la transición a la energía verde en Occidente
puede arrasar la ecología de África
(CNAd/InfoCatólica)
19-6-23
El jesuita Bryan
Galligan, experto en investigación sobre justicia alimentaria y climática de la
«Red Jesuita de Justicia y Ecología - África» (JENA), una división de la
Conferencia Jesuita de África y Madagascar (JCAM), afirmó que la extracción
de minerales como el grafito, el litio y el cobalto, necesarios para la energía
verde, puede tener consecuencias devastadoras en los países africanos:
«Es probable que
este aumento previsto de la producción de minerales traiga consigo una
devastación social y medioambiental a gran escala si se amplía la explotación
minera siguiendo el enfoque habitual. El resultado sería inaceptable»
El jesuita añadió
que no se podrá lograr un cambio justo sin modelos más justos de extracción
minera:
«La transición
global de energía verde no cumplirá con las demandas de equidad a menos que los
modelos dominantes de extracción de recursos sean eliminados y reemplazados por
alternativas más inclusivas y sostenibles».
El portavoz de la
JENA agregó que si bien los recursos naturales de África deberían ser la fuente
de prosperidad y riqueza compartidas, «persisten modelos coloniales de
extracción de recursos, lo que lleva a violaciones de los derechos humanos,
degradación ambiental y mala gobernanza en muchos países ricos en recursos».
La expansión de
esos modelos «sería una forma desastrosa de satisfacer la creciente demanda de
materias primas en una economía descarbonizada», continuó el jesuita, porque el
impacto ambiental de la minería es significativo. Y puso de ejemplo el caso
de Kolwezi, en la República Democrática del Congo, donde las actividades
mineras contaminaron el suelo y el agua hasta el punto de que los cultivos no
pueden crecer. También se sabe que en el Congo se extrae más del 70% del
cobalto del mundo y China, pionera en la llamada Energía Verde, busca allí
cobalto para las baterías y de litio para los paneles solares que la alimentan,
estimulando la rapacidad humana: unos 40.000 niños trabajan en minas
artesanales no reguladas en condiciones peligrosas.
Además de las
repercusiones directas de las explotaciones mineras mal gestionadas sobre los
ecosistemas y los medios de subsistencia, Galligan afirmó que la minería
también podría provocar migraciones y urbanizaciones no planificadas, dando
lugar a conflictos con la tala de árboles, los hidrocarburos y las zonas
protegidas.
El peor escenario
posible, a su juicio, sería aquél en que las naciones ricas del mundo,
cambiaran a la energía verde mientras empeorase el daño a los ecosistemas de
África y su población.
En conclusión, el
jesuita experto en ecología y medio ambiente subrayó la necesidad de trabajar
por «una transición justa a la energía verde que logre los objetivos del
Acuerdo de París y, al mismo tiempo, apoye el desarrollo sostenible, la
resiliencia climática y la prosperidad compartida en el Sur Global».