
Más allá de que se
acepta como mal menor o un puente contra natura o artificial, las limitaciones
a las importaciones, los tipos de cambio múltiples, los subsidios energéticos
que -para no aumentar tarifas, aunque haya en el mundo una crisis energética
que sube las facturas a los alemanes o los propios estadounidenses- terminan
beneficiando a sectores de clase media y alta que pagan hasta 5 veces más por
su celular que por el gas que usan para cocinar la comida o calefaccionar sus
viviendas.
Esa misma
perplejidad aparece al interpretar los dos pedidos con los que la misión del
gobierno argentino llegó a Washington: la reducción de la sobretasa que paga
por el préstamo de 44 mil millones de dólares y una flexibilidad por el
denominado “costo de la guerra”, que cifró el Palacio de Hacienda en USD 5.000
millones.
El Fondo tiene
previsto iniciar antes de fin de año el debate acerca de los “recargos” y, de
avanzar de algún modo, no podría otorgarse de manera preferencial para un único
país, sino que debería ser una decisión general, consensuada por deudores y
acreedores, para todos los alcanzados. Y Argentina es uno de los países que,
comparativamente, con otros, es exportador de las mismas materias primas que
subieron: energía y alimentos.
Son dos sectores,
que junto con el litio y la economía del conocimiento -se destaca que
proporcionalmente, Argentina sea el país con más unicornio por millón de
habitantes- pueden ser las vías de salida para desatar las fuerzas productivas
que están retenidas por falta de reglas de juego claras que incentiven la
inversión, la previsibilidad y el respeto por las instituciones.
La faz
internacional
Al contexto
general económico frágil e inestable se agrega la cuestión internacional que
impacta en la relación entre la Argentina y Estados Unidos. El rumbo
zigzagueante de la política exterior ante casos emblemáticos de violaciones
flagrantes a los derechos humanos y a la paz, como la invasión de Rusia a
Ucrania, la cercanía con regímenes dictatoriales como Venezuela y Nicaragua,
son temas de primer orden.
Pero el de mayor
complejidad tiene que ver con China, una potencia agresiva en lo comercial, y
que ya inició un derrotero vinculado a una expansión en otros rubros, como
puede ser la infraestructura tecnológica y la defensa. La pretensión de
ingresar en mercados con sus empresas de 5G tienen en alerta a los Estados
Unidos, debido a un riesgo cierto para la privacidad de los datos de los
ciudadanos como así también la influencia en los sistemas de defensa y
comunicación pública.
En este escenario
es clave, de todos modos, la llegada de Luiz Inacio Lula Da Silva a Brasil,
después de la experiencia de Jair Bolsonaro. Es un factor que para los Estados
Unidos puede estabilizar una región desarticulada y que, con gobiernos
progresistas, algunos, y de izquierda lisa y llana, otros, podía existir un
riesgo de crisis económica o de mayor polarización.
Son contextos,
insumos, condiciones que influyen en un presente complicado. Pero que
reaparece, entonces, el poderoso mensaje del principio. “Depende de ustedes,
argentinos”.
* Conclusiones de
mi participación en la 13° edición del Key Opinion Leaders, un programa de
AmCham Argentina (la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina) que
aborda en Washington la visión y cultura estadounidense, sus instituciones
políticas y económicas, las relaciones bilaterales y las condiciones necesarias
para la inversión.